La jugadora del CSM Bucarest y de la selección española proyecta una carrera brillante y ahora afronta la Final Four de la Champions y los Juegos de Río
La Sala Dorada de la Musikverein de Viena da un especial abrazo de bienvenida a cada año. Un concierto barnizado por los Strauss. El cierre llega con la Marcha Radetzky. Y aquello resuena y lanza un solvente y sobrio ritmo; resalta la fortaleza y el alma de la composición; y arenga al personal a que acompase con fe la marcha. Imaginen con esa esencia una pista de balonmano con las notas de fondo. Y a una jugadora con una presencia arrolladora. Omnipresente por el lado derecho. Arriba y abajo. Defendiendo y atacando. Sacando lanzamientos poderosos con la zurda. Imperial como el fondo mismo de la Marcha Radetzky. Y esa balonmanista es garra, es compromiso, es carácter y es, según se confiesa, incluso machacona en que aquellas que marchan con ella se vacíen, compitan y nunca se queden con el pensamiento de que pudieron dar más, de que se guardaron algo.
«No quiero quedarme con nada dentro de mí cuando acaba cada partido». Contundente es en su discurso Carmen Martín Berenguer (Roquetas de Mar, Almería, 29/5/1988). Defiende cada rasgo aquello que desde que tenía siete años le unió al balonmano, siendo hoy una de las elogiadas «Guerreras». Es mayúscula para con su deporte y abre las puertas de quién es en una conversación pausada, cercana y envuelta de buen feeling para bucear por el recuerdo desde que comenzó en Roquetas al ahora, cuando disputará la «Final Four» de la Champions con el CSM Bucarest, al tiempo que enfoca el olímpico mes de agosto en Río.
Su primer contacto con el deporte fue con una disciplina con las manos y el esférico como protagonistas. El voleibol. Pero a ella le agarró fuerte el balonmano. Lo dicho, se decidió a los siete años. El asunto es que en sus principios fue con un concepto equivocado. «Era una chupona. No le dejaba el balón a nadie. Era portera, paraba el balón, lo cogía y salía corriendo y marcaba gol y volvía para atrás. Era fatal. No quería jugar con nadie. Sometía aquello totalmente a un deporte individual», recuerda con una sonrisa.

En el colegio, donde empezó con el balonmano, el primer trabajo que tuvieron con ella fue evolucionar eso hacia el colectivo: «Aprendí que las chicas que estaban en mi equipo no eran mis rivales, sino mis compañeras; que las mismas personas que juegan en mi posición, no son rivales, son mis compañeras; que todas tenemos que jugar para dar el cien por cien; no vale solo con una jugadora». A las cualidades que mostraba se le unió una buena fundamentación para el desarrollo de una de las mejores jugadoras del balonmano español.
Con el Roquetas, su club, su casa, del que ensalza su apoyo a su deporte, fue escalando hacia la máxima categoría nacional. Llegó camino de los quince años al equipo senior. De Segunda ascendieron a Primera. Y lanzadas, se hicieron sitio en División de Honor. Entonces Carmen tenía 16 años. «El Roquetas me ayudó muchísimo a coger impulso», subraya. Por entonces comenzó a entrar en las convocatorias de la selección española en categorías inferiores. Y al poco, salió de casa.
La primera parada fue cerca. A Alicante: «Firmé un año con el Mar Alicante. Quería ver cuánto de camaleónica podía ser, cómo podía mostrarme fuera de casa. Llegué con los nervios a flor de piel. Pero fueron unos años muy buenos para el equipo, para la ciudad… Estuve cuatro años y fueron de los mejores de mi vida jugando a balonmano». En Alicante conoció a Bea Fernández, que resultaría fundamental ya para siempre para Carmen. «Es una gran amiga, es compañera, es una persona leal, que siempre ha estado ahí, que cuando te has equivocado te lo ha dicho y cuando has acertado te ha dicho: ‘Tienes toda la razón’. Es una gran amiga que me ha encarrilado durante mucha parte de mi camino para bien».
Cuenta en su palmarés por clubes con dos ligas ABF, dos copas de la Reina y otras tantas Supercopas de España, una liga y una copa eslovenas, y dos ligas rumanas
En Itxaco desarrolló su siguiente etapa. «Pasé los mejores años que he tenido en mi desarrollo como jugadora. Pasó todo a un nivel más profesionalizado. Coincidí con muchas jugadoras de la selección. Aprendí muchísimo de aquella época, en la que tuve como entrenador a Ambros Martín, que es de los que más me ha enseñado», significa la extremo almeriense. El resultado en términos de palmarés de su etapa (dos campañas) en Itxaco fue de dos ligas ABF, sendas Copas de la Reina y otras tantas Supercopas de España, además de notables participaciones continentales. El brillo de aquel equipo en lo deportivo, sin embargo, quedó apagado por los problemas económicos del club. Tan profundos como que desapareció al finalizar la temporada 2011-2012.
Fue ese verano de Juegos Olímpicos. Los de Londres. Los de las «Guerreras». Un equipo potente, quizás tocado durante el campeonato por esas notas de la Marcha Radetzky. Bronce para ellas. Carmen desarrolló luego su balonmano en Eslovenia con el Krim Mercator. «Llegué al equipo lesionada y sin saber qué me encontraría, pero me trataron como a una reina y me ayudaron muchísimo. Fue una experiencia espectacular en muchos sentidos, entre ellos la capacidad organizativa del club la primera temporada, o el apoyo que tuve siempre de las compañeras», cuenta.
Pese a no poder arrancar el curso, acabó siendo la máxima anotadora del equipo en Champions con 54 goles en 14 partidos. Y aquel primer año se resolvió además con la liga y la copa eslovena. El ejercicio siguiente, sin embargo, estuvo marcado por la mala gestión financiera y los impagos. Carmen salió del club superada la mitad del año y llegó al Atlético Guardés: «Pasé tres meses espectaculares. Increíble las ganas con las que todo el mundo me recibió a pesar de que yo no estaba en uno de mis mejores condiciones, pero fue tremendo y recargué energía».
Cruzó su balonmano con el rumano la temporada pasada. Hizo suyo el extremo derecho. Firmó más de un centenar de goles en liga y copa. Y anotó un título más a su palmarés con el campeonato nacional, que además dio al CSM Bucarest la plaza para la Champions, en la que su equipo ha alcanzado la «Final Four» —será, por cierto, la única jugadora española en la fase final de la Liga de Campeones de balonmano femenino—: «Todo el mundo nos ve como las novatas; y lo somos. Pero a veces dan la sorpresa. Pero también es cierto que dentro de mi equipo hay muchas jugadoras que no es la primera vez que llegamos a una final de la Champions. Tenemos componentes que de hecho la han ganado, que han hecho platas, bronces,… somos un equipo nuevo, pero hay gente con experiencia». Por lo pronto, su club ha ganado de nuevo la liga y opta a la copa. Carmen ya ha ampliado su contrato para el próximo curso con el CSM Bucarest, en el que se prevé un nuevo salto de calidad.
La extremo de Roquetas, camino de los 28 años, ha ido proyectando su progreso en cada club con una presencia progresivamente con más cuajo e importancia en la selección española absoluta. Ya se sabe, las «Guerreras». «Todas sabemos cambiar el chip cada que vamos con la selección. Vemos balonmanos diferentes, pero la gente se integra perfectamente. Somos un grupo de currantas».
Hasta la fecha cuenta un bronce en el Mundial de Brasil de 2011 y sendos subcampeonatos de Europa en los torneos de Macedonia 2008 y Hungría-Croacia 2014. La selección logró la medalla de bronce en los Juegos de Londres y ahora enfoca la cita de Río el próximo mes de agosto. «Va a ser una competición muy, muy dura. Este año no es como en Londres. Allí hubo algún partido que sabías que podías pasar casi sin problemas. Pero para Río será muy complicado, todos los equipos están a un nivel súper bueno y súper alto», asegura.

Significa Carmen que el balonmano se lo ha dado prácticamente todo. Y su respuesta, en la medida de poder devolverle algo, es disfrutar de su deporte y vaciarse en cada partido. El balonmano le ha dado, sobretodo, personas. Lo gris, siempre para cualquier deportista, son las lesiones. Casi es algo de lo que no se puede escapar antes o después.
A la postre su deporte le ha moldeado en ese expresarse en la pista para decir quién es: «Soy muy competitiva. Me encanta ganar. Y si tengo que analizar, analizar, analizar y analizar… para que las cosas me salgan bien, no sólo a nivel personal, sino de grupo, lo haré. Y si tengo que dar la chapa a todas mis compañeras, lo haré. Intento por todos los medios hacer lo que sea lo mejor del equipo para ganar». Siempre sabe bien la marcha victoriosa, quizás con las notas de la Radetzky.
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