La capitana del equipo de natación sincronizada, que compite en el Europeo de Londres, repasa su historia y afronta ilusionada la formación de un grupo joven
Que quede alegremente estremecido el auditorio por aquello que desde el agua, en pura y rotunda sincronía con las notas musicales, se proyecta. Que efectivamente la manifestación sea limpia en ejecución y muestre valor y elegancia bajo presión. Que la verdad de los rostros rotundamente expresivos de las ninfas del agua agarre la excelencia de la natación sincronizada. Que las miradas, los gestos, los movimientos con las manos y los escorzos, y los ágiles, finos y elásticos movimientos se signifiquen con un todo que entremezcle una expresión vivaz y una fuerza inquebrantable. Y cuando se trata de un ejercicio en equipo, la fusión del baile de las sirenas debe ser perfecta, pero sobretodo atender a un inquebrantable compromiso. Once años acumula Alba Cabello Rodilla (Madrid, 30/4/1986) en el equipo nacional de sincronizada. La capitana, hoy la «mami» de un grupo joven que debe coger impulso, lidera a las sirenas en el Europeo de Londres.
Alba subraya ante todo «las vivencias, las experiencias, la gente que he conocido, las situaciones que he podido disfrutar» por encima de los metales que guarda para sí en una caja, pero que son de plata en los Juegos de Pekín 2008, de bronce en los de Londres 2012, así como oros, platas y bronces mundiales y europeos. Ella, reposada, clara y cercana en una buena conversación mientras sostiene una taza con las manos alegremente coloridas en sus uñas, valora de su recorrido lo que se ha generado en sus adentros y ha compartido con sus compañeras, lo que efectivamente hay detrás de la consecución de esas materializaciones en metal.
«La sincro es mi vida. Ahora mismo lo es todo. Y lo ha sido durante muchos años. Me he dedicado por y para la sincro», subraya la madrileña, al tiempo que define su recorrido con un ilustrador ejemplo: «Me imagino una montaña y vas subiendo poco a poco. Y parece que ganas una medalla y que has llegado a la cima. Pero sigues viendo montaña hacia arriba. Sigues subiendo. Ganas más medallas y puedes pensar que has llegado a la cima, pero sigue habiendo montaña. Creo que el día que lo deje todavía quedará montaña para arriba, pero habrá un momento que en el que habrá que dejarlo».
En 2005, ingresó de forma continuada en el CAR como integrante del equipo absoluto de natación sincronizada
Lo suyo con el agua y con el deporte era inevitable. Su padre era jugador de waterpolo —hoy es árbitro—. Alba ya estaba nadando con dos años en sus primeros cursillos en la piscina Mundial 86. Tres años después se fijó allí mismo en unas chicas que mezclaban el agua, con el baile y la música. Y ante la propuesta de probar aquello no dudó en decir que no —confiesa de hecho que les es muy difícil decir que no—. Contactó ya con la sincro para no abandonarla. Lo hacía con su club, el Sincro Retiro, que nunca ha dejado, y con diez años participó en su primer campeonato de España. Y progresivamente fue entrando en las concentraciones y las preselecciones de la selección española. A los quince años, en categoría infantil, participó con España en su primer campeonato internacional.
Aquella niña disfrutaba absolutamente con aquello. Y encontró el refuerzo y el respaldo de sus padres. En su último año de junior, sufrió la terrible pérdida de su madre. Por entonces recibió la llamada de Anna Tarrés para incorporarse al CAR de Sant Cugat: «Le dije que no lo veía el momento. Al año siguiente insistió y acepté. En 2005, entré en la selección absoluta y ya vine de forma continua al CAR».
Once años acumula ya con el equipo nacional de sincronizada. Y como asegura lo es todo para ella. Lo es la disciplina en sí misma y la idea de pertenencia a un grupo: «La sincro te va captando. Es algo que te gusta y cada vez te ves más comprometida. Al ser un deporte de equipo es como un compromiso constante con el resto de compañeras. Puedes pensar: ‘Tiro la toalla, me voy a mi casa’. Pero piensas: ‘Tengo un compromiso con mis compañeras, si me voy no hay un equipo’».
Y formando parte de ese grupo ha vivido ya momentos eternos, que se han resuelto con medallas mundiales y continentales, adquiriendo una dimensión especial los Juegos Olímpicos. «Pekín fue ‘un campeonato más’, porque en ese momento España estaba como muy asentada en el podium y sabíamos que algo muy catastrófico tenía que pasar para que no fuésemos segundas. Las rusas eran inalcanzables y las terceras no nos pisaban ni los talones. Londres ya lo viví como con más estrés. Las chinas ya nos pisaban los talones mucho, Rusia se nos iba. Había que currárselo mucho más si cabe; siempre nos hemos vaciado», recuerda.
Y en ese diario están escritas sobradas anécdotas. Bucea por el pensamiento y recupera una a poco de Londres: «Se me cruzó una acrobacia y no había manera de de sacarla. Anna me dijo algo así como ‘no vas a ser capaz, así que asumimos que no vas a sacar la acrobacia’. Me provocó esa presión. Y fue un ‘¿cómo que no soy capaz?, vas a flipar’. Y salió».
Momentos únicos. Nervios siempre antes de comenzar la coreografía. Esperando ese instante que dice que el turno de tu equipo ha llegado. «Cuando salgo a la tarima hay veces que no escucho. La gente que está chillando, pero no lo escucho. Siempre intento buscar y encuentro a mi padre, a mi hermana, a la gente que quiero ver, y los veo. Y me gusta nadar para ellos», comenta.

«La sincro es sacar tus sentimientos y todo lo que quieras expresar para fuera. Si te lo quedas para ti, es una rutina plana, no transmites nada. Es importante mirar a los jueces, hacerlo con la mirada y captarles, igual con un familiar, con alguien de la grada. Es enamorar al público. Creo que es común en todas las nadadoras que estás súper nerviosa fuera del agua, pero empieza a sonar la música, te tiras al agua y pasan todos los nervios. Es como tocar el agua y encontrar la tranquilidad y te sientes como protegida», detalla la nadadora madrileña.
El recorrido de Alba Cabello cuenta con sobrados avales. Y reflexiona sobre la no clasificación del equipo para los Juegos de Río, los que hubieran sido sus terceros. Hecho que no tardó en sacar a la luz los análisis interesados y en que se refrendase un deporte nacional como la crítica gratuita. «Al día siguiente de no clasificarnos leí cosas de gente relacionada con la sincro, que sabe de verdad qué es esto y cómo de duro se trabaja, gente que ha estado en el equipo que me dolieron. Y contesté como Alba Cabello porque nuestro trabajo estaba bien hecho. Y hay gente que ya trabajábamos entonces y lo seguimos haciendo ahora. Pero luego la reflexión que hago es que ”nosotras sabemos qué se han hecho las cosas bien y que no nos dejamos nada dentro y por ello estoy tranquila», manifiesta.
Ahora arranca algo nuevo. Y todo comienza con el Europeo de Londres de natación sincronizada. Allá va un equipo joven, capitaneado por Alba, que dibuja saltos y acrobacias sobrias, elegantes y con fuerza en cada ejercicio. Y para ella también es otra de esas cimas, otro momento de mirar hacia arriba porque hay montaña en ascenso: «Ha habido chicas del equipo que lo han dejado después de lo de Río. Pero ahora es la ilusión de volver a subir un equipo joven de chicas que no han competido nunca en un campeonato internacional y que tienen que ir a un Europeo absoluto. Y es volver a revivirlo e ir con ellas y subir con ellas, y si conseguimos medallas pues mejor».

«El ‘secreto’ es que todo el mundo se sienta partícipe de este equipo, que cada una tenga su rol. Yo soy la acróbata, soy la que salto, pero debajo tengo siete compañeras y sin ellas no podría saltar. Cada una se tiene que sentir importante», expresa. Se reconoce la «mami» del equipo. Siempre pendiente de todas sus compañeras dentro y fuera del agua. Y tiene sobrados argumentos para canalizar la comunicación entrenadoras-nadadoras. Y hoy, a sus 30 años, traslada lo aprendido, lo vivido, lo que la sincro le ha mostrado, que eleva a un plano más humano.
Una vez concluya el Europeo, Alba se someterá por tercera vez a una operación de uno de sus hombros. «Depende de cómo reaccione, de cómo vaya la recuperación decidiremos», asegura. En todo caso sus planes están íntimamente ligados a la natación sincronizada: «Lo que quiero hacer cuando me retire, sea cuando sea, es ser entrenadora. Quiero trasladar todo lo que he aprendido a las niñas, quiero devolver desde fuera del agua lo que la sincro me ha dado».
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