La balonmanista alicantina, jugadora del Atlético Guardés y con cuajo para la selección española, repasa su historia con una vitalidad infinita
«Empieza cada día con una sonrisa y mantenla todo el día». Este planteamiento lo verbalizó el actor y cómico estadounidense W. C. Fields. ¿Por qué no dar mayor amplitud, o al menos procurarlo, a esa proposición? El proyectar esa sonrisa sin límites, de manera honesta y brillante y contagiosa, lo eligió abrazar en su filosofía vital África Sempere Herrera (Torrellano, Elche, 25/9/1992), dando mayor dimensión a la propuesta de Fields con algo así: «Empieza la vida con una sonrisa y mantenla toda la vida —o al menos haz lo posible por conseguirlo—». Lo suyo es amar el balonmano, vaciarse sin condiciones en una pista, mostrar garra y pasión, pero siempre con una sonrisa. Y eso queda sujeto firmemente porque así, en efecto, ella entiende la vida; y la vida, que le guardó de niña un durísimo capítulo, le ha hecho comprender así la existencia.
África, jugadora del Atlético Guardés y habitual en las convocatorias de la selección española universitaria, atesora un historia con un contenido de superación y alegría a sus 25 años. Liberada en una conversación cercana, tranquilla y cómoda muestra toda su vitalidad, su verdad, su locura, ese no tener filtros ante la vida, a la que sólo le sabe sonreír mientras la exprime intentando contagiar ese espíritu a quien le rodea. Pura genialidad de una guerrera de la vida.
Tiene poso de sobra en el balonmano, pero de mayor peso son sus planteamientos y experiencias vitales. Como tenía una energía desbordante desde bien pequeña el deporte parecía un buen punto de fuga y explosión. África Sempere dio sus primeros pasos en el judo —en su familia hay un nombre mayúsculo en la historia de este arte marcial como es Isabel Fernández (bronce olímpico en Atlanta 1996 y oro olímpico en Sidney 2000, también campeona del Mundo en París 1997 y seis veces campeona de Europa, entre una extensa hoja de servicios)—. Empezó a los tres años con esa disciplina en Torrellano —«se mediaba bien», recuerda—.
Pero la vida la guardó una prueba excesivamente dolorosa muy pronto: «Cuando tenía siete años me detectaron una leucemia. Lógicamente, tuve que dejar el deporte. Así fue durante tres años, en los que tuve que cuidarme y luchar para superar la enfermedad. Con mi familia como motor, lo superé y seguramente me hizo más fuerte. Al haberlo pasado mal de pequeña por una enfermedad dura y al haber podido superarla, creo que maduré más rápido y comencé a entender la vida de una forma muy clara: la veo con una sonrisa, la disfruto, la exprimo…».
Superada la leucemia, África quería reencontrarse con el deporte. La recomendación médica fue que buscara una opción más suave que el judo. La sugerencia se quedó en eso. Comenzó a abrazar el balonmano a los doce años en los juegos escolares. Fue suyo ya para siempre. Llevaba tres años jugando cuando se le presentó la oportunidad de optar a las becas para este deporte en el Centro de Tecnificación de Cheste (Valencia). Las superó y allí construyó los fundamentos que no tenía. Ya entonces comenzó su amistad con la ‘Guerrera’ Lara González.
«En Cheste, cogí la base que no tenía de antes. Era todo como muy profesional, compaginando dobles sesiones con los estudios. A raíz de estar allí, comenzaron las llamadas con la selección valenciana y luego con la española en categorías inferiores», recuerda la alicantina.
Finalizada la etapa en Cheste, siguió su trayectoria en las filas del Club Balonmano Torrellano, filial del Elche Mustang. Siempre de la mano de Lara, tuvieron la oportunidad de dar el salto hacia el primer equipo ilicitano cuando José Aldeguer les dio la vez. «Fue entonces cuando me di cuenta de que podía y quería llegar a algo en este deporte», asegura. Lógicamente, aquel salto no fue fácil. Entrar en las filas de un equipo con nombres como Cristina Cabeza, entre otras, no era asunto sencillo. Aldeguer, en todo caso, fue trabajando con aquellas jóvenes balonmanistas, dándoles minutos, haciéndoles comprender también el proceso de crecimiento.
Su recorrido: BM Torrellano, Elche Mustang, Fredrikstad (Noruega) y Atlético Guardés
«Comencé a ganar importancia casi por casualidad. Anna Vicente salió del club y no había pivotes. Yo no había jugado nunca en esa posición y eso que era muy polivalente. Aldeguer siempre decía que era el comodín. Jugaba prácticamente en todas las posiciones, pero de pivote no lo había hecho. Y digamos que me presenté voluntaria. Comencé a jugar en ese puesto y a tener todos los minutos y a asumir esa responsabilidad con Elche Mustang. Creo que fue entonces cuando llegó mi momento y empecé a disfrutar del balonmano», relata.
La llegada al banquillo más tarde de José Ignacio Prades fue determinante para la explosión de África Sempere. Subcampeonas de liga —«hice una de las mejores temporadas de mi carrera y quedé entre las máximas goleadoras»— y luego sextas. El brillo de África llamó la atención de equipos de fuera de España incluso. En 2014, cuando también acuciaban los problemas económicos en el club y comenzaron a salir jugadoras, se decidió por una aventura en Noruega con el Fredrikstad.
«Me gustó mucho el proyecto que me ofrecían y tenía ganas de probar. No tenía miedo. Había superado grandes dificultades anteriormente y no tengo miedo a casi nada. La experiencia fue única: aprender un idioma, nuevas costumbre, otra cultura, otro balonmano… me encanta aprender de las vivencias, de las personas, de los viajes, de todo. No entraba en los planes que el equipo descendiera. Pero estaba a gusto y me quedé un año más. Fue un chasco por las circunstancias, pero la experiencia fue buenísima», cuenta.
En 2016, se presentó la oportunidad de regresar a España. Tenía ganas África de volver, de recuperar sus mejores sensaciones, de volver a ganar. Y aunque tuvo opciones de seguir en Noruega, la llamada clave fue la de Prades, un entrenador que podía sacarle el mayor partido a sus prestaciones, y que arrancaba una etapa en el Atlético Guardés. Lo que no esperaban, seguramente, era ganar la liga: «Se pretendía hacer un equipo competitivo. Se había apostado por proyectos muy potentes anteriormente, pero ese año se buscó otra cosa. Nadie podía esperarlo. Pero se comenzaron a dar factores, a enlazarse circunstancias y ganamos la liga. Fue un sueño hecho realidad que hoy todavía casi ni puedes creerlo. Lo vi como una recompensa al trabajo y la lucha de tantos años».
«A muy pocas cosas le tengo miedo, quizás sólo a no cumplir los objetivos que me marco, pero para eso también hay que prepararse»
En paralelo, se ha ido desarrollando su recorrido con la selección española en categorías inferiores y con la universitaria —segmento en el que fue campeona del mundo en 2016—. Sigue en esa antesala, que dirige Susana Pareja, que es plataforma para estar con las Guerreras: «Me encanta ir con la selección y agradezco mucho el ir con la B y ojalá puede alcanzar algún día la absoluta, aunque sé que es muy difícil y que hay muy buenas jugadoras. Para mí la selección es sinónimo de garra, de constancia, de nunca darse por vencida».
El balonmano es su estilo de vida. Pero sea a su deporte o a su familia, que es su auténtico motor, o a sus amigas o a quienes le rodean la clave está en su sonrisa infinita sincera y honesta y su forma de ver la vida: «Creo que soy una persona muy alegre, muy positiva respecto a la vida, que no le digo que no a nada, que me encanta experimentar y aprender, y a muy pocas cosas le tengo miedo, quizás sólo a no cumplir los objetivos que me marco, pero para eso también hay que prepararse, pues no siempre se consigue lo que se quiere».
Su relato lo cuenta siempre sonriendo tanto si recuerda aquellos momentos duros de su vida cuando padeció y superó una leucemia como si reconoce lo alocada y espontánea que es: «Me gusta la diversión, la naturalidad, la gente que dice lo que piensa y no se guarda nada. Yo no tengo filtro, sólo lo pongo a veces a las fotos de Instagram (sonríe), pero yo no tengo personalmente. A veces esta forma de ver la vida se confunde con no dar importancia a las cosas; sí le doy importancia, pero aquello que considero que es realmente importante, pues hay muchas veces que las personas perdemos mucho tiempo, un tiempo que es precioso en la vida con cuestiones que no son, a mi modo de ver, tan trascendentales».
Su filosofía pasa por vaciarse con naturalidad y con ganas de aprender y de exprimir la vida. Mucha carrera tiene todavía por delante en el balonmano, al que «quiero devolverle todo lo que me ha dado, que es hacerme como persona; cada día intento darle todo lo que tengo dentro de mí: garra, fuerza, vitalidad, que tengo mucha, o todo el amor que tenso por este deporte». Estudió Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, aunque entre sus sueños esté poder sacar una oposición de Policía Nacional.
Por lo pronto, África Sempere vive feliz, disfrutando del balonmano; desbordante y comprometida siempre sobre una pista, proyectando entusiasmo y voracidad e inyectando trabajo incondicional al talento que tiene. Sin duda, una Guerrera plena de sonrisas.
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