La jugadora de hockey hierba, persona próxima, optimista, imprescindible, reflexiona sobre su camino vital y deportivo, recorrido sorteando duros obstáculos, pero dejándolos atrás dando la cara
Por Raúl Cosín
“El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos”. Fue la forma que Ernest Hemingway conjugó para unir palabras y contar eso que conocemos por resiliencia. Virtud esencial que forma parte de los mayúsculos fundamentos de Maialen García Galarraga (San Sebastián, 5/4/1990), que al tiempo es una sonrisa en esencia eterna, que es una figura que irradia optimismo, que vela por la unión, que salvaguarda experiencias profundas personales y deportivas, que se ha levantado regia del látigo de las severas lesiones, y que abraza siempre el hockey hierba, disciplina y valores que siempre se esfuerza por trasladar a las nuevas generaciones. A aquello del palo y la bola llegó en edad tardía para lo que es común, pero desde que lo hizo fue para construir un recorrido de rango, ejemplar, queriendo enormemente lo que hacía, aunque interrumpido en tres ocasiones por el quebranto desde las rodillas. Con todo, mantiene esa magia, prevalece ese rasgo positivista, buscando cuanto menos dar lo mejor de sí misma, liberándose de los escollos pronunciados. «Los obstáculos no tienen que detenerte. Si te encuentras con un muro, no te des la vuelta o te rindas. Averigua cómo escalarlo, atravesarlo o rodearlo” (Michael Jordan).
Las historias pueden relatarse en diversas direcciones. A veces, en la lectura pausada y profunda de las mismas uno pueden seguir cada renglón con un fondo musical. Podría significarse la narración de Maialen con el Viva la Vida de Coldplay desde una versión orquestal. Cercana siempre, con una conversación sin límites, reflexiva y sin guardarse nada, ‘Mai’ repasa su camino con sueños cumplidos y otros (no imposibles) por conseguir todavía.
Si uno se asoma a la vida de este enérgica guipuzcoana se encuentra con la idea del deporte en pureza a través del hockey hierba, con viajes por todo el mundo, con esas lesiones dolorosas y superadas, con la firmeza de las decisiones tomadas en busca de reencontrarse consigo misma y de afrontar oportunidades, con una persona de las que están más por los demás, pero que también aprenden de las decepciones, con alguien que suma siempre, que da la mano y ofrece, y que se instala en la honestidad. A esa historia nos acercamos para su treinta cumpleaños, en el que mantiene esa sonrisa en esencia, aunque viviendo también la dureza de momentos tan complejos para la sociedad como los tiempos del coronavirus.
Olvidado el último escollo
Quizás desde lo alto del monte Hernio celebró el haber dejado atrás su última lesión, la tercera de rodilla en su carrera. Sucedió en el partido de cuartos de final del play-off por el título de la División de Honor de hockey hierba de la temporada 2018-2019. Pletórica de forma, su equipo, el Junior barcelonés, se enfrentaba a la Real Sociedad, su exequipo, con el que ya vivió las dos lesiones anteriores. Ensoñaba pelear y optar al título y vivía el recorrido de la selección, con las RedSticks con las que ya logró el bronce en el Mundial de Londres 2018, hacia Tokio 2020: “Cuando me caí al suelo esos sueños se desvanecieron. En esos momentos que estaba tirada en el campo todo el mundo me preguntaba si estaba bien, si era la rodilla, si me dolía… pero en mi cabeza solo escuchaba mis palabras internas: ‘Adiós liga, adiós Tokio’. Todo el mundo intenta animarte diciéndote que no es nada, pero yo ya había vivido esta lesión por suerte o por desgracia dos veces en la otra rodilla y sabía muy bien lo que me esperaba”.
Tuvo una primera intervención del cruzado de la rodilla derecha. Pero creó adherencias y tuvo que pasar de nuevo por quirófano. Y de nuevo tuvo que empezar. Los dos primeros meses, enmarcados en el intenso calor del verano, se hicieron extremadamente largos. Su madre se desplazó de San Sebastián a Barcelona: “Pasas de ser deportista de alto nivel a no ser capaz de valerte por ti sola; y eso es duro. Pierdes la confianza en ti misma, no te reconoces, no te gustas, no tienes fuerzas… Soy una chica muy optimista y alegre. Pero esto lo llevaba por dentro y se me hacía muy duro. Ya que siempre veo el vaso medio lleno y ahora lo veía vacío. Pero decía para mí: ‘No me lo puedo permitir, no me lo puedo permitir’. Para intentar darle la vuelta me puse pequeños objetivos. Cada noche escribía tres cosas positivas. Podían ser momentos, logros, personas… Al principio, me costaba anotar una. Pero con el tiempo fue fluyendo todo”.
“Hoy he doblado 70 grados”, “he empezado a caminar sin muletas”, “me puedo duchar sola”, “me puedo atar los cordones”, “ya me siento normal en el coche”, “me he montado en la bici”, “hoy te veo feliz”, “cada día tardas menos en subir las escaleras”, “ya puedo conducir”, “he subido Hernio”, “empiezo con un poco de hockey”, “hoy he corrido 5 minutos”…
Anotaciones en positivo que fue destacando Mai durante la recuperación de su última lesión
Considera que es la lesión más dura de las tres que ha pasado no solo por lo severo de la misma y el momento, sino por lo que le afectó mentalmente. Pero, al tiempo, sonríe y refrenda ese optimismo que le envuelve siempre casi de forma mágica, porque logró liberarse de cualquier pensamiento negativo: “Te das cuenta de que eres mucho más que una jugadora de hockey. Te das cuenta de la gente que tienes alrededor, cómo se vuelca todo el mundo, cómo te ayudan en una situación así. Valoras los pequeños momentos que cada persona te da, el tiempo que te regalan. Y sobre todo te conoces a ti misma”.
Nueve meses después, siempre acompañada por Íñigo Murua en Donosti y por Jorge Bastida en el Junior, arropada por sus compañeras, por las que siente un enorme agradecimiento, tras haber empezado a jugar con el segundo equipo del Junior, regresó a sentirse como jugadora del alto nivel. Ese reencuentro lo cortó, sin embargo, como ha congelado a la sociedad en su conjunto, la pandemia del coronavirus. Este hecho, desgraciado en todos los casos, ya ha supuesto el aplazamiento de los Juegos de Tokio a 2021. Se abre una nueva oportunidad. De nuevo, el ensueño de sus objetivos personales, como volver a ganar un título con el Junior, como ya lo hizo con la Real Sociedad, o el poder competir en unos Juegos Olímpicos, cuya presencia se resistió en Río de Janeiro 2016, pero había tomado buena forma hacia Tokio, siendo una de la elegidas por Adrian Lock, por ejemplo, en el Mundial de 2018, que se tornó de bronce para España.
Siempre ofreciendo la mano
La clave de Maialen está en cómo se proyecta hacia los demás. Persona honesta, transparente, optimista por naturaleza, preocupada siempre por tender la mano, especialmente ligada a las más pequeñas, a las generaciones que vienen y a las que entrena, formando en valores más allá de lo técnico-táctico. Escrutando opiniones en su entorno de equipo o de la selección se subrayan conceptos similares como el positivismo que lanza como con un cañón de diámetro enorme o el peso esencial para hacer grupo, como dicen las RedSticks para ser una piña indestructible.
“Soy una persona que disfruta, optimista, con una filosofía de vida en cuanto a que creo que todo es cuestión de actitud. Depende de qué actitud pongas será con la que te respondan. Siempre pienso en que todo el mundo esté a gusto. Quizás me ha ayudado lo que he vivido. También he estado en el extranjero, sé lo que es vivir sola muy lejos de casa -en referencia a su etapa en Estados Unidos-. Cuando estoy en club y vienen fichajes intento ser como el punto de conexión, también con las pequeñas. Las pequeñas nos pueden enseñar muchas cosas. Recuerdo que cuando era pequeña tenía miedo a las mayores. Y yo no quiero que me vean como una bruja, como una intocable. Creo que hay que ser más cercanos, estar más por ayudar, y obviamente siempre tiene que haber un respeto. Pero a la vez creo que tengo algo que cuando no me conocen es como si fuera inaccesible, seria… y creo que no tengo nada que ver con esa imagen. Y a nivel juego es lo mismo, creo que juego más sin bola que con bola. Cómo puedo ayudar a alguien a cubrir ese espacio. En la evolución como jugadora creo que aprendes a saber lo importante que es saber jugar sin bola con el tiempo. Al principio, siempre buscas la bola como sea”, significa la jugadora internacional.
De los comienzos, su viaje a Estados Unidos y los cambios necesarios
Lo creativo y el deporte. A las claras podía tener uno los caminos de Maialen desde pequeña. Siendo una chiquilla siempre iba a las reuniones familiares con una carpeta, un cuaderno y pinturas. De ser una parlanchina —“Una cotorra”, recuerda que le decía su madre— a prácticamente desaparecer en su imaginación dando forma sobre el papel a todo aquello que le pasaba por la mente. El resultado es su formación en Diseño de Interiores. Pero al tiempo era pura energía y no eran pocas las disciplinas en las que se zambulló desde el colegio: natación, tenis, atletismo (hacía 60 lisos, 60 vallas, 100, 200 y salto de altura y longitud, si bien lo que más le gustaba eran las pruebas de velocidad) y baloncesto. Lo suyo con el hockey hierba en realidad sobrevino por conciliar más tiempo con sus amigas, que sí jugaban al deporte del palo y la bola, y además fue a edad tardía, a los trece años, respecto a lo habitual en la cuna de esta disciplina, Terrassa, que prácticamente nacen con un palo de hockey bajo el brazo. Con las habilidades atléticas sobradamente pulidas, empezando en el colegio, que era filial de la Real, llegó al conjunto de San Sebastián y no tardó en aprehender bien lo técnico y lo táctico.
“Cuando llegué a la Real era la enana, muy descarada jugando, luego vas creciendo y te cambia tu forma de jugar. Me decían: ‘Siempre llevas una sonrisa cuando juegas y se te nota que disfrutas’. Al principio me ponían arriba, era un poco que haga lo que quiera, que corra… Y luego te vas afianzando en el equipo, vas cogiendo más responsabilidad y eso va pesando. Cambia tu juego, miras muchas más cosas. Tuve una lesión de cruzados cuando tenía 17 (precisamente la temporada que ganaron la liga) y eso también cambió mucho mi forma de ver todo. A nivel deportivo, fue una operación dura. Estuve seis meses fuera y luego no encontraba el mejor juego. No me operaron bien. Y me tuve que operar de nuevo tiempo más tarde, porque se me rompió a los tres años de operarme. Jugaba mal. Se me hinchaba. Me dolía. Tenía que parar tres días. Y al final me terminé operando otra vez. Y me abrieron a los 22. Y ese creo que fue mi punto de inflexión a nivel personal y deportivo. Cuando me operaron debía tener la rodilla fatal y cuando me desperté me dijo el médico que no sabía si iba a poder volver a jugar. Y ahí fue como un shock. Me costó recuperarme mucho de eso”, relata.
Maialen, poco antes de su segunda operación, viajó a Estados Unidos con una amiga a un campus de verano de hockey. Un mes y medio con las actividades y entrenamientos con las niñas y otro mes y medio viajando. Antes de regresar, un entrenador del campus le propuso quedarse para trabajar allí entrenando. Mai regresó a San Sebastián, se operó y mentalmente entendió que era una oportunidad doble: primero, de reencontrarse consigo misma, lo necesitaba, andaba perdida; y, segundo, de conocer nuevas formas de entender el juego e incluso de rehabilitarse con grandes especialistas, pues le dieron aquella oportunidad también. Progresivamente, además de trabajar con las niñas, fue mejorando, empezando primero a jugar como ‘matatiempo’ con las madres de las niñas, y luego con la selección del Este del estado de Nueva York, donde también pudo desempeñar una labor con las chicas jóvenes. Durante su estancia en Estados Unidos siguió manteniendo el contacto con la selección española, con la que ya había tenido su recorrido en categorías inferiores y absoluta, y Adrian Lock le invitó a que se sumase en una gira de las RedSticks por San Francisco. Quedó a las claras que se había recuperado. Estaba lista. Y regresó a casa, a la Real, después de casi dos años en su experiencia norteamericana. No compartió situaciones que se daban en su regreso a la Real y decidió salir después de dos temporadas.
“Durante mi estancia en Estados Unidos me di cuenta de muchas cosas. Te das cuenta de la gente que te apoya y la que no. Personas cercanas que desaparecen y gente con la que tenías quizás menos contacto y que se preocupaban por ti. Te das un golpe de realidad también. Cambió mi forma ser en aquellos años seguramente en ir un poco más con cuidado con las personas. Era muy extrovertida y pensaba que podía confiar en todo el mundo. Cosas de juventud. Te das cuenta de que no todo el mundo te suma. Pero siempre he seguido y sigo manteniendo el optimismo y las ganas de estar por los demás. Ya en esa segunda etapa de la Real, pues hubo cosas con las que no coincidía y, aunque me costó, porque era mi casa, decidí salir”, explica.
Pasó dos temporadas que recuerda con absoluto cariño en el Jolaseta. Marchó a Bilbao. Coincidió con María López de Eguilaz, Lucía Ybarra, también regresaba Rocío Ybarra: “Era un equipo con un proyecto deportivo que no era de los fuertes, en el que luchábamos por no descender, incluso en la segunda temporada descendimos, pero pasé dos años geniales, en el que volví a algo que me importa mucho que es el deporte en pureza, que es competir, pero también disfrutar, fue un tiempo que siempre voy a tener en un bonito recuerdo. Allí también me monté mi vida con el equipo, con mis amigas, tenía un curro, tenía la vida equilibrada y hecha. Sin embargo, aunque me costó irme, ante el hecho de ir al Mundial de Londres después de quedarme fuera de Río, y con el objetivo de ir a unos Juegos, mi sueño, con Tokio por delante, tuve que buscar otro proyecto; el club lo entendió y mis compañeras me animaron a salir”.
“Agradecer a todos los médicos, fisios tanto en Barcelona como de Donosti, al equipo del Junior y sus familias que me han acogido como a una más, a las Redsticks, a mis amigas más cercanas, a Jon, a la familia y en especial a mi madre por estar cada día a mi lado, por ser un apoyo constante”
Agradecimientos por el apoyo durante su última recuperación
Maialen se fue al Mundial de Londres 2018 sin equipo. Y en el transcurso seguía sin tener el futuro aclarado. Pero acabó fichando por el Junior de Barcelona: “Desde el principio me sentí como en casa. Solo tengo palabras de agradecimiento. Y las compañeras son enormes”. Una nueva etapa, en un equipo con jugadoras entre absolutas y sub’21 con las selección, de los que opta a pujar en los play-off de liga y Copa de la Reina por todo, y con esa medalla de bronce con las RedSticks colgada al cuello. Pero se dio esa última lesión, que le dejó fuera del Europeo de 2019 (bronce de la selección) y del Preolímpico de Valencia, donde se logró la clasificación para Tokio. Parecía que los Juegos ya se habían esfumado, pero, ya recuperada, el aplazamiento a 2021 ¿por qué no va a presentar una nueva oportunidad?: “Aunque sea una locura y súper triste la situación que estamos viviendo con la pandemia, es cierto que a nivel deportivo se abre una puerta con los Juegos. Con la última lesión dije ‘Adiós Tokio’, pero se abre de nuevo esa posibilidad, ese sueño y tengo un año por delante para volver a estar arriba al 100% con ese objetivo”.
Habrá que ver el vaso medio lleno (o lleno), que es la mirada con la que suele mirar la mágica Mai. Dice que el hockey se lo ha dado todo, que ella intenta vaciarse, trabajar, mostrar y buscar siempre su mejor versión… La vida, parece, que le presenta esa nueva posibilidad de alcanzar un sueño. La historia dirá.