Entrevista | La expresión de una carrera con miles de vivencias para ser contadas
2023 marca la línea temporal de cinco años desde que Concha Montaner (L’Eliana, Valencia, 14/1/1981), una saltadora de longitud sin igual en la historia del atletismo español, decidiera poner punto final a una trayectoria. La representación cuantitativa viene dada por un palmarés mayúsculo siendo una de las pocas deportistas en clasificarse para cuatro Juegos Olímpicos (Sidney 2000, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016), de contar con una medalla de bronce Mundial indoor (Moscú 2006), de sumar una plata en el campeonato de Europa en pista cubierta (Birmingham 2007), de conseguir sendos metales en Juegos del Mediterráneo (oro en Túnez 2001 y bronce en Almería 2005) o el oro en el campeonato del Mundo junior (Santiago de Chile, 2000), o contar con un total de 18 títulos de campeonato de España de longitud (once en pista cubierta y siete al aire libre) y uno en velocidad en 100 metros.
Pasado el tiempo desde que dejara sus entrenamientos, que dejara el pasillo y el foso del Velódromo Luis Puig o de las pistas de atletismo de L’Eliana, que llevan su nombre, hace reflexión y balance echando la vista atrás. En ese margen de (casi) cinco años —se cumplirán el próximo mes de septiembre—, ha desarrollado una función como concejala de Deportes en su localidad natal con un aprendizaje veloz en gestión, dado que el mundo quedó azotado en todos los ámbitos por la pandemia del coronavirus. Concha Montaner tiene claro que siempre será deportista, será atleta, y la forma de mantener ese lazo es poder trasladar a la sociedad, a otros deportistas, a niñas y niños, los aprendizajes y vivencias que recogió durante más de veinte años compitiendo.
“Una trayectoria deportiva tan larga da, lógicamente, para muchos aprendizajes, para aglutinar muchas vivencias, para vivir y gestionar buenos momentos, regulares y malos, para disfrutar y para afrontar etapas complicadas, pero en suma todo es un crecimiento personal, una mejora. Todo ello me gustaría poder trasladarlo a la sociedad, quisiera poder ayudar a otras personas trasladando esa experiencia propia para ayudar a afrontar tanto el éxito como el momento en el que no salen las cosas como uno quiere”, explica Montaner, abierta a la participación en conferencias, charlas o congresos.
Cuando anunció su retirada profesional de las pistas de atletismo, cuando entendió que llegó el momento de finalizar su íntima relación con el pasillo que le llevó al foso de arena en miles de ocasiones entrenando y compitiendo, seguramente echando la vista atrás pudo hacerlo con la satisfacción de haberlo luchado siempre, de haber abrazado a su deporte y al salto de longitud profundamente, de haber vivido el éxito y de haber conocido los tiempos menos buenos, pero siempre en la primera línea.
Los comienzos le sacan un brillo especial a los ojos; incluso ese punto de emoción y cosquilleo cálidos del qué “bonito fue conocernos”. En la infancia, todo estuvo ligado a la diversión y al círculo de amistades que ya fue creando. Casi sin darse cuenta, como era rotundamente competitiva, como tenía unas condiciones magníficas y una carrera y un salto prometedores, fue creciendo en el atletismo. Carmen García-Campero le aconsejó que se enrolase en el Valencia CA —entonces el Valencia Terra i Mar—, comenzando a trabajar con Rafa Blanquer en las pistas del antiguo cauce del Turia. También entrenó con José Peiró, Juan Carlos Álvarez, Jerónimo Schwap y en su última etapa con María Peinado, mientras que el Valencia, el CA L’Eliana y el Playas de Castellón fueron sus clubes.
“Me acuerdo de mi primer seis metros. De mi primera medalla de oro en el campeonato de España. De la primera vez que salté 6,50. Los 6,89. El 6,92 —Madrid 2005, entrenada por Pepe Peiró—. De la medalla que gané en el Mundial de Moscú, aunque las circunstancias la hicieron una medalla fría, sin sentimiento. Del 6,88 con María Peinado que me llevó a Río, a mis últimos Juegos. Hay muchos momentos, muchas marcas, muchas situaciones bonitas y otras no tanto en mi carrera. Me quedo con todo lo aprendido, con todo lo disfrutado, con todo lo que me ha dado lo que ha sido mi estilo de vida durante tantos años”, recuerda Concha.
Regularidad. Constancia. Lucha. Convicción. Claves todas de una carrera dilatada, que le lleva a considerar un mensaje claro: “Entiendo que un deportista de alto rendimiento se es siempre, los 365 días del año y las 24 horas del día. Hay que ser honesto con lo que se hace cada día, porque al final el deporte a este nivel tiene fecha de caducidad y es importante el haber disfrutado de todo lo que el deporte nos puede dar, si bien es cierto que también nos priva de cosas, pero al fin y al cabo es lo que queremos, por lo que hemos aposta- do y nos apasiona”.
En esa apuesta de más de dos décadas en el atletismo, logró la clasificación para cuatro Juegos Olímpicos: “En 2000, el año que me proclamé campeona del Mundo junior, acudí a Sidney pero quizás me pilló muy joven (19 años). Pagué la inexperiencia y que seguramente me sobrepasó todo aquello. Luego, luché por los de Atenas. Esa temporada acredité las mejores marcas, pero la decisión de la Federación fue no llevarme —acabó yendo Niurka Montalvo; con la suma hubiesen sido para Concha sus quintos Juegos—. A Pekín 2008 llegaba bien, pero allí mismo me lesioné el día de antes de la competición; me rompí un hueso del pie y no pude competir al cien por cien e hice lo que pude. Luego me clasifiqué para Londres, donde llegué bien físicamente, pero no mentalmente”. El camino a Río de Janeiro fue durísimo. Tras la cita británica comenzó a tener problemas físicos —“mi vida fue un poco una montaña rusa”—. En 2014, meditó retirarse. Le lastró una enfermedad, que acabaron atajando los médicos, aunque costó. Por el camino no dejó de brillar en los nacionales. Concha tenía un objetivo en la mente y no renunció a él pese a todas las circunstancias. Y lo logró de la mano de María Peinado —la que fuera gran referente de pruebas combinadas— con un 6,88 en junio de 2016, dejando un abrazo y unas lágrimas entre las dos para el recuerdo. Cuatro Juegos. En suma con la selección española acumuló 47 internacionalidades.
Una carrera deportiva que no se entiende sin su familia. Concha es tremendamente de los suyos, de sus padres Eugenio y Concha, de su hermana Rosario. En 2009, fue madre de Alba, la niña de sus ojos y su todo, que tuvo junto al velocista Venancio José Murcia. La síntesis: Concha es una luchadora nata y todo corazón, a veces tras una coraza.
Una carrera de más de veinte años en el deporte, pero también asegurándose siempre el futuro. Ya desde 2009 comenzó en paralelo a trabajar como administrativa, compaginándolo con su trabajo deportivo, atendiendo a compromisos sociales y de representación, entrenando, trabajando, compitiendo, luchando y, lógicamente, velando por Alba. Y hoy, además, pone su experiencia al servicio público como concejala de Deportes e Igualdad en el Ayuntamiento de L’Eliana.
En septiembre de 2018, decidió anunciar que había llegado el momento de retirarse: “Es una etapa que se acaba y que tenía que acabarse. Veo que mi cabeza empieza a buscar excusas para no entrenar o para no competir cuando antes, por muchos dolores que tuviese, no era así. Cuando sucede esto es porque algo pasa. Descubres que el objetivo se ha acabado y lo entiendes, porque el atletismo profesional no puede durar toda la vida, aunque siempre voy a ser atleta. Voy a poder disfrutar más de mi hija y de mi familia y a disfrutar de otra etapa de mi vida”.