El BM Mar Valencia – Osito L’Eliana derrotó en la final a doble partido al Viborg y conquistó la Copa de Europa: Mayo, Morskova, Pareja y Gómez recuerdan la gesta 20 años después
Hubo brillo y alegría y orgullo de seguir juntas y una densa satisfacción en el encuentro, uno más en realidad, por aquello que lograron hace veinte años, salvando no pocas circunstancias negativas de fondo económico, con la conquista la Copa de Europa de balonmano femenino. El BM Mar Valencia – Osito L’Eliana logró, el 10 de mayo de 1997, en Herning (Dinamarca), aquello por lo que tantos años llevaba luchando el club, pero lo que al tiempo nadie hubiera pensado esa campaña: campeonas de la Champions. Y sobre aquello, épico, reflexionan en una conversación tranquila para Visibilitas, alrededor de una mesa, charlando como en tantas otras ocasiones a lo largo de los años, cuatro de sus protagonistas: la entrenadora Cristina Mayo y tres de sus jugadoras, Cristina Gómez, Natalia Morskova y Susana Pareja.
Llegan una a una a casa de Mayo. Abrazos. Sonrisas. Bromas. Es el primer planteamiento común que defienden las cuatro: «Lo más importante es lo bien que lo seguimos pasando juntas y la buena relación que tenemos pasados los años. Es un reflejo de lo que vivimos cuando jugábamos, obviamente exigía trabajo duro, competir, sacrificar cosas, tener nuestros desencuentros y broncas, pero lo mejor es lo bien que nos lo pasábamos entrenando y jugando».
Y a modo de introducción al encuentro, sintetizando su pensar, Cristina Mayo expresa meridiana qué supuso aquella Champions: «Aquel día fue un hito increíble. Creo que el balonmano español, aunque ya veníamos avisando, demostró al mundo entero que podíamos y, de hecho, estuvimos en otras dos finales de Champions y fuimos subcampeonas. Y el año siguiente ganamos una Recopa de Europa. Creo que fue el principio de lo mejor del balonmano español».
El camino hacia aquella corona empezó en Bosnia y Herzegovina el 11 de octubre de 1996 en Tuzla. «Fuimos el primer equipo extranjero que fue a jugar a Bosnia después de la guerra en una eliminatoria europea de cualquier deporte. Jugamos allí los dos partidos y en ambos casos la gente de allí nos aplaudió como su fuéramos su equipo», recuerda Cristina Gómez, al tiempo que Natalia Morskova apunta «estaban agradecidos de que fuéramos a jugar allí. Nos llevaron a los sitios donde sucedieron las cosas y a un cementerio donde había enterradas tres de sus jugadoras. Pero lo que vivimos allí fue algo mágico».
«Para llegar nos acompañaron cascos azules. Y para cruzar el río el autobús, tuvo que ser pasando sobre una plataforma», cuenta Susana Pareja. Jugaron los días 10 y 11 la previa de la Champions contra el RK Jedinstvo Tuzla y la resolvieron por un global de 39-69 (23-24 y 16-35). Luego, la liguilla la superaron como líderes con 11 puntos, dejando segundas a las campeonas de Copa de Europa del año anterior, el Podravka croata.
En cuartos de final, el rival fue el Kometal DJ. Petrov de Macedonia. Y el primer partido fue en Skopje. Hubo emboscada recuerdan explican Mayo y Morskova: «Nos llevaron en taxis; todas separadas. Y a la mitad nos llevaron a un sitio y a la otra mitad a otro. No era el lugar de juego. El partido era televisado por el canal macedonio y no iba a haber cambio de horario. Llegamos y nos dijeron que sólo teníamos diez minutos. No pudimos calentar. Era el objetivo. Perdimos 23-20». Pero el equipo dio la vuelta a la eliminatoria en Valencia y ganaron 27-21 (Global: 44-47).
«Las finales fueron históricas», subraya Mayo. Las valencianas se cruzaron con el todopoderoso Hypobank austriaco. Seis Copas de Europa en su haber, cuatro de ellas seguidas un año antes del triunfo del Podravka. «Tenían un potencial económico increíble. Tenían de todo. Disponían de todo. Y fichaban a las mejores jugadoras de cada país. Llegaban y al poco las nacionalizaban», comenta Morskova.
Durante muchos años el Hypo eliminó al conjunto de Mayo, pero en esta ocasión la historia cambió. Las semifinales arrancaron en el pabellón de L’Eliana y el equipo local conjugó un extraordinario partido, ganando por doce goles (34-22). El partido de vuelta en Viena fue pura impotencia ante las decisiones arbitrales. «Se veía claramente que éramos superiores, pero no nos dejaban», significa la entrenadora, al tiempo que Cristina Gómez recuerda que «fue una impotencia absoluta, porque sacamos de centro, dábamos un paso y nos pitaban pasivo; atacábamos, conseguíamos abrir la defensa y nos pitaban golpe franco; no sabíamos qué hacer». «Era como si te quitasen el balón, te atasen las manos y te dijesen: ‘mete gol’», apostilla Morskova.
Pero se dio una situación que lo cambió todo y Cristina Mayo la protagonizó: «Estaba allí presenciando nuestra propia ejecución. Se pusieron de 7, de 8, de 9, de 10… No podía quedarme con los brazos cruzados. Pensé, si de esto se hace un escándalo, por lo menos el Hypobank dejará de tener todas las prebendas y dejará de haber todas las injusticias para los equipos que juegan contra ellas. E hice lo que hice. Pensé que podía haber consecuencias graves, pero esto iba a tener repercusión. Y cualquiera que pida el vídeo, verá lo que estaba pasando en aquel partido. Pero pensé, aquí vamos a perder de trece y no se va a enterar ni el apuntador y luego se dirá qué injusticia. Y no. Y la monté».
La entrenadora entró a la pista y comenzó a coger a sus jugadoras, a agarrarlas y a sacarlas de la pista. «Nos vamos, nos vamos, todas al vestuario», recuerda Pareja que decía Mayo, quien no quería volver a pista. Pero antes de cumplirse los tres minutos de incomparecencia en el campo, regresaron. La actuación de los polacos Baum y Szczepanski cambió. Dos golazos de Maite Andreu, reactivaron la historia. Aún así, las valencianas perdieron de once (26-15), pero ganaron la eliminatoria de uno (49-48). La federación europea, por otro lado, analizada la situación, sancionó a los árbitros y a Mayo con seis meses.
De modo que la entrenadora no pudo estar en la zona técnica en la final. El rival fue el Viborg de Dinamarca. Otro gran equipo, claro. «Pero habíamos eliminado al gran, gran campeón, y ya nos daba igual lo que nos echasen», resuelve Mayo. «Llegar a la final fue un sueño hecho realidad. Éramos una plantilla corta, con muchos problemas económicos y realmente no fuimos conscientes de todo lo que habíamos hecho hasta pasado el tiempo», expresa Pareja.
El 3 de mayo de 1997 se disputó la ida de la final en L’Eliana. «Tuvimos un ambiente que generalmente no lo teníamos en casa. Estaba lleno. Cuando encontrábamos un ambiente así de público lo habitual era que fuera en contra. Siempre nos motivó mucho jugar en campos con gente y en contra. Y de repente te vas a la final y esa gente es nuestra. Fue perfecto, increíble», recuerda Gómez.
Y las valencianas ganaron con una buena renta al Viborg por 35-26. «Fue una pasada. Salimos tan crecidas, tan seguras, que bordamos todo con oro. Era una felicidad de jugar así. Ellas se quedaron con unas caras… no se lo creían; nosotras cada vez más arriba y ella cada vez más paralizadas», comenta Morskova. Y Pareja subraya cómo era aquel conjunto: «Llegamos a tener una extraordinaria conexión en el juego. Era el resultado de trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo. Nos divertíamos tanto en la pista que todo fluía. Sólo con una mirada ya sabíamos qué había que hacer. Fue un año increíble. Si hubiéramos jugado diez títulos los hubiéramos ganado todos (alzaron cuatro títulos esa temporada: liga DHF, Champions, Copa de la Reina y Supercopa».
Antes de alzar la Copa de Europa hubo que jugar en Dinamarca. La vuelta. Con Mayo en la grada, casi custodiada por los delegados de la federación europea. Intercambiando comunicación como bien se podía con su Sagrario Santana. «Lo cierto es que el partido se llegó a poner complicado. Nos llegaron a empatar», dice Gómez. «Veía al equipo parado. Les veía incapaces de desdoblarse, de circular, de que hubiera desdoblamientos. Pero reaccionaron y Svieta Bogdanova tuvo un papel importante con sus paradones», recuerda Mayo. Perdieron 24-23, pero el global fue de 58-50 para el Mar Valencia – Osito L’Eliana.
Confluyen sus miradas a la hora de echar la vista atrás y verse alzando la copa de la Champions. Cuatro formas diferentes de verlo, de sentirlo, indescriptible, un cúmulo de emociones personales y de equipo metidas en una coctelera de gloria. Todas ellas —Mayo, Morskova, Pareja y Gómez— hicieron historia junto a Maite Andreu, Silvia del Olmo, Montse Puche, Sagrario Santana, Izaskun Múgica, Svieta Bogdanova, Mireia Espí, Silvia Navarro, Sandra Alonso y Carmen Lis (delegada).
«No tuve el orgasmo deportivo que tocaba. Estaba superada por el ambiente. Yo estaba allí arriba y ellas allí abajo. Sabía que era muy importante, que lo habíamos conseguido, que llevábamos toda una vida peleando por esto, pero no supe disfrutarlo. Pero lo que sí sé es que eran las mejores jugadoras de Europa cada una en su puesto», significa Cristina Mayo.
Pero en el marco de la épica, de aquella gloria, de aquel singular equipo, cuya forma de jugar marcó un estilo, considerado a la española, que a la luz de aquéllas se proyectaron luego las formas de jugar de clubes y de la selección española, existe el lamento y la reivindicación. Superaron las malas circunstancias económicas. Seis meses llegaron a pasar sin cobrar. Incluso tuvieron que decidir entre viajar a las semifinales o la misma final de la Champions o cobrar sus sueldos. Incluso hoy siguen en un cajón, como papel mojado, unos pagarés por valor de 12,5 millones de pesetas de un fracturado patrocinador. Y nadie se hizo cargo de aquello. Y lo peor, dice Mayo, es que el legado de aquellas estrellas, toda la experiencia que reunieron en su carrera deportiva, no se trasladara con una escuela o las futuras jugadoras de una forma directa. Al fin y al cabo, fueron y son campeonas de Europa.
Comments 1