HOCKEY HIERBA | ANÁLISIS
Deja una huella profunda Rocío Gutiérrez en el deporte, especialmente en el suyo, el que agarró fuerte desde niña: el hockey hierba. Toda una vida proyectando su enorme argumentario deportivo y competitivo, amasando un notabilísimo palmáres tanto con la selección española como a nivel de clubes. Pero ante todo es persona comprometida, con un gran sentido de la lealtad y lo veraz, sencilla y humilde, que abraza bien eso tan propio del deporte en equipo como la pertenencia a un grupo, a una piña, a una familia. Rocío Gutiérrez Sierra (San Fernando, Cádiz, 20/7/1985) disputó su último partido profesional, en las filas del Club de Campo Villa de Madrid, en la final por el título de la liga de División de Honor Femenina de hockey, que se adjudicó el Sanse Complutense. Un subcampeonato para cerrar una historia como jugadora, pero que tiene un zurrón repleto de éxitos. Su despedida ya significó una oleada de mensajes de cariño para ‘Guti’, la gran capitana, y como escribí una vez: Liderazgo en brillante silencio.
En agosto de 2018, Rocío ya decidió poner punto final a su recorrido con la selección, con las Redsticks. Lo hizo tras el bronce que logró España en el Mundial de Londres. Aquello también significó entonces el ascenso del combinado nacional, dirigido por Adrian Lock, al séptimo lugar del ránking mundial. Rocío debutó oficialmente en marzo de 2009 contra a Alemania y hasta el último encuentro frente a Australia, celebrado en la capital británica, acumuló 151 partidos oficiales. Una trayectoria resumida con su participación en los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro 2016 con Diploma Olímpico, con ese bronce en el campeonato del Mundo de 2018, además del disputado en Rosario 2010. A ello sumó su presencia en tres campeonatos de Europa, entre otras competiciones internacionales. A nivel indoor, logró la medalla de plata en el Mundial de Viena 2009 y en el Euroepo de Duisburgo de 2010.
‘Guti’ se formó en las filas del CH San Fernando, tuvo un breve paso por el Club Egara, y desembarcó en el Club de Campo. Es la jugadora que más títulos acumula en la historia del hockey español: 10 títulos de Liga, 12 de la Copa de la Reina, 11 campeonatos de España y 1 Euro Hockey Club Trophy, a lo que hay que sumar otras medalla a nivel doméstico y continental.
Una jugadora carismática, una buena persona
Nadie es imprescindible. Pero sí hay quien es rotundamente importante en un grupo. Esas piezas angulares que dan sentido a un bloque. Rocío Gutiérrez ha sido una líder silenciosa. Desprende hockey. Y sobre un campo, firme, seria, granítica en la retaguardia, se eleva como la figura en la que sus compañeras se apoyan, bien fue con la selección española o con su equipo, el laureado Club de Campo Villa de Madrid, hasta la retirada anunciada. Ella, tímida, pero apasionada en su discurso, de mirada brillante cuando habla de su deporte, que al tiempo es su vida, no busca o pretende ser protagonista, pero ciertamente lo es.
El hockey hierba le viene de cuna. Su padre fue portero del CH San Fernando. Rocío empezó con el stick y la bola con siete años. Se iba con su padre, que ya no estaba en activo, pero perseveraba en su intento logrado por revitalizar el hockey en Cádiz, y buscaba una esquinita en los campos para comenzar a golpear con el palo.

‘Guti’ brilló desde pequeña. Ya siendo infantil, tras acabar en quinto lugar con el San Fernando en un campeonato de España infantil, le convocaron para un plan de detección y tecnificación (PDT) en Bilbao: «Nadie me dijo exactamente si valía o no. Sentía poco a poco que las cosas me salían, que me gustaba, que disfrutaba con el hockey y era lo que quería hacer».
Progresó con su club y en las categorías inferiores de la selección. Con 17 años ingresó en el CAR de Madrid. Compaginaba su formación y los entrenamientos de la semana con los viajes para jugar con el San Fernando los fines de semana. Así fue el primer año. El segundo fue similar, pero ya en División de Honor con el Club Egara de Terrassa. Una temporada en la que descendieron. Regresó a su equipo de siempre, a San Fernando, que precisamente ascendía a Primera.
Fue en 2006 cuando llegó al Club de Campo Villa de Madrid. Uno de los grandes de la liga española. Las medallas y los trofeos no los guarda ella, sino que se los custodia su hermano: «Cuando voy a su casa y los veo en realidad pienso en el tiempo que pasa y lo que hay ahí de trabajo, pero me da la sensación de ver los logros de otra persona». Tuvo un sueño, el que es común denominador en los deportistas, y lo cumplicó: compitió en los Juegos de Río 2016, donde las Redsticks hicieron Diploma.
Cierra una etapa. Durante años ha compaginado el hockey también con el trabajo. Pero sin duda alguna el vínculo con el hockey seguirá siempre. Recuerdo un momento meses antes de la ‘explosión’ de la pandemia global del coronavirus. En Valencia y con el impulso de la ‘Marea Naranja’ de San Fernando, que se hizo notar. Se disputó el Preolímpico y las Redsticks lograron la clasificación para Tokio 2020. En la grada, mirando a sus compañeras y amigas celebrar ese billete olímpico, lo vivía con ellas, con alguna lágrima de emoción, pero a la vez tranquila por el trabajo bien hecho… como ella siempre hizo.
