La meritoria apuesta arriesgada por sacar por primera vez la inauguración de un estadio olímpico y desarrollar el desfile de las delegaciones con la ciudad como escenario cultural se diluyó por la lluvia y la dispersión
El equipo español estuvo abanderado por Echegoyen y Cooper, y Nadal protagonizó uno de los relevos finales de la antorcha. La llama olímpica acabó en un globo aerostático a modo de pebetero
JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS 2024
Cien años después de que París albergará los Juegos de 1924, cuando por primera vez se utilizó el eslogan olímpico Citius, Altius, Fortius (Más rápido, más alto, más fuerte), la capital francesa quiso ser de nuevo ‘Más’. El asunto en 2024 era ser eso (más) planteando por primera vez una Apertura fuera de un estadio olímpico. Un espectáculo deportivo y cultural con la ciudad en sí, sus monumentos y su arteria fluvial, como gran escenario para el espectador in situ. Con todo, el trasfondo era un montaje más pensado para el telespectador que realmente para las personas que pudieron presenciarlo en los diferentes espacios habilitados en los muelles del Sena.
El caso es que la apuesta entrañaba riesgo. El guión previsto presumía un gran espectáculo ligado a un excelente acompañamiento climatológico. Pero lo que sucedió es que la lluvia intensa, por momentos —no pocos—, aplacó ese querer haber sido más, ese diferenciarse con rotundidad. Y tampoco acompañó la distribución u organización real para el espectador que quería disfrutarlo en el ‘lugar de los hechos’.
Por estrellas que hubo en el elenco artístico como Lady Gaga o Céline Dion, bailes urbanos, coros, interpretaciones rockeras, operísticas y exhibiciones deportivas urbanas acabó quedando disperso para ese espectador in situ que tanto quería cuidar París.
Pese a la lluvia, y a riesgo de algún constipado cuanto menos, esperando que no haya pulmonías, los deportistas en general tuvieron su momento de divertimento y de disfrute en sí con sus equipos nacionales en los barcos del desfile. Por cierto, al respecto de los intereses de España, la organización tuvo a bien homenajear a Rafa Nadal, que tantas veces triunfó en Roland Garros, y fue uno de los últimos relevistas de la antorcha, recibiéndola de Zidane. El equipo nacional, al menos todos los deportistas que sí pudieron estar en la Apertura, viajaron en su embarcación, una de las más cuantiosas de todas, por el Sena desde algo antes de las 20:30, pasando por el Puente Alexander III —como dato, los medios de comunicación nos situábamos en ese puente tuvimos que ver a las embarcaciones por la popa— a las 20:42 aproximándose hacia el fin de trayecto del desfile en el Puente d’Iéna.
Pero para el espectador general el asunto no fue tan gratificante. La lluvia obviamente fue un problema. A cielo descubierto tocaba disfrutar, obviamente, en una Apertura de Juegos, pero la marea de paraguas, los chubasqueros, la ropa húmeda y el no poder seguir realmente la ceremonia en su totalidad en persona, porque quedó dispersa, salpicada por la ciudad, a vista de pantallas más bien, no lo hizo tan sumamente grato.

Nadal portó la antorcha
En todo caso, la sensación —sobre el terreno— fue más de que esa meritoria propuesta arriesgada por querer más que otras ediciones se quedó en un manojo de actuaciones musicales y de baile, en diferentes puntos emblemáticos en el balcón del Sena, que aterrizaron dispersas, salpicadas por zonas, y que se podían seguir en el lugar donde se desarrollaron si se tenía esa fortuna o por pantallas gigantes localizadas en diferentes puntos de los muelles del río.
Y entretanto las embarcaciones desfilaban rumbo a Trocadero, donde todo debía acabar, donde acabaron los últimos relevistas de la antorcha (Zinedine Zidane, Rafa Nadal, Serena Williams, Nadia Comanecci y Carl Lewis), que acabaron juntos el camino en una lancha, y donde la diva Dion puso ese broche de oro, interpretando L’hymne à L’Amour,, al tiempo que concluía todo de modo espectacular con la Torre Eiffel y el juego con los cañones de luces, y lo diferente concluyó con ese globo aerostático a modo de pebetero.


La propuesta que vendió la organización
El Comité Organizador de París 2024 anunció y avivó la propuesta de una Ceremonia de Apertura de los Juegos de la XXXII Olimpiada diferente, revolucionaria, rompedora, para inaugurar la cita deportiva de mayor calado que existe. Un planteamiento indudablemente de una enorme buena intención por acercar a los deportistas al mayor número de público para verlos en directo, en persona. La organización apostó por un acto diferente al habitual paso de las delegaciones por el estadio olímpico y el recurrente programa de actuaciones culturales, musicales y parlamentos.
La apuesta de París era revolucionar la ceremonia. Así, el desfile recorrió seis kilómetros de una arteria principal, más aún el corazón, de la Ciudad de la Luz como es el río Sena. Casi 160 embarcaciones navegaron desde el Puente d’Austerlitz hasta el de d’Iéna. A bordo, las delegaciones de los países participantes en los Juegos Olímpicos de París 2024, que en ese recorrido y posteriormente en Trocadero con el cierre del acto con actuaciones y parlamentos y paso de los abanderados, serían vistos por presumiblemente 600.000 espectadores.
Las cifras que se manejaban en cuanto al seguimiento de la Ceremonia de Apertura se significaban con cientos de millones de telespectadores en todo el mundo, viendo también a esas 206 delegaciones. Francia planteó reinterpretar la inauguración, siendo la primera vez que saliera de un estadio olímpico, de hecho subrayaban que hasta diez vez más personas que las permitidas por el aforo del Estadio de Francia podrían ver en persona el evento.
Cercano. Y multicultural. Las propias actuaciones y exhibiciones musicales o deportivas se desarrollarían en plataformas en el propio recorrido por el Sena. Hacer de París un gran escenario deportivo y cultural.
A las 19:30 horas dio inicio la Ceremonia de Apertura de los Juegos con el lanzamiento de un vídeo, proyectado en grandes pantallas localizadas en diferentes puntos de los muelles del Sena, con Zinedine Zidane como portador de la antorcha, recorriendo la ciudad, el metro y cediendo la misma a unos niños en representación de las personas desplazadas de sus países y refugiadas, que aparecían luego en un pequeño bote por el Sena. Una batería de fuegos artificiales sobre el Puente d’Austerlitz representó los colores de la bandera de Francia y desde ese momento la música y los juegos de agua con plataformas desde dentro del río fueron puerta de acceso a los barcos de las delegaciones. Una actuación de cabaret con Lady Gaga interrumpió la primera tanda del desfile, que arrancó, siguiendo el habitual protocolo, con Grecia.
Las delegaciones desfilaron en esa flota en grandes unidades en el caso de los países con mayor representación, compartiendo embarcaciones en otros casos, o incluso marchando por el agua con pequeños barcos en los casos con menor número de deportistas.

El recorrido
El Sena sustituyó a la tradicional pista de atletismo, los muelles se convirtieron en gradas para los espectadores y la prensa. El recorrido del desfile por el Sena debía ser un viaje visual por la historia y la arquitectura parisinas.
El puente de Austerlitz, junto al Jardin des Plantes, fue el punto de partida de la flota, que continuó hacia el oeste durante 6 kilómetros a lo largo del Sena, pasando por debajo de puentes históricos y por lugares emblemáticos, como Notre-Dame y el Louvre, así como algunas sedes de los Juegos Olímpicos, como la Explanada de Les Invalides y el Grand Palais.
Agrupados en los barcos con sus equipos nacionales, los deportistas llegaron finalmente frente al Trocadero -la explanada frente a la Torre Eiffel-, donde se llevaron a cabo los protocolos oficiales, se encendió el pebetero olímpico y se declararon oficialmente inaugurados los Juegos Olímpicos de París 2024.