La futbolista del Valencia, jugadora de ingenio y elegancia, repasa su historia, originada en el fútbol de calle y de equipo de barrio
Descubrir el fútbol de Carol Férez es sencillo. Tanto como acudir a los lugares donde se proyecta tranquila, creativa y genial. Con la madurez del tiempo y del amasar experiencia, de hecho, queda más identificada como futbolista: es de esas jugadoras capaces de crear algo donde es difícil incluso adivinar un espacio; de esos ejes asociativos, de juego por dentro y desde los adentros, de pase corto y pared que necesita un equipo para crear; de esas que, sin embargo, quizás no son conscientes de la grandeza de su fútbol. Lógicamente, Carolina Férez Méndez (Sabadell, 26/6/1991) es mucho más: persona con templanza, de las que transmite paz, de las que cuenta y se cuenta de verdad con la mirada, porque conversa, dentro de su confesada timidez, de frente, construyendo puentes dándose a conocer de raíz a su interlocutor.
La esencia de Carol Férez está en la consciencia misma de sus raíces y de saber lo importante que es no separar los pies del suelo nunca. La fotografía de esos orígenes no tiene misterio y sí ese elemento nostálgico de quien lo piense: de niña, con tres años, se unió a un balón de fútbol desde la calle, los parques y el patio jugando con sus amigos; cuestión de recuperar escenas de niños corriendo tras el balón, buscándolo bajo un coche aparcado, golpeando a una persiana o buscando el gol entre dos árboles como portería. Seguramente ahí está la esencia del fútbol de verdad, el que se viste de mayor inocencia y verdad.
Eso de entrenar y competir, no obstante, no lo probó por primera vez en el fútbol. Natación, taekwondo —como su hermana— e incluso baloncesto llegaron antes. Lo balompédico en equipo le llegó a los once años: «Una chica de mi clase que sí que jugaba me dijo que en el equipo de mi barrio, la Plana del Pintor, iban a formar un equipo femenino. Ya había amateur, pero no de categorías inferiores. Fui a probar, me encantó y me quedé. Estuve un año. A punto de cumplir los doce, jugamos un torneo donde estaban el Barça, el Espanyol, el Sabadell… Tuve la suerte de que me saliera bien ese campeonato y el Barcelona me dijo de hacer unas pruebas la semana siguiente. Y fui a entrenar y me salió todo bien y ya me quedé».
Aprendizaje continuo
De la calle al equipo del barrio. Y de ahí a entrar en el Barça formándose desde el fútbol 7, subiendo al equipo D ya en fútbol 11 para foguearse en segunda regional, acceder luego a primera catalana y en el momento de promocionar al filial de categoría nacional (Segunda División) esperar una temporada más por el descenso entonces del equipo de Superliga. Avanzó en su recorrido marchando al Espanyol, en Segunda, donde estuvo dos años creciendo y siendo pichichi de la categoría. Lo que mostraba llamó la atención de Xavi Llorens, quien la recuperó para el primer equipo del Barcelona.
«Viví una parte de la evolución del Barça. Recuerdo jugar con equipaciones de años anteriores, de repartirnos los campos en el Mini Estadi antes de la Ciudad Deportiva, y hasta la explosión del Barcelona y el apoyo del club al femenino. En el primer equipo estuve cinco años —ganó tres Copas de la Reina, tres ligas y cuatro copas catalanas— en los que aprendí mucho. Siempre he tenido un aprendizaje de los sitios donde he estado y los entrenadores que he tenido, pero además desde el equipo del barrio hice amigas que seguimos siendo uña y carne», recuerda.
En el Barça sufrió una lesión grave de rodilla. Operada y recuperada, volvió al equipo con protagonismo, pero progresivamente fue teniendo menor presencia. «Me di cuenta de que tenía que salir y recibí la llamada del Valencia y fue una decisión de la que estoy muy satisfecha con lo que estoy viviendo con este club —lleva cuatro campañas actualmente y recientemente se anunció su renovación—. El Valencia lo que está haciendo en pocos años es una pasada. Aquí también he visto la evolución. Ya la primera campaña fue de un gran recuerdo para todas. Seguramente nadie contaba con nosotras para llegar a la final de la Copa de la Reina y acabar cuartas en liga, ganando a equipo como el Barça o el Athletic. Perdimos la Copa, pero todas guardamos muy buen recuerdo de aquel año. En lo personal, me salió muy buena temporada. Y lo mejor es que la evolución desde los principios más humildes se ha mantenido», relata la futbolista del Valencia.
Sobre el fútbol: «Me lo llevo muy adentro y tengo ese sentido de la responsabilidad por lo que hacemos»
Con la selección, Carol Férez completó dos años de sub’19 y llegó a estar en las convocatorias de la absoluta previas al Mundial de Canadá de 2015, aunque finalmente no fue. Ya en la etapa de Jorge Vilda, fue convocada para un torneo en China y para unos partidos de clasificación para la Eurocopa. «Mi primer objetivo, en todo caso, es devolver toda la confianza que me ha dado el Valencia y me gustaría mucho ganar algo con este club, que siempre me ha tratado muy bien. Desde luego, sería una satisfacción que además eso me llevase a entrar con continuidad en la selección», explica.
¿Dónde está el punto de inflexión en la carrera de Carol Férez? Cuestión de un proceso. Fue saboreando y sorprendiéndose con cada momento en aquella primera etapa formativa como azulgrana, luego con el Espanyol o en su regreso al Barça. La clave, sin embargo, estuvo en aquella primera brillante campaña como valencianista y las llamadas de la absoluta.
Posee recorrido en la elite y demostraciones de calidad como para tener honesta fe en lo que puede dar; con 26 años, todavía tiene mucho tramo por delante para disfrutar del fútbol: «Este deporte es todo para mí. Es mi estilo de vida. Entreno y si me sale un trabajo malo, me lo llevo a casa. No puedo pasar del fútbol. No puedo sentir que el equipo haga un partido mal y no pensar en ello. Me lo llevo muy adentro y tengo ese sentido de la responsabilidad por lo que hacemos, sabiendo que hay que trabajar mucho y hacerlo creyendo firmemente en lo que creemos y que nos apasiona».
Serena, tranquila, efectiva
Agradece al fútbol los aprendizajes acumulados. Aquella lesión que sufrió le permitió tener siempre los pies en la tierra, al tiempo que cayó en la cuenta de quiénes estaban a su lado de forma incondicional y quiénes no. Ante todo se queda con su gente: «Tengo un círculo de amistades y sé que somos de verdad pase el tiempo que pase», describe, al tiempo que significa en cuanto al ámbito familiar que «no soy de las personas más familiares en cuanto a hablar todos los días, pero sí que los tengo o nos tenemos cerca. No soy muy apegada, pero saben que les quiero».
Quienes la conocen aseguran que es persona que transmite paz. Un tono tranquilo, sereno. Compagina su vida con sus estadios de Enfermería. Dice ser «timidilla al principio», pero lo cierto es que se expresa con un discurso honesto, claro y firme. Quizás esa virtud tranquila le permite proyectar en un campo de fútbol ese juego tan especial. Pertenece a esa generación en el Valencia que ha ido abriendo un camino. Subraya a aquellas que estuvieron en la génesis del Colegio Alemán. Ella llegó después en el proceso de evolución y crecimiento. Asume su papel en un vestuario y sabe que «las que somos más veteranas debemos ayudar a las más pequeñas, que ojalá disfruten de todo lo mejor que viene en el progreso del fútbol femenino». Por lo pronto, todos los ámbitos de su vida convergen en punto de felicidad.
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