La leonesa logra la octava plaza en la final individual de gimnasia rítmica, en la que se proclama campeona Margarita Mamun
Siempre mantuvo ese nivel de expresividad que enamora. Y abrazó fuerte a su gimnasia rítmica, de la que decidió que había llegado el momento de separarse, al menos siendo ella la protagonista, en los Juegos Olímpicos de Río. Para Carolina Rodríguez, por más que se haya repetido constantemente que con 30 años su concurso ya significaba un récord de edad en la historia de la rítmica —entre los 24 y los 26 ya se les consideran veteranas—, lo esencial estaba en competir, en disfrutar y despedirse tranquila haciendo lo que más le gusta, lo que quizás le ha dado muchos momentos grises, pero que aquellos que fueron brillantes lo compensaron.
Y en Río brilló. Logró el ensueño de meterse en una final individual olímpica. Para ella eso ya era un gran éxito; un despedirse sabiendo que se había hecho un buen trabajo. Pero la leonesa, con un octavo puesto, guardó en su palmarés un diploma olímpico. Y con sus ejercicios se ganó al público. Notó el respeto de la rítmica, de las gimnastas y entrenadoras, y del público.
Acabó siendo Río un excelente escenario para la retirada, ya no sólo por esa meritoria competición, sino por el calor que notó de seguidores y ‘rivales’: «No hay mejor sitio que este para decir adiós. Después de estar en la final olímpica, retirarme en una copa del mundo o en un campeonato de Europa me parecería una pijada».
Carolina Rodríguez se clasificó para la final con un séptimo puesto. Dominó con las mazas, con las que sacó un 17,700. Y agregó a esa nota un 17,616 en aro, un 17,683 en pelota y un 16,950 con la cinta, que se le cayó en la final. El total, 69,949. Un octavo puesto y diploma olímpico en Río, donde tenía marcado que había llegado el fin a su carrera. Elegante. Sobria. Expresiva. Carolina se ganó a un público del que dijo que «ha sido bestial. Estaba volcado conmigo. Cuando he visto que abucheaban dos notas, me he quedado… No me hubiese imaginado que un público a 9.000 kilómetros de casa se portase así. Me he quedado enamorada».

Carolina estaba entre las más grandes de la rítmica individual como las rusas Margarita Mamun (oro) y Yana Kudryavtseva (plata). La leonesa cuenta diez años más que la primera y doce que la segunda. Día especial fue para Mamun. Llevaba mucho tiempo persiguiendo el primer puesto, agarrado por Kudryavtseva —campeona del mundo en 2013, 2014 y 2015, con Mamun segunda en las dos últimas ediciones. Se alegró Carolina por el triunfo de Mamun. «En el campeonato de Europa le dije que, como siguiera así, sería ella la campeona olímpica. Hoy se lo he recordado y nos hemos abrazado», comentó la española.
Mamun acumuló 76,483 puntos —la única gimnasta que nunca bajó de 19 en sus cuatro ejercicios— para colgarse el oro, Kudryavtseva se quedó con la plata al cometer un error con las mazas y sumar al final 75,608, mientras el bronce fue para la ucraniana Ganna Rizatdinova con 73,583.
Las rusas marcaron la diferencia de forma clara en la final. Y entre ellas la favorita era Kudryavtseva —El ángel de las alas de hierro—. Dominó con el aro y la pelota, pero erró en mazas. Aquello fue definitivo para que, entre lágrimas consciente del coste que podía tener aquello, acabase en segunda posición y Mamun se proclamase campeona olímpica. Y eso que la favorita logró la mejor nota en un ejercicio magistral con la cinta. Entre aquellas gigantes de la rítmica y con un diploma, Carolina terminó su narración en esta disciplina con un capítulo inolvidable.
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