La triplista gallega volvió a superarse en la final del Mundial de atletismo de Londres, pese a que una lesión le frenó
Por Carlos Domingo/Londres
Hay que ponerse en el lugar del televidente. Ese aficionado espera algo de un deportista, habitualmente de su propio país, con la firme intención de disfrutar con él, ella, ellos o del simple espectáculo. El atletismo es un deporte especial. El competidor es dueño de sí mismo y, cierto que acompañado de su equipo de trabajo, busca dar lo máximo en una competición concreta. Ese televidente, sentado en el sillón de su casa, quiere que los atletas a los que admira lo den todo sobre la pista, que superen los momentos críticos. Un mal día puede tenerlo cualquiera, el deporte consiste en un cúmulo de días buenos y malos, pero quiere resultados regulares. En este sentido, Ana Peleteiro es un seguro de vida. Las temporadas son largas, tienen altos y bajos, pero ella sabe competir. Sabe estar en el día D a la hora H.
La gallega se presentó en el London Stadium con hambre. A las 20.25 horas en las islas, el estadio se puso en pie para recibir a las finalistas. El foso estaba a punto de vivir un duelo entre sudamericanas con una kazaja que podía meterse en la fiesta. La venezolana Yulimar Rojas y la colombiana Caterine Ibargüen eran las favoritas y lo demostraron desde los primeros intentos. Yulimar entrena en Guadalajara a las órdenes de un mito, Iván Pedroso. Conoce bien La Alcarria, de la misma forma que Peleteiro también decidió ponerse a las órdenes de aquel saltador cubano que ganó nueve oros mundiales y privó de dos de ellos al eterno Yago Lamela.
Duda y récord en tres apoyos
Compañeras de equipo y con ganas de competir. No es para menos, más de 750.000 entradas vendidas y un estadio repleto cada día 60 minutos antes de que empiecen las jornadas. La gallega hizo un primero de 13,92. Discreto pero suficiente para quitar la carbonilla a las piernas. Unas piernas que ya la han llevado a ser campeona del mundo júnior en 2012 —cuando aún era juvenil—, campeona del Festival Olímpico de la Juventud en 2011 y hace pocas fechas se colgó la plata continental sub’23 en Bydgoszcz. Sabe competir. Un seguro de vida.
El segundo salto la puso en el filo de la navaja. Si no volaba más allá de los 14,13 se iba a quedar fuera de la mejora y por consiguiente de poder sumar un puesto de finalista. Fue nulo. Le quedaba una sola bala. Ahí es donde entra en juego la cabeza. La fortaleza mental marca la diferencia entre los buenos y los mejores. Se debe ser frío, arriesgar lo justo y calcular. La alemana Neele Eckhardt saltaba justo antes que ella. La germana no había superado los 14 metros en este concurso. Sobre el papel no era rival. Y no lo fue. Turno para la coruñesa de Ribeira. Las cámaras del estadio la enfocaron y ella pidió palmas, dobles. Le gusta saber que la grada está a su lado. Empezó la carrera de aproximación a la tabla con la mirada puesta en la arena. Ese foso le iba a dar tres intentos extra o le iba a dejar fuera. Cara o cruz. La batida fue ajustada, segundo apoyo correcto, buen tercero… y salto válido. Parecía largo. Al menos suficiente para entrar en la mejora y darle un puesto de finalista.
Medición y… ¡14,23! Nunca había saltado tan lejos. Lo había vuelto a hacer. Es un valor seguro. Es carne de competición. A sus 21 años fue 5ª en el campeonato de Europa de pista cubierta de Belgrado y ahora iba a ser finalista de un mundial. «Me he vuelto a demostrar una vez más a mí misma que estoy en forma y que puedo desajustar una clasificación en el tercer salto», contaba nada más terminar la competición.
«Me dije, échale pelotas». Y lo consiguió. La cabeza la llevó a rubricar su mejor salto de siempre y de nuevo en un gran campeonato. La líder española del año se convirtió con este tercer brinco en la triplista nacional que mejor resultado ha conseguido nunca en un campeonato del mundo. Carlota Castrejana se fue hasta los 14,20 en Helsinki 2005 y Ana fue 3 centímetros más allá. Plusmarca nacional sub’23 que se suma a sus récords de España juvenil y júnior que, con 14,17, ya batió en 2012. Un 12 de julio que le llevó al oro mundial júnior en Barcelona. Lo dicho, saltadora de días importantes.
«Pudo haber ido mejor»
Su entrenador siempre ha sido un inconformista. En la pista no había competición que se le resistiese y no iba a ser menos competitivo en su faceta de técnico. Ese hambre lo contagia a sus pupilos. Pedroso confiesa que con el oro de Rojas y el 7º puesto de Peleteiro «los resultados de la final han sido buenos, pero podían haber ido mejor».
Nunca una sub’23 española había saltado tanto ni una española había volado tan lejos en el triple de un mundial, pero «podía haber ido mejor». El cuarto salto le obligó a forzar la cadera «son muchos kilos cargados de golpe sobre la misma pierna», explicó la mañana siguiente. Cuádriceps, rodilla… ese cuarto intento le obligó a dejar de saltar. Se desestabilizó y cayó a la arena. Ahí quedó su sueño. Un sueño que se cumplió, ya es finalista de un campeonato del Mundo, y que abre la puerta a otros que tal vez sean mejores. Un talento innato que Adelardo Moure supo detectar y ahora Iván Pedroso está terminando de pulir. Lo mejor de todo es que todo quedó en un susto y no ha sido grave.
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