La extremo izquierdo del Zuazo y de la Selección española, olímpica en Río, repasa su recorrido y ayuda a saber quién es y qué sigue buscando en su deporte, por el que mantiene una ilusión vital
Al verbalizar el balonmano como su todo, le brilla la mirada. Y expresa lo que es, lo que hizo y lo que seguirá haciendo con la veracidad del entender y explicar que ese deporte es tanto como su estilo de vida. Y luego, quien haya compartido o la haya visto en una pista de balonmano, sabe que su juego es limpio y manifiesta valor y ganas ante la presión. Y todo ello, y la constancia y la ilusión, claro, ya hace tiempo que le permitieron vestirse de Guerrera. Y subraya que es un orgullo y que siempre se vaciará los adentros para competir con ellas o sus compañeras de equipo —hoy el Prosetecnisa Zuazo—. Pinceladas de quién es Naiara Egozkue Extremado (Iruña, Navarra, 21/10/1983), que sobre sí, que es lo que más cuesta, cuenta que es «una chica alegre, a la que le gusta reírse y hacer reír, y disfrutar al máximo del balonmano, que es mi vida».
Egozkue es jugadora de físico poderoso. Una extremo izquierdo veloz, que afina en el uno contra uno, y que es voraz en la finalización. Sobretodo es una curranta. Veinticuatro años lleva en esto del balonmano desde que se inició con nueve años. «Empecé siguiendo a mi hermano. Él jugaba y me picó la curiosidad; al final quería hacer lo que él hacía. Y siempre ha sido para mí el mejor. Siempre me ha gustado su habilidad finalizando y las ganas que le pone», cuenta.
La narración de Naiara tuvo sus primer líneas en el Beti Onak de Villava, en su tierra. A esos tiernos nueve años se ligó al balonmano para ya no dejarlo. «Hicimos un equipillo majo de la mano de Fernando Ortín. Y en juveniles de primer año ganamos la liga para después disputar el campeonato de España. Guardo vivencias muy bonitas y recuerdos muy felices de entonces», recuerda de sus comienzos. En su etapa juvenil ya jugaba con el primer equipo.
Del Beti a la Selección española
Y a los 19 años, tras jugar contra el CB Perdoma canario, el desaparecido Celestino Hernández le propuso viajar a las islas para jugar en Primera Nacional -hoy División de Honor Plata- con Perdoma. Tenía el sí decidido y consensuado con su padres. Pero recibió otra llamada, la de Fernando Ederra para probar unos días en Estella. Era el Itxako: «Aquello me sonaba a demasiado, pero fui y probé. Me gustó. Además estaba más cerca de casa. Sabía que no iba a jugar mucho, que iba a ser un cambio grande a DHF, aunque hubiera acumulado muchos minutos en Primera, pero quise aprovechar la oportunidad con la seguridad de que iba a aprender muchísimo. Fue el mismo año que fichó Ambros (Martín) y fueron ocho años maravillosos».
La extremo izquierdo fue ganando minutos y presencia en la máxima categoría. La vivencia numérica fue la de ganar cuatro títulos de liga, tres de Copa, un campeonato EHF, un subcampeonato de Champions y otro de EHF. Pero aquellas que pasaron por entonces, muchas compañeras que estuvieron o siguen estando en la selección española, guardaron algo mayor incluso: «El recuerdo más bonito que guardo, más que los títulos incluso, fue la familia que hicimos allí en Itxako. Las vivencias que tenemos de allí son increíbles. Siempre lo recuerdas con añoranza. Y desde luego fue una pena cómo acabó todo».
«El recuerdo más bonito que guardo de los ocho años en Estella, más que los títulos incluso, fue la familia que hicimos allí en Itxako»
La crisis y las malas gestiones engulleron a todos los sectores. Y el deporte se llevó un áspero latigazo. Y más aún el femenino. Y eso que el peso del balonmano español era de mucho cuajo a nivel europeo. E Itxako también pasó por la guadaña. Y todas las jugadoras tuvieron que buscarse ‘las castañas’. Y muchas de ellas estuvieron en aquel bronce de Londres 2012. Pero aquel proyecto de Estella acabó. Naiara se decidió por Alemania y fichó por el Bayer Leverkusen, donde estuvo dos campañas.
Recuerda una etapa amarga y otra dulce de aquella aventura. Aunque dice que con el paso del tiempo se queda con los momentos buenos. Lo duro de entonces fueron los primeros meses. Al poco de llegar, al segundo entrenamiento, se lesionó. El problema es que tardaron en dar con que se trataba de una rotura parcial del tendón de Aquiles. «Lo pasé mal porque acababa de llegar, aquel equipo había invertido un dinero y me pasé tiempo parada. Y veía como que desconfiaban. Pero de verdad que no podía; me dolía sencillamente corriendo. Además, no hablaba el idioma y también hubo al principio un problema con la vivienda. Cuando se supo qué era la lesión, fue en parte un alivio porque no quería que pensaran que era una milindris que se quejaba por nada», recuerda.
Superada la lesión, fue llegando la parte dulce. Entró en el equipo y acabó siendo una jugadora importante: «La entrenadora me dio confianza, me dijo que estaban contentos conmigo. Y la siguiente temporada pude disfrutarla completa y haciendo un buen papel en el equipo. Disfruté mucho. En mi paso por Itxako nunca fui primera extremo, pero en el Bayer disfruté de eso de ser la primera, de que contaban conmigo como una jugadora importante, que al final también te hace ser mejor jugadora».
Ha militado en Beti Onak, Itxako, Bayer Leverkusen, Guardés y Zuazo. Con Itxako ganó cuatro ligas, tres copas, una EHF y fue subcampeona de Champions
Para la siguiente campaña, en el Bayer salía la entrenadora y varias de las jugadoras con las que tenía más afinidad y que eran clave en el equipo. Decidió Naiara aceptar la llamada del Atlético Guardés para regresar además a España. «Había vivido la experiencia de jugar en otro campeonato, me gustó, la aproveché, me sirvió de mucho, pero decidí volver. También siempre he sido consciente de qué jugadora soy y que no iba recibir la llamada de un equipo potente; ser extremo izquierdo también lo complica. Tienes que marcar la diferencia para que un equipo fiche a una extranjera en esa posición. Hay que tener siempre los pies en la tierra», explica.
En A Guarda, asegura, pasó dos años geniales: «Sólo tengo palabras buenas para la gente del Guardés, son de diez tanto en el club como la afición. Tengo muy buen recuerdo y es una afición que marca muchísimo». Hoy, en Zuazo, se siente arropada por el club y disfruta del balonmano. «El objetivo es luchar hasta el final por todo lo que podamos. Y por mi parte es trabajar siempre por el equipo y vaciarme en la pista como he hecho siempre», comenta. Quienes la conocen y han compartido vestuario subrayan que «es una curranta».
Con las Guerreras suma un diploma (sextas) en los Juegos Olímpicos de Río y la plata en el Europeo de 2015
Antes de comenzar con Zuazo, sin embargo, vivió una experiencia igualmente dulce y a la postre tremendamente agria. Fija en la selección española, siendo una de las Guerreras, con la plata en el Europeo de 2015 en el zurrón, vio cumplido el sueño de ir a unos Juegos Olímpicos, los de Río.
«Por un lado, fue flipante estar allí, convivir con todos aquellos deportistas, sentirte en unos Juegos, y competir con mis compañeras. Pero luego se nos quedó uno de los peores recuerdos que tenemos todas. Ese partido tan cruel de Francia fue un palo demasiado gordo. Cuando se pitó el final del partido fue como que se derrumba el sueño de repente. Se ha acabado, se ha acabado, se ha acabado, me repetía abrazada a mis padres que estaban allí. Era algo inconsolable», relata.
El balonmano como estilo de vida
El deporte, sin embargo, tiene poca memoria. Todo va rápido. Acabó aquel capítulo. Y comenzó el siguiente. Naiara Egozkue reanudó eso que sabe hacer tan bien como es el balonmano con Zuazo. «El balonmano es mi vida entera. Todo gira en torno al deporte, al partido del fin de semana, a entrenar, a cuidarte, a descansar, a intentar estar lo mejor posible. Es mi estilo de vida. Esto te da muchas experiencias, vivencias, gente que conoces, amigas, gente que se queda para siempre. Creo que el esfuerzo por algo que nos gusta, y me siento una privilegiada de vivir del balonmano, se ve recompensado con creces con todo lo que te da», subraya.
Naiara, de 33 años, quiere seguir disfrutando, porque le ilusiona y se ve sobradamente con fuerzas y nervio competitivo para seguir en esto —«y cuando el cuerpo diga basta, pues hasta ahí será»—. «Tengo ilusión todavía y sueños de ganar otra medalla con España y de ayudar al Zuazo en todo lo que pueda», dice.
Desde luego, la conversación, el trato directo con Naiara, proyecta una mirada brillante y una conversación cálida. ¿Su sello? Una jugadora competitiva, trabajadora, ambiciosa y voraz por ese extremo izquierdo. Sobre todo, y fuera de la tensión de la pista, una chica alegre, divertida, que disfruta con la sonrisa de los demás, que al tiempo le incentiva la suya.
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