La futbolista del Valencia CFF, abrazada además a la música desde el piano y a la arquitectura, proyecta su perfil desde la raíz personal
Flotan las notas en el aire. Se expande la melodía. Las teclas del piano avivan la maquinaria y todo se llena desde el oído hacia el alma. Suena Nuvole Bianche, de Ludovico Einaudi. Un compositor de lo introspectivo y la meditación; un minimalista abrazado a la elegancia y la sinceridad en la música. Hay mucho de eso en Alejandra Serrano Cortés (Valencia, 28/8/2000), que en los momentos que son suyos, en aquellos en los que necesita evadirse y abrazar la belleza ya los enraizó desde tierna edad a la música y al piano. La jugadora del Valencia CFF seguramente también es una minimalista del fútbol, acudiendo a unas habilidades próximas a la elegancia en el manejo del balón y la sinceridad con su deporte. En ese momento, cuando compite, se libera de lo introspectivo y se resuelve enérgica y busca el asociacionismo.
Alejandra, en el cara a cara, no en el campo, sino en una conversación se muestra próxima, vivaz y con un discurso totalmente construido con orden y sentido, seguramente también liga esto con otro de los perfiles propios de la valenciana como es la Arquitectura.
Y con esa claridad narra sub vínculo con la música: «Desde pequeñita me ha encantado la música. Empecé a tocar porque los vecinos de mi edificio, los de enfrente, son una pareja que tienen un piano en casa y son músicos los dos. Pasábamos a su casa porque entonces iban a tener una nena y vimos el piano. Hubo una ocasión en la que me enseñó una canción y me la aprendí en el momento y entonces él, Rafa, tocaba el piano con una mano y yo con otra. Como aprendí tan rápido, le dijeron a mis padres que podía, que apuntaba maneras, así que me inscribieron en una academia, ‘Allegro’, al lado del cole, y empecé a tocar el piano varios días a la semana. Hasta que vi que no me gustaba mucho hacer solfeo y esa parte teórica; cuando una cosa no me llega, pues es que no. Me encanta el piano, pero me borré de las clases. Es una espinita que tengo clavada. En adelante he seguido con tutoriales y Youtube más que nada no por partituras, ni clases».
Y resuelve y significa lo que para ella es el piano: «Cuando estoy en casa y me apetece desconectar lo primero que hago es tocar el piano. O me motivo sola con ello. Me encierro en mi cuarto y la gente se olvida de mí y yo del mundo».
Entre las artes. De la música a la arquitectura: «Mi padre es arquitecto y tiene despacho en casa. Le veía trabajar desde pequeña. Me gustaba mucho lo que hacía. Siempre le preguntaba o hacía yo misma planos: he hecho un montón de veces el plano de mi casa de pequeña. Y él se quedaba en modo: ‘no está mal’. Fue una idea que se me fue metiendo en la cabeza, le preguntaba a mi padre cosas, y me fue gustando más aún, así que lo tuve claro. Me gusta mucho. Cuando empecé la carrera había asignaturas en las que había que dibujar a mano alzada y luego cuando nos metimos con los programas de ordenador también me gustó. La cuestión es, estando en deporte de alto rendimiento, pues que le tienes que dedicar mucho tiempo a la carrera, y también tenía claro que mientras que juegue a fútbol no quiero agobiarme más de la cuenta con la carrera. El primer curso sí me cogí toda la matrícula y me dejé dos asignaturas; ahora estoy yendo con matrículas parciales. Realmente, ya te puedes estresar todo lo que quieras que hasta que no dejes de jugar a fútbol no vas a poder ejercer de arquitecta, entonces no tengo prisa, lo voy sacando a mi ritmo».
La pasión está en el fútbol. Pasión y sobradas habilidades para haber alcanzado la profesionalidad y, todavía joven, presumirse una carrera de peso en su deporte.
Alejandra recuerda sus comienzos: «De pequeña hice de todo prácticamente. Antes de apuntarme al equipo del colegio (Agustinos), estuve haciendo natación, judo, taekwondo, baloncesto… por entonces también empezaba con la guitarra y con el piano. Hice un poco de todo hasta que dije: ‘me quedo con el fútbol’. En el colegio, con unos ocho años, me apunté y estuve tres años jugando a fútbol sala. Luego pasé un año al Manises, con once años, de ahí pasé al Levante y estuve jugando cuatro años y ahora arrancó el quinto en el Valencia. Obviamente, cuando empiezas no piensas en nada más que disfrutar y jugar al deporte que más te gusta, pero según avanzas y ves cómo es todo pues te marcas objetivos de a dónde quieres llegar, al menos eso es lo que me pasó a mí. Cada año veía que podía conseguirlo y seguí trabajando a tope para ello».
Además, a nivel selección española también ha tenido trascendencia, por ejemplo con el oro en el campeonato de Europa sub’19 en Suiza 2018. Jugadora joven, de presente y futuro, pero que ya puede ir analizando el camino que ha ido recorriendo, a modo de aprendizaje para todo el que le viene por delante.
«Sobre todo destacaría el haber aprendido a tener claro lo que quieres. También tener un sentido del compromiso y del sacrificio no solo por tener que ir a entrenar y trabajar como la que más, sino porque hay muchísimas que estamos estudiando. A lo mejor llegas de entrenar y tienes que estar toda la tarde en la universidad o estudiando o te tienes que sacar otro título de algo. Pero desde pequeña siempre me han inculcado la constancia y compromiso. Nunca he tenido ningún problema en ese sentido. En cuanto a la selección, pues es un orgullo ir y además son como premios que te dan porque vas haciendo bien tu trabajo; te van diciendo que estás haciendo algo bien y sigues así».
Notas de piano, planos y más planos, fútbol y competitividad. Y luego se conjuga un carácter y una forma de ver la vida y de saber qué suma y quiénes suman en la vida: «Supongo que me gusta la gente comprometida y que tenga las cosas claras; un reflejo de cómo me gusta ser yo misma. Me gusta la gente alegre y estar de risas. Soy una persona a la que se me nota todo: cuando estoy triste por algo, se me nota inmediatamente; si tengo alguien alrededor que empieza a hacer cualquier chorrada me ayuda. Me encanta viajar. Siempre me gusta probar cosas nuevas respecto a todo; respecto a la comida me gusta ir a sitios nuevos, probar y compartir esos momentos con amigos. Me gusta también hacer planes improvisados, de la nada, que a veces son los que más satisfacen. He de decir que eso contrasta en cuanto a que soy bastante organizada y me gusta estar con todo planificado, incluso tener ese toque un poco cuadriculado. Pero, como digo, nunca viene mal hacer cosas improvisadas».
Todo va generando una identidad: «Me gustaría que me reconocieran como alguien que se compromete, que no va a medias tintas, que lo da todo. Respecto a lo futbolístico, creo que soy alguien con chispa, que cuando tiene el balón puede tener capacidad para intentar hacer cualquier cosa».
El nuevo proyecto del Valencia
Y en eso, en lo futbolístico, en tiempos del coronavirus, se va dando forma a un nuevo proyecto con el Valencia. La clave hoy es fundamentar bien las bases, asignar o recordar una identidad e ir puliendo lo que debe ser el Valencia CF Femenino de la temporada 2020-2021 (a las órdenes de José Bargues y con Andrea Esteban incorporada como segunda entrenadora); ya se verá cómo se proyecta o conjuga todo, en una nueva campaña en el marco de la crisis sanitaria, pero por lo pronto el asunto es formular lo que deba decir ese equipo.
«Teníamos muchas ganas de volver. Las teníamos tanto por el hecho de haber estado tanto tiempo paradas por el confinamiento como por ser un equipo en buena medida nuevo en el sentido de que han llegado tantas jugadoras nuevas. Tienes esa ilusión de ver cómo son las chicas nuevas, de cómo vamos a ser como equipo. Jose (Bargues) está haciendo mucho hincapié en la parte defensiva, en cuanto a que cuando estamos atacando esa transición defensiva se traduzca en que la estructura sea sólida; hasta ahí puedo leer (sonríe). Además, se pretende un equipo muy ofensivo y con las cosas muy claras».
Meridiana claridad de ideas las que proyecta en su narración Alejandra Serrano, que es futbolista y abraza la música y la arquitectura, que presumiblemente está llamada a dejar buena e intensa huella desde ese minimalismo, desde lo elegante y la sinceridad. Las notas pasan de la Nuvole Bianche, de Ludovico Einaudi, al tema central de la película The Piano, de Michael Nyman.