Elegida mejor jugadora del mundo en 2013, plata olímpica en Londres, hoy aporta al deporte femenino junto a Iberdrola y Universo Mujer. La waterpolista repasa su historia con Visibilitas
Su todo estuvo en la piscina: en el agua se erigió como la mejor jugadora del mundo de waterpolo (2013); en el agua rió, lloró, disfrutó, fue feliz, encontró satisfacción, sufrió e incluso antes de que llegara su etapa más brillante se planteó dejar su amado deporte. Pero lo que siempre tuvo la oportunidad de sentir es apasionamiento por lo que hacía. El todo estuvo en la brillante competitividad y ganas de dar forma de realidad a los sueños. Y como lo logró, confiesa que se siente satisfecha al echar la vista atrás. Pero su aportar al deporte, y en concreto al papel de la mujer en el mismo, no quedó en la piscina y sigue en ello con esa pasión que tuvo como waterpolista y sin obviar nunca aquello que de niña le dijeron sus padres: «Hija, si quieres algo lo vas a tener que trabajar, lo vas a tener que luchar; nadie te va a regalar nada». Ese todo, el remover toda su historia, es Jennifer Pareja Lisalde (Olot, Girona, 8/5/1984).
Quién iba a imaginar la historia que sobrevendría cuando de pequeña, siendo una chiquilla, el agua le daba pánico: «Mis padres me llevaban al río y con el agua llegándome sólo por los tobillos decía que me ahogaba». La solución fue apuntar a Jennifer a cursillos de natación. En ello se puso con seis años. Al poco, vieron que tenía algo innato y le dieron una beca escolar. «Al principio no quería. Decía que la entrenadora chillaba mucho. Nada del otro mundo, era yo misma que me encabezoné en no ir y literalmente me llevaron arrastrando», recuerda. Y lo de la natación le acabó yendo bien: fue campeona de España y registró un récord junior.
De fondo, sin embargo, aquello no le agarraba desde los adentros. «Uno de mis principios ha sido siempre que las cosas me ilusionen y me diviertan, porque si no no las voy a hacer», dice. ¿Qué le llamó la atención de verdad? Sus amigas lucharon y consiguieron que hubiera un equipo de waterpolo femenino en Olot. «Mi objetivo era pasármelo bien, disfrutar y con aquello iba a estar con mis amigas y un balón por medio. Cabezona de mí, contra todo y contra todos, dije que dejaba la natación y quería hacer waterpolo cuando tenía 15 años», cuenta Pareja, al tiempo que recuerda una anécdota: «Como se me daba bien la natación y todos querían que siguiese, mi padre me dijo que si me iba a waterpolo no iba a acompañar más; en natación siempre me llevaba a los entrenos y competiciones. Así que durante dos semanas estuve yendo y regresando a waterpolo en bus. Le duró dos semanas. Volvió a llevarme siempre. Mi familia y mis amigos de verdad nunca me han fallado».
Sólo vale el trabajo
Desde aquel comienzo en el recién nacido equipo de Olot todo pasó muy rápido. Un año llevaba jugando cuando le becaron para ir al CAR de Sant Cugat. De entrenar un hora y media al día a hacerlo entre seis y siete. Primero llegó la llamada de la selección catalana. Luego de la española. «Un talento siempre se tiene, pero no creo que haya tenido un talento que digas: ‘Increíble’. Lo que sí he hecho siempre es trabajar, luchar, querer aprender, implicarme siempre donde estaba y en lo que hacía. Currar mucho, ser muy competitiva —ese gen lo llevo dentro desde pequeña— y hacer caso a lo que me decían mis padres de que nadie te va a regalar nada», significa. Aquella llegada al CAR fue el punto de inflexión para su recorrido. El sueño que se formó cuando vio por televisión los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 pasó a ser un objetivo: «¿Por qué no?», se dijo.

Lo que comenzó cuando tenía 15 años se formuló en un recorrido de diecisiete años viviendo apasionadamente el waterpolo, disfrutando los buenos momentos y los malos, perteneciendo a una generación guerrera para los éxitos de la selección española —Jennifer estuvo en alto nivel con el combinado absoluto dieciséis años—.
«A nivel clubes, Olot fue el primer año, fue cuando me enamoré de este deporte, ahí contacté con la esencia del waterpolo. En Sant Feliu, fueron dos años de aprendizaje total, de estar en la responsabilidad de un equipo y empezar a jugar en categorías fuertes. En la primera etapa en Sabadell, había gente muy buena y fue un aprender de todas. Luego, en Mediterrani, vivimos unos años súper divertidos, el ambiente era genial, ganamos una liga contra todo pronóstico, que creo que es una de las ligas que más he valorado. Regresé a Sabadell y fueron años espectaculares. Fue llegar arriba del todo con un gran equipo, con una manera de trabajar y una implicación que no he visto en otro», relata Pareja.
Palmarés envidiable
En el zurrón metió cuatro Copas de Europa, dos Supercopas continentales, nueve Ligas, siete Copas de la Reina y seis Supercopas de España: «Lógicamente lo valoro todo, pero especialmente la primera Champions con Sabadell (2011), que ganamos a las italianas contra pronóstico, y la liga con Mediterrani (2009-2010), porque también era desde la humildad de un equipo que no lo esperaba nadie».
Mayúsculo también fue el recorrido con la selección española. «En 2001, un año después de empezar en Olot, fui con la juvenil, la junior y debuté con la absoluta en Copenhague. En 2002, me lesioné y me perdí el que hubiera sido mi primer campeonato, y ya jugué en 2003 mi primer Mundial». Desde el estreno en Copenhague fue escribiendo su historia durante 16 años con la selección: Plata en los Juegos de Londres 2012 (España perdió en la final ante la poderosa Estados Unidos por 5-8); oro Mundial en Barcelona 2013, oro Europeo en Budapest 2014 y plata en Málaga 2008. A título individual, fue elegida mejor waterpolista del mundo en 2013.

«Pasé grandes momentos. Y ahí están los resultados de 2012 en adelante, que son con los que la gente se queda. Pero pasamos muchos años de mucho trabajo, de mucha implicación, de mucho lucharse todo, de caer en dos preolímpicos, de llorar por buscar el sueño olímpico, de ver cómo compañeras muy buenas se lo dejaban por las circunstancias y eso hace que valores tú mucho cuando llegan las medallas. Siempre me dicen que soy muy llorona, que con las medallas siempre salía llorando, pero es que cuando estás en ese momento, recuerdas lo mucho que costó», repasa.
Jennifer Pareja ha vivido todo tipo de circunstancias en el waterpolo. De los momentos de no tener nada, de tirar como se podía, a etapas mejores, pudiendo vivir de ello: «Me siento de las afortunadas de haber podido vivir de esto unas veces con menos, otras con más, pero haber hecho carrera profesional en todo los sentidos. Pero también he visto compañeras, por ejemplo, que llegaban tarde a un partido de un Mundial porque venían de trabajar o que acababa el partido y se tenían que ir al trabajo. Al final, te plantas también con ciertas edades y tienes que trabajar, que ir construyendo tu futuro».
Creo que ese no echar de menos es una cuestión de satisfacción personal: he sido feliz, me ha dado todo, creo que hecho todo lo que podía hacer
Ella misma tuvo dos momentos de querer dejarlo: deportivamente se sucedieron el no poder estar en el Europeo de Zagreb por una apendicitis y el perderse el Mundial de Shanghai al romperse la mano una semana antes: «Fueron momentos en los que te planteas dejarlo, ves los años que llevas, que no llegan los resultados y efectivamente estuve cerca de dejarlo y pensé que no merecía la pena tanto esfuerzo. Pero me di una oportunidad de cara a los Juegos de 2012. Y ahí empezó lo bueno».
La hoja de servicios de Jennifer Pareja es envidiable, rotunda, ejemplar. Pero en 2016 el seleccionador, Miki Oca, la dejó fuera de la lista para Río. Inesperado y traumático para ella. Fue el punto bisagra para dejarlo finalmente: «Fue un momento súper duro, traumático por cómo se dio. Tienes un periodo como de luto. Te da miedo que nada te apasione tanto como esto, como el waterpolo, como tu deporte. Mi miedo era: qué se hacer, qué voy a hacer y qué me va a apasionar. Me cambió la vida de un día para otro y sin esperarlo. Centras tanto tu vida en esto que al final es lo que tienes. Pasé un mes que creo que no he llorado tanto en mi vida; estaba acojonada. Pero me levanté un día después de llorar lo que no estaba escrito y dije: ‘Jenny, ya, porque si no vas a tocar fondo del todo. Hay que empezar a mirar adelante y pensar qué quieres ser. Lo que tenía muy claro es que quería seguir aportando al deporte».
Tras una etapa en la estructura del CN Sabadell, se le presentó la oportunidad de llevar su experiencia y el conocimiento de la realidad del deporte femenino al proyecto de Iberdrola y del programa Universo Mujer: «Lo vi muy claro desde el principio. Era la forma de poder aportar al deporte junto a una empresa que ha dado un paso adelante muy importante en cuanto al deporte femenino. Me trasladé de Barcelona a Madrid y desde entonces no paro de aprender, de preguntar, de implicarme. Me he apasionado con esto». Subraya en todo caso que nunca deja de hacer deporte —«si no me da un chungo»—: ahí está su acercamiento al balonmano playa.
Su motor es la pasión y su objetivo es ser feliz y lo que no le permite serlo lo aparta. ¿Está feliz? «Me sorprende no echar de menos a veces el waterpolo, incluso me culpo a mí misma por ello, porque ha sido el eje de mi vida y en los momentos más duros no le dejé, porque creía en mis sueños. Pero creo que ese no echar de menos es una cuestión de satisfacción personal: he sido feliz, me ha dado todo, creo que hecho todo lo que podía hacer y estaba en mis manos. Creo que esta satisfacción es lo que me hace no echarlo de menos; no me ha quedado nada por cumplir. Estoy satisfecha con mi carrera».
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