La tenista hispano venezolana se impone a Venus Williams en la final por 7-5 y 6-0, logra su segundo Grand Slam y sube al 5 puesto del ránking mundial
El triunfo de Garbiñe Muguruza ante Venus Williams en la final de Wimbledon de este sábado no fue más que la guinda. Significó un redondear dos semanas de un tenis feroz, ambicioso, agresivo, de juego brillante y de gobierno incontestable ante sus cada una de sus rivales sobre la hierba londinense, cubierta, por cierto, su pista central en el duelo entre la hispano venezolana y la estadounidense por las lluvias caídas en Londres. Muguruza logró el segundo Grand Slam de su carrera —el pasado año ganó Roland Garros a Serena Williams, ausente este año en Wimbledon por su embarazo—.
En 2015, se enfrentó en la final británica a Serena. Perdió, pero su oponente vaticinó que más pronto que tarde, ‘Garbi’ lograría conquistar Wimbledon. Así fue dos años después y ante su hermana Venus en un partido resuelto por Muguruza por 7-5 y 6-0. La victoria en Londres, por cierto, le supone un ingreso de puntos para alzarse al quinto puesto del ránking WTA.
La historia de la final se cerró recurriendo al ojo de halcón, que avaló a Muguruza, quien lloró de alegría, se tapó el rostro para masticar el triunfo y se lo destapó mostrando una enorme sonrisa, porque, en efecto, Wimbledon era suyo. Y en la grada le aplaudió Conchita Martínez, entrenadora de la tenista hispano venezolana estas últimas dos semanas en Wimbledon en ausencia de Sam Sumyk. La conjugación entre éstas ha sido brillante. Conchita tenía buenos consejos que darle, pues fue la primera española en lograr lo que este sábado hizo Garbiñe: Conchita derrotó a Martina Navratilova hace 23 años.
Victoria construida desde el fondo
La lluvia obligó a cubrir la pista central. Bajo techo arrancó Garbiñe con una doble falta. Fue anecdótico. Desarrolló el plan específico diseñado para competir con Venus Williams, leyenda de 37 años. En el primer set, todo se construyó desde el fondo. El intercambio de golpeos, de gestos, de tentativas dirigiendo la bola presentaban un partido intenso y de peso. La estadounidense trató de inquietar a Garbiñe con el resto. Pero aguantó los ataques de su oponente.
La clave del partido estuvo en el 4-5 para Williams, que contó con dos opciones de ruptura. La primera, tras el juego más largo del parcial, la levantó la hispano venezolana. La segunda, también. Y Muguruza reequilibró la historia y se fue arriba dura en sus golpes, ambiciosa, con la confianza en su juego, avalada en dos semanas extraordinarias, para acabar llevándose el primer set. Lo que vino luego no fue más que un arrollar la hispano venezolana a Williams. Y el punto definitivo se tuvo que resolver con el ojo de halcón. La bola de la estadounidense salió. Se concretó el 6-0. Y el triunfo. Y el sueño hecho realidad. Y el vaticinio de la otra Williams, Serena, dos años antes. Y Garbiñe Muguruza inscribió su nombre como campeona de Wimbledon.