En el mundo de los eventos náuticos, sean cuál sea el deporte de agua, la tendencia cosmética se expande de la misma forma
OPINIÓN
La sostenibilidad no se nos cae de la boca desde hace años y todo para evitar entrar en terrenos pantanosos. Una tendencia que ya está clamando al cielo al comprobar que simplemente sirve para limpiar la imagen del proyecto de turno o para estar en el candelero. Como prueba, invito a buscar la palabra «sostenibilidad» en un buscador para comprobar que en menos de un segundo se te arrojan ciento ochenta y dos millones de resultados que contienen el término, de los cuales un 95% se pueden tildar de fanfarroneo en busca de la aprobación pública.
Para entender bien lo que significa la sostenibilidad, en primer lugar se tendría que tener en cuenta que esta tiene tres fundamentos principales. El primero de ellos es la sostenibilidad económica, que se define por «La capacidad que tiene una organización de administrar sus recursos y generar rentabilidad de manera responsable a largo plazo». La segunda es la sostenibilidad social que busca el bienestar dentro de una comunidad y por último tenemos la sostenibilidad ambiental, que promueve la búsqueda del equilibrio entre la vida del ser humano y el resto de la naturaleza.
En el mundo de los eventos náuticos, sean cuál sea el deporte de agua, la tendencia cosmética se expande de la misma forma. No hay competición que se precie que no tenga la bandera de la mal llamada sostenibilidad dentro de su estrategia. Pero el desafío lo encontramos principalmente en dos aspectos fundamentales. Por un lado, y punto clave de este galimatías, es que la sostenibilidad ambiental, que ha engullido el concepto, significa de base que la partida presupuestaria de un evento tenga que aumentar como mínimo el 20%, lo que implica que el evento pueda dejar de ser sostenible económicamente, por lo que con una alta probabilidad se decida hacer lo mínimo, convirtiendo la sostenibilidad medioambiental en puro maquillaje para garantizarse la foto.
Por otro lado, si se logra asumir el sobrecoste presupuestario, el desafío se encuentra en la mayoría de los casos en la falta de un equipo profesional que marque las lineas a seguir. Y menos que haga un seguimiento de las estrategias marcadas para conseguir los objetivos.
Con esta realidad, conseguir organizar verdaderos eventos que sean inocuos para la naturaleza necesita de políticas para simplificar los trámites administrativos y subvenciones, por ejemplo para tener la estructura tecnológica apropiada para evitar la utilización de cualquier tipo de papelería para la gestión del evento, o que ayuden a conseguir profesionales que lideren la sostenibilidad ambiental y a sufragar ese sobrecoste que significa celebrar un evento que esté en equilibrio con la naturaleza. Sin estas acciones, la credibilidad de cualquier acción relacionada con los valores de respeto al medio ambiente tenderá a cero en muy poco tiempo.