TAEKWONDO | JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS 2024
Por RAÚL COSÍN (ENVIADO ESPECIAL A PARÍS).- Al tatami del Grand Palais de París entró la madrileña Cecilia Castro cerca de las 10:30 de la mañana. La reclamación en uno de los combates masculinos previos, entre el chileno Churchill y el coreano Seo, hizo que la entrada en liza en los Juegos Olímpicos de la española se retrasara unos minutos. La taekwondista de San Agustín de Guadalix, de 27 años, llegaba, entre otros logros en los últimos años, con el oro europeo y el bronce mundial metidos en el zurrón, además de remontar para certificar la clasificación para París.
Combate cerrado el que hubo entre la española y la egipcia en la categoría de -67 kilos. Castro cayó en primera ronda en el desempate (2-1). La taekwondista madrileña se apuntó el primer round con un puñetazo en el cuerpo, sumando un punto. Lo dicho, el planteamiento de la africana era muy cerrado. Prácticamente de la misma forma le replicó la egipcia en el segundo round, que se adjudicó (2-0).
El pase de ronda quedaba para el tercer y último round. Marcó primero Shehata un kick en el cuerpo. Y repitió la africana a falta de un minuto. La española, con su entrenador Christian Seijo Giebels en la silla, debía arriesgar. Buscó la cabeza, pero Shehata se defendió. Marcó Castro para el 4-1. La victoria fue para la egipcia 2-1. El hecho de que la egipcia perdiera más tarde ante la belga Sarah Chaari impidió que Castro pudiera acceder a la repesca.
«Ya sabíamos que es una rival muy cerrada. La verdad que a mí no me ha gustado personalmente mi combate, cómo lo he hecho, pero así ha sido. Tengo que seguir trabajando», valoró la madrileña en zona mixta del Grand Palais tras el combate y, desgraciadamente, la elminación.
«Ha sido una experiencia única. Es lo mejor mejor para un deportista. Es espectacular cómo se monta cada evento y es un lujo haber podido participar aquí a pesar de las sensaciones que me llevo del combate, participar aquí es un lujo», finalizó al respecto de su primera participación en unos Juegos Olímpicos. Cuando concluyó su comparecencia ya no pudo retener más la impotencia, se abrazó a su entrenador y se permitió, desde luego que sí, que las lágrimas se mostrasen,