La jugadora de la selección española y del Braxgata belga repasa su recorrido por un deporte que ama desde la cuna
Su expresarse sobre un campo de hockey hierba se formula ofensivamente, velozmente, de una forma íntimamente ligada con la calidad y la mayor responsabilidad por materializar goles o, al menos, facilitarlos a su compañeras. Sin un palo en la mano y una bola como objetivo, narra su historia con templanza, repasando sus capítulos analíticamente, emocionándose incluso cuando relata alguno de los pasajes. Y su discurso, alegre y cercano en todo caso, honesto, cofensándose excesivamente autoexigente, aunque trabaja en suavizar esto para relativizar más lo que sucede en su vida, ya nació en una cuna absolutamente barnizada de hockey. Berta Bonastre Peremateu (Matadepera, Barcelona, 3/6/1992), delantera de la Selección española y del Braxgata belga, repasa su experiencia vital, subrayando que «no la entiendo sin el hockey».
Queda meridianamente clara la esencia de su vida cuando significa que en su casa, su padre, colocaba un palo de hockey hierba a modo de centinela para las cunas de sus hermanas y la suya misma. Él fue jugador y entrenador. Su madre también jugó. Y sus hermanas, Olga y Silvia, no faltaron a la tradición. De hecho, Silvia fue olímpica en Atenas 2004 y en Pekín 2008, donde logró un diploma. Difícil era que Berta, que ya acudía a ver los entrenamientos de su padre y sus hermanas, que respiró hockey desde el primer segundo de su vida, y aunque flirteó con deportes que le agradaron como el tenis o el golf, no siguiera la tradición. Más aún: fue olímpica, con diploma, en Río de Janeiro 2016.
«Nadie me dijo que escogiera el hockey, lo elegí, o me eligió, porque era y es con lo que mejor me lo pasaba, con lo que soy feliz, y es uno de los pilares de mi vida. El hockey para mí lo es todo», subraya Berta.
Siendo una chiquilla, inquieta, curiosa por el deporte de casa, naciendo además en la gran cuna del hockey hierba en España, se inició en el CD Terrassa, donde estaban su padre, entrenando, y sus hermanas. Luego pasó al Atlétic Terrassa, donde estuvo desde categoría infantil hasta División de Honor: «En los dos clubes estuve muy bien con las compañeras, con los entrenadores, con los directivos; había un ambiente muy familiar. Obviamente, siempre que he tenido que buscar consejo acudía a mi familia. He tenido siempre la posibilidad de contar con las perspectiva de todos respecto a mundo que conocen perfectamente».
La necesidad de un cambio
En su etapa en el Atlétic comenzó a tener llamadas de la selección española para concentraciones en categorías inferiores, como fue el caso de la sub’16 con Jorge Donoso. A los 16 años ya le recorrieron el cuerpo las ganas de un cambio, de encontrar nuevas experiencias en el hockey y planteó a sus padres ir a Holanda, aunque estos le aconsejaron que no era el momento; todavía era muy joven y le faltaba experiencia para marchar a la gran potencia: «Seguí en el Atlétic y acabé mis estudios en el instituto y ya empecé los estudios de Nutrición y Dietética en Barcelona».
En paralelo fue escalando en la selección. Ya fue con la absoluta al Mundial de Rosario en 2010 cuando tenía 17 años. Entonces, como sus compañeras, soñaba con la clasificación para los Juegos de Londres 2012. Pero aquello no se logró. «Me pasó que como había visto a mi hermana en dos Juegos lo veía como que lo normal era clasificarse; nunca había visto que nos quedáramos fuera. Vi la inauguración de Londres con lágrimas. Decidí que necesitaba un cambio de aires total, no quería seguir con la misma rutina; quería ver un hockey nuevo, conocer gente nueva, aprender un nuevo idioma, necesitaba algo que me volviera a motivar», relata la jugadora de Terrassa.

Se puso manos a la obra por su cuenta. No le trasladó nada a sus padres hasta que no lo tuvo todo atado. Encontró dos clubes interesados para marcharse a Bélgica. Además, en Bruselas tenía conocidos. Así que se decidió y fichó por el Wellington: «Cuando lo tuve todo hecho, llegué a casa y se lo dije a mi familia. Mis hermanas estuvieron al cien por cien. Mis padres, aunque al principio vieron que se les iba la pequeña, en todo caso me apoyaron».
Berta logró un diploma olímpico en Río 2016 con las RedSticks; su hermana Silvia lo consiguió en Pekín 2008
El plan inicial era un año en Bélgica. La realidad es que ya acumula cinco temporadas allí. Cuatro campañas en el Wellington, con el que además ganó la liga en la segundo curso, y luego abrió una nueva etapa en el Braxgata.
¿Encontró los cambios que necesitaba, la motivación que buscaba? «Llegué con 20 años. Conocí un hockey que me venía muy bien como delantera: van más al ataque, piensan más en marcar un gol más que el rival que en defender. Llegué y empecé a marcar goles. Son muy competitivas, de mucha garra. Y vi algo a lo que no estaba acostumbrada como fue la importancia que tenían las chicas en el deporte, en este caso en el hockey. Por otro lado, no me costó adaptarme. Echaba de menos los domingos pasándolos con la familia, pero de pronto tenía tantas cosas nuevas y me puse a estudiar francés y tenía muchas cosas que hacer que no me costó adaptarme. Además, me tocó una compañera de piso genial: Linda Haussener, suiza, que jugó en el Polo».
El crecimiento con la selección
De su paso por el Wellington destaca además el aprendizaje que tuvo con el inglés Simon Letchford como entrenador. Y recuerda que el tratamiento desde el club, muy familiar como había disfrutado en Terrassa, fue excelente. Se sintió integrada desde el principio. Completadas cuatro temporadas decidió cambiar y fichó por el Braxgata para la campaña 2016/2017.
Berta Bonastre fue viviendo en paralelo con su etapa belga el cambio radical que hubo en la selección desde la llegada de Adrian Lock y su cuerpo técnico, unido al firme compromiso de las jugadoras por revertir la situación después de quedarse fuera de Londres y caer en el ránking sin frenos. «Fue un cambio total de mentalidad, de forma de trabajar, de comprometerse con un plan físico muy potente, que al principio pensábamos: ‘cómo vamos a hacer esto’, pero todo fue teniendo resultados. Veíamos que cada vez llegábamos más alto y te motivabas más. Todas juntas hemos pasado momentos duros, pero tuvimos recompensa», explica.
Sobre las RedSticks: «No sé decir dónde está el techo, pero sí creo que vamos a hacer cosas grandes seguro»
España quedó sexta en la World League 3 de Valencia en julio de 2015 tras una cruel tanda de shoot-outs contra Alemania. Hubo que esperar a afinar la clasificación y a la solución de un angustioso bloqueo con Sudáfrica como protagonista hasta que a finales de ese año se confirmó la clasificación de las RedSticks para Río 2016: «Pasamos unos meses muy complicados por la incertidumbre que fue generando el caso. Y tuvimos nuestros momentos de bajón muy importantes, pero el grupo siguió adelante, preparándose como si fuéramos a ir aún sin tener la decisión final».

Estaba en su casa, en Matadepera, cuando recibió un mensaje con una imagen de la FIH en la que la selección española femenina encajaba en el puzzle para los Juegos: «Estaba en mi habitación y recibí aquello, pero no tenía confirmación de Raúl Gómez —jefe de equipo—. Se lo enseñé a mi padre y no me salían las palabras. Él me abrazó. De pronto llegó la confirmación de Raúl al grupo. Me puse a gritar y mis padres me miraron llorando. Era muy importante que nos clasificáramos».
Se cumplió el sueño. Cuenta Berta que la competición en sí no fue diferente a otros torneos. Las RedSticks siempre se vacían. Eso estaba en el ambiente, en la Villa, en los apartamentos, en compartir en el comedor de la Villa con tantos deportistas de élite… Pero subraya que el equipo supo cuál debía ser su ritmo para la competición y que allí no iban sólo a jugar los partidos de la fase de grupos. España llegó a cuartos y se llevó un diploma.
El sueño de una medalla y la mirada hacia Tokio
«Nos dimos cuenta y nos da rabia de que podíamos haber llegado a más. Quizás si hubiera habido sistema de clasificación entre el quinto y el octavo hubiéramos tenido mejor puesto”, comenta. Pero Berta Bonastre, como la selección en su conjunto, ya mira a Tokio y todo lo que haya que hacer por el camino para conseguirlo: «Tenemos un grupo que no ha parado de ir en línea ascendente, que sigue creciendo, con jugadoras con experiencia y las peques que llegan con ilusión y hay mucha competitividad. No sé decir dónde está el techo, pero sí creo que vamos a hacer cosas grandes seguro».
La jugadora de Terrassa, cuya prima Carlota Petchamé también es una referencia de la selección, piensa con brillo en la mirada en Tokio. Otro ciclo para exprimir todo lo que el hockey, pilar de su vida, le da. Ella responde a su deporte ofrenciéndose por entera. Los sacrificios que ‘roba’ el deporte de élite le son menos costosos, «porque estoy haciendo lo que me hace feliz». Seguirá con su particular autoexigencia, aunque trabaja en ello, en que «no somos máquinas y podemos fallar y, a veces, el cien por cien que queremos dar no corresponde con nuestro cien por cien de ese día, pero en suma lo damos todo»; y seguirá con risas y alegría; y por el momento con el deseo de «ganar una medalla con mis compañeras, con Adrian que es clave en todo lo que estamos creciendo, y mejor si puede ser en unos Juegos».
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