RETRATO | TAEKWONDO
Por Raúl Cosín
“Cuando consigues un sueño, sueña otro. Obtener lo que quieres es solo un problema si no tienes un próximo reto. Soñar es una ocupación para toda la vida”. Se trata de una reflexión de Daniel Eugene Ruettiger o más bien conocido por su historia llevada al cine (Rudy, reto a la gloria) como Rudy Ruettiger. Es la historia de un referente para el fútbol americano. El relato de quien se convirtió en un símbolo de esa disciplina en el escenario universitario norteamericano por exprimir al máximo lo que significa la persistencia, la esperanza, la fe, la persecución desde lo más profundo de los adentros hacia los sueños cuando todo el mundo le decía que no podía. Un chico de Illinois sin grandes cualidades físicas para el fútbol americano de alto rendimiento, pero con un corazón mayúsculo y una constancia inquebrantable para lograr lo que quiso como fue jugar para Notre Dame, de cuyo estadio salió a hombros tras 27 segundos mágicos y legendarios a la postre para el deporte. Un referente. Y por eso de la convicción, el trabajo duro, la fe, el querer alcanzar sueños y tumbar barreras también lo es la taekwondista Estefanía Almela Cervera (Turís, Valencia, 10/11/1987), aunque su historia viene enmarcada desgraciadamente por una cuestión que no se puede pasar por alto en el deporte como puede ser el peligro de verse azotada una trayectoria por una enfermedad o una lesión grave.
«Sí crees que algo es imposible, tú lo harás imposible». Se trata de una de las célebres frases de Bruce Lee. Y la recoge Estefanía cuando bucea por su historia en el taekwondo y en su propia experiencia vital. Cree a ciegas en esos valores vinculados a este arte marcial: Disciplina. Respeto. Coraje. Fuerza. Valentía. Y añadiríamos por lo que es la narración propia de esta deportista valenciana: esperanza y persistencia.
Lo suyo con el taekwondo comenzó de forma seria cuando tenía 12 años. Desde entonces, ya siempre lo tuvo meridianamente claro: “No me quites ni una sola hora de entrenamiento”. Antes de iniciarse en este arte marcial se reconoce como una niña insegura, con poca confianza, pero su deporte le cambió absolutamente: “Gracias al taekwondo soy mucho más fuerte mentalmente”. Y añade: “Y gracias a las experiencias duras que he ido viviendo, a los problemas de salud, a superarlos cuando me decían que no podría, a ver que hay que seguir adelante para mantener una propia carrera o ayudar a otros con tu ejemplo a labrar la suya”.
Aterrizaje en el mundo de la competición
José Zafrilla le abrió las puertas del Taekwondo tras una exhibición celebrada en Turís y empezó a entrenar. Siempre yendo más allá de una clase con los niños de su edad. Luego sobrevino el momento clave. Un torneo en Castellón: “Cuando vi lo que era el taekwondo de competición me enamoré”. Tras unos buenos resultados en un campeonato para promesas de la Comunidad Valenciana, el seleccionador regional, José Jesús Márquez, que fue campeón del mundo, habló con sus padres para que Estefanía entrase en los planes de deporte de alto rendimiento en Cheste. Lanzada, logró ser subcampeona de España junior. Y le siguió otro gran año con triunfos en el nacional junior, cadete y sub’21. La Federación española la becó para seguir su preparación en el CAR de Barcelona, donde estuvo de la temporada 2005-06 hasta la 2010-11. Pero empezaba entonces su particular calvario con las lesiones; aunque lo que pareció una lesión crónica que afectaba a los gemelos acabó yendo directamente al corazón.
“Entré en el CAR Barcelona con la federación española el 15 de agosto de 2005 y el 30 me operaron. Me hicieron pruebas y me dijeron que me tenían que operar. Y ahí empieza lo que es el calvario de cualquier deportista: enfrentarse a su primera intervención quirúrgica. Lo afrontas como un objetivo más, pensando que todo saldrá bien. Pero desde 2005 hasta 2011 me sometí a siete operaciones, todas a nivel muscular de síndrome compartimental de ambas piernas y los gemelos. Se me dormían las piernas, pero, aun así, seguía compitiendo y seguía sacando resultados. No todos los que yo deseaba en ese momento o los que quizá la federación española y la valenciana esperaban de mí”, recuerda Estefanía. Sufrimiento continuado, pero la taekwondista nunca bajó los brazos. De hecho, tras la primera operación obtuvo su primer logro absoluto. Tampoco dejó de persistir cuando tuvo profesores que dudaron de sus problemas, certificados con el tiempo como crónicos. Tratamientos. Pruebas. Diagnósticos. Le apuntaban que su musculatura, especialmente el gemelo, hipertrofiaba muy rápido y en el momento de competición cuando más sangre necesito, no llegaba la suficiente. Lo que hizo, en paralelo, fue mejorar desde los conceptos más tácticos y técnicos. Nunca dejó de seguir trayectoria con buenos resultados formando parte de la selección española en Barcelona.
Diagnóstico familiar
En 2011, regresó a casa, a Valencia, y desarrolló un proyecto deportivo en su disciplina con la Universitat de València. En 2008-2009 registró sus últimos buenos resultados nacionales. Siguió a nivel universitario —al tiempo estudió Enfermería—, en pruebas autonómicas, lanzó su propia sala —El Templo Taekwondo Almela—, que creció a dos instalaciones gracias al trabajo propio y de sus compañeras y la llegada de alumnas y alumnos con proyección en campeonatos nacionales e internacionales. Una vida en todo caso dedicada a su deporte. Pero su trayectoria personal todavía no había acabado.
“Debido a un diagnóstico familiar, me dicen que puede haber algún antecedente y empiezan a investigar y descubren que todo mi problema de gemelos que sufría ya tantos años viene por una cardiopatía que tengo en el corazón, de la que era asintomática desde el momento que nací. Y eso llevó primero a un diagnóstico y me dicen que pare automáticamente de hacer deporte por mi patología. Me extrañó porque llevaba toda la vida haciendo deporte y ningún medico de alto rendimiento me lo había dicho ni me habían diagnosticado nunca nada y ahí viene un apagón de luz, a tres días del autonómico del 2019. Aún así decidí ir al autonómico; hablé con el doctor, pido una segunda opinión y no estaban seguros. Gané pensando que sería la última vez que podría competir. Preparé a un mes el campeonato de España y en este torneo pierdo en cuartos de final contra una de las deportistas que luego quedó campeona. Y llegó la operación. El cardiólogo que me operó me dijo que era una de las operaciones más complicadas, sobre todo por la edad que ya tenía. Y que mi esperanza de vida si no me operaba no llegaría a los 40 años. Evidentemente, decido operarme y estaba dispuesta a dejar el deporte”.
Y el deporte en sí había sido un salvavidas. De haber tenido una vida sedentaria quizás, según le dijeron, no habría llegado a cumplir 30 años: “Con la actividad deportiva mi cuerpo había generado arterias y venas como si fueran baipases naturales y gracias a eso seguía con vida”.
Volver a disfrutar
Una operación complicada larga. La incertidumbre de cómo saldría todo. Como intervención fue positiva, pero lógicamente debía separarse del deporte durante un tiempo. Por delante debió someterse a diversas pruebas. Por fin llegó un examen de esfuerzo en La Fe. Y Estefanía volvió a sonreír con las palabras del médico. Podía regresar; poco a poco, con un seguimiento, quizás desde un nivel amateur… algo desconocido para una deportista que apuntó en su momento hacia la posibilidad de representar a España en unos Juegos Olímpicos, pero que la salud cortó. “Después de tanto tiempo, de incertidumbre, de pasarlo muy mal, regresé en el campeonato autonómico de 2020. Volví a estar otra vez en los tatamis y para mí fue una emoción muy grande el pensar que volvía a hacer algo que ya me habían dicho que no iba a poder volver hacer. Fue una sensación muy positiva. Todos los deportistas cuando vamos a una competición siempre tenemos en mente el ‘quiero ganar’ o ‘no quiero perder’ y, en ese momento, no pensaba nada de eso. Ni miré el marcador, solo pensaba en disfrutar de aquello que por un momento casi se me va de las manos”, relata. Ganó aquel autonómico. Y siguió adelante de la mano de Miguel Ángel Orts. Perseverancia. Ilusión. Esperanza. Ese perseguir sueños. Y en 2021 volvió a subir a un podio, con una plata, en una campeonato de España en -62 kilos: “Tengo unas sensaciones muy buenas de satisfacción, de logro, de alegría, y de haber conseguido aquello por lo que he luchado tanto y no haberme dado por vencida a pesar de tanto tiempo”.
Estefanía Almela se convierte claramente en una referencia y es superación y pasión y sanas ambiciones y capacidad para rehacerse. Y en todo ello pone en valor también a su familia y apoyo de los padres del club que dirige. Cuando se escribió este libro no se ponía límites. Vivido lo vivido que fuera lo que tuviera que ser. Sin techos. Sin frenos. Sin pensar en lo que podía o no podía hacer. Pero la suma de experiencias, una dura, durísima en el deporte y en la vida, hilvanado además con su capacidad formativa y sus cualidades como entrenadora, no hacen más que conjugarse en un argumentario mayúsculo para sus alumnos y alumnas en el Templo Taekwondo Almela —en Picassent y Manises. La esencia: Estefanía volvió a abrazar el taekwondo desde el corazón.