La leonesa llega en Río a sus terceros Juegos Olímpicos, los del punto final a su carrera en la rítmica
La campeona de España de gimnasia rítmica, Carolina Rodríguez, se despedirá en los Juegos Olímpicos de Río «muy satisfecha de haber llegado donde no pensaba», ha reconocido días antes de poner rumbo a Brasil.
Será el adiós a dieciséis años en la alta competición y más de dos décadas en un tapiz, desde que comenzara siendo una niña en una iglesia abandonada en el barrio leonés de Puente Castro y haya concluido en las mejores instalaciones posibles, el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de León cumplida ya la treintena para preparar sus terceros Juegos Olímpicos.
Carolina echa la mirada atrás, no con nostalgia, sino con orgullo de lo realizado, reconocimiento que quizá esos duros comienzos forjaran en parte el carácter luchador que siempre le ha acompañado y que le ha permitido alargar, de manera inusual, su carrera deportiva por encima de los límites establecidos en su deporte.
«Es cierto que me he sentido diferente al resto de niñas, comenzando a entrenar en una iglesia en forma de cruz y con frío, quizá eso en parte te curta para el futuro, pero esas vivencias a los 7 años no eran percibidas entonces, porque era feliz con lo que hacía y dónde lo hacía, por lo que no me sentía inferior a nadie», afirma.
Una de las claves de su éxito: «Trabajar mucho y en las circunstancias que fuera»
Lejos de enorgullecerse con su palmarés, el más brillante a nivel nacional en cuanto a títulos, ni tampoco su entorno más cercano —siempre en un segundo plano pese a ser parte de la explicación a su peculiar estilo expresivo—, reconoce que su único mérito ha sido «trabajar mucho y en las circunstancias que fuera».
No tiene claro que unas condiciones más idóneas le hubieran permitido alcanzar un mayor nivel deportivo «porque en Madrid, cuando estaba con la selección concentrada tenía todo y sin embargo era la 90 del mundo y estos últimos años están siendo los mejores de mi carrera, por eso no se puede especular con lo que hubiera sido».
Pero lo que parece claro es que el momento más duro de su dilatada trayectoria en la gimnasia, al margen de la pérdida prematura de su hermano, se sitúa en 2007 cuando fue expulsada de la selección española y supuso su primera despedida.
«Me dieron por acabada y eso me dejó quemada, sin querer saber nada de la gimnasia, por lo que estuve unos meses intentando encontrar mi sitio, pero poco a poco, viendo entrenar a Ruth —su entrenadora de toda la vida— y a las niñas me fui dando cuenta que la pierna seguía subiendo y acabé volviendo con más ganas», afirma.
Estos últimos años han sido los más prolíficos, no solo a nivel nacional donde ha afianzado su supremacía, sino sobre todo en las competiciones internacionales donde ha encontrado un mayor respeto por parte de las jueces «algo que se gana con la regularidad y mejorando la calidad y, por ejemplo, en el último mundial fui la única gimnasta que no cometí ningún error grave», puntualiza.
De entre sus rivales siente predilección por algunas de las gimnastas rusas que han creado escuela «la presencia en el tapiz de Ana Besonova o, en conjunto, Evgenia Kannaeva, aunque haya compartido tapiz con varias monstruas a las que admiro fundamentalmente por su enorme trabajo», dice.
El próximo 19 de agosto, en el epílogo de los Juegos de Río, pondrá fin a su carrera y cree que no concluirá la competición, ocurra lo que ocurra, con lágrimas en los ojos «porque es un fin que es lógico y que veo con satisfacción».
«Será una competición más en la que disfrutar e intentar hacer algo grande como sería concluir entre las diez mejores que me valdría como una medalla», señala.
Desde el próximo 14 de agosto, cuando viaje a tierras brasileñas, tendrá como objetivo encontrarse en la villa olímpica con uno de sus iconos deportivos, Rafa Nadal, con el que no pudo encontrarse en Londres 2012 ante la ausencia del tenista.
«Concluir entre las diez mejores en Río me valdría como una medalla»
A partir de que se apaguen para ella los focos del HSBC Arena de Río de Janeiro empezará la nueva etapa para la gimnasta leonesa que se centrará en su apartada trayectoria académica para intentar concluir sus estudios de Psicología y después se tomará un periodo de descanso de un deporte que ha captado todo el interés en su vida.
«Necesito encontrar mi sitio en la vida, porque hasta ahora he estado viviendo, como otros deportistas, en una burbuja y sé que tengo que salir de ella, por eso me tomaré un tiempo de desconexión y no tengo claro que siga vinculada a la gimnasia, aunque tenga titulación para ello, pero como gimnasta lo he dado todo y no sé si sería capaz de transmitirlo», comenta.
Sin embargo, la forjadora de su talento y entrenadora Ruth Fernández intentará que pueda trasladar sus muchas experiencias a las compañeras del Club Ritmo de León que ya empiezan a despuntar también en la selección como Sara Llana, Olatz Rodríguez y Paula Serrano, pero la última palabra la tendrá «la imagen más expresiva de la gimnasia», como alguien la describió hace años.
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