El libro de estilo de Adrian Lock (Inglaterra, 23/2/1976) contiene la palabra trabajo como concepto base y forma de ejecución para lograr éxitos. Trabajar, trabajar, trabajar y volver a trabajar duro es el camino para alcanzar resultados tangibles. Y a las claras está que el seleccionador nacional de hockey hierba femenino ya logró tiempo atrás implantar esa filosofía en las jugadoras para que el proyecto en clave de Juegos Olímpicos fuera una realidad.
Metódico. Perfeccionista. Incluso obsesivo. En realidad el hockey es su pasión. El británico, en una conversación pausada y cercana, subraya las claves de la esencia de las RedSticks en una entrevista para WSL.
Existe un antes y un después de Adrian Lock en la historia reciente de la selección española absoluta de hockey hierba. Del camino hacia Londres 2012, de donde España se quedó fuera pues tras Pekín 2008 se dejó de evolucionar, a un hoy con un combinado potente, con otra mentalidad y un nivel de competición rotundo. «El trabajo que han hecho las chicas ha sido brutal. Hemos hecho un cambio total, radical, de cómo funcionamos como selección, porque el mundo del hockey había cambiado, y en mi opinión, nosotros no habíamos cambiado».
La clave estuvo en una reunión en junio de 2013. Lock, que había trabajado con las categorías inferiores de España, asumió el cargo seleccionador absoluto y trasladó a las jugadoras su planteamiento. ¿Qué querían ser como selección? «Lo primero que tenía muy claro es que la cantidad de trabajo de entrenamiento que realizaban nuestras rivales comparado con la nuestra estaba muy lejos. Era imposible no sólo ganar, sino competir. Así que planteé a las chicas si querían trabajar en serio, si querían trabajar de una manera profesional para poder competir y si competíamos entonces optar a ganar. Y a partir de ahí marcar el objetivo de estar en los Juegos Olímpicos».
El grupo eligió que quería formar parte de esa fórmula, que querían progresar y optar a regresar a una cita olímpica. España, de hecho, ya había tenido grandes éxitos como el oro en Barcelona 1992 y el diploma de Atenas. Los fundamentos de Lock pasaban por adquirir desde el principio un estado físico óptimo para poder competir. Era la forma de acercarse a las selecciones top. Se incrementó notablemente el trabajo físico entre el que las jugadoras debían hacer con sus clubes, por cuenta propia y luego en las concentraciones. Y desarrollaron un método para estar reportando información continua de ese trabajo y progresos aunque estuvieran en diferentes lugares de España o compitiendo fuera.
«Era cuestión de ponerse full time. Estar a la altura física de las mejores selecciones, porque la parte técnica la tenemos bastante bien y la parte táctica la fuimos y la vamos mejorando, pero la tenemos bastante bien de entrada. Pero el aspecto físico era lo que más marcaba la diferencia entre nosotras y el resto de selecciones», cuenta Lock. Las jugadoras, además, compaginaron con sus estudios o sus trabajos; todo se fue ajustando luego. En un entorno de crisis, en el que el asunto económico no acompañaba, la clave estaba en la motivación: «La motivación era hacer todo aquello para cumplir el objetivo. Primero, de poder competir. Luego, el competir nos llevaría a ganar y saber ganar. Y lo siguiente, con todo eso, podría llegar la clasificación para los Juegos».
«La filosofía que hemos desarrollado basada en el trabajo ha venido avalada por resultados tangibles»
Los niveles de autodisciplina de las jugadoras eran altísimos. Contaban con la motivación del sueño. Y el nuevo método había arrancado. «Las chicas trabajan solas en muchos momentos. Cada día debían decidir si hacían o no el trabajo. A mí me tocaba hacerles ver que es una decisión cada día y poder tomar la decisión sabiendo las consecuencias. Si queríamos conseguir un reto tan grande como los Juegos, la decisión diaria tiene que ser acertada y comprometida», explica, al tiempo que refuerza la idea de que a lo largo de su carrera «esa filosofía del trabajo ha venido unida al logro de resultados tangibles».
«Las chicas se dieron cuenta y vieron la oportunidad que tenían desde el principio. Vieron que el trabajo era serio y que valía la pena y todo el mundo se apuntó al reto pese a que había poco tiempo. Y desde entonces nunca miramos hacia atrás, siempre miramos hacia adelante. Era cambiar la cultura o la forma de ver las cosas: con esta forma de trabajar los resultados saldrían», significa el británico, que espera que cuando él mismo ya no dirija a la selección o las actuales jugadoras ya no estén, esa cultura que están trabajando quede para quienes les sucedan.
Lo dicho, el trabajo tiene sus frutos. La selección española que recogió cambió. Ahora es voraz, ambiciosa y fuerte, y afronta con ilusión los Juegos y no renuncia a nada. Por el camino de esa evolución, Adrian remarca tres momentos, tres cimas intermedias en las que el alcanzarlas fue mostrando con resultados tangibles que el camino elegido era el adecuado: «Río no es la cima definitiva. Río es un camino de cara a Tokio. Pero en ese ir hacia Río, ha habido pasos como el Champions Challenge de 2014, porque fue la primera competición que jugamos después de empezar a trabajar en serio y las chicas vieron tras siete meses de trabajo mucha diferencia respecto de donde venían. La segunda cima fue los partidos contra Alemania a finales de febrero en 2015 después de varias concentraciones en Valencia. Trabajamos para saber competir y después saber ganar los partidos. Contra Alemania vieron no sólo que se había mejorado y se competía, sino que se podía ganar a selecciones top ten. La World League 3 fue otro punto importante, otra cima, para mostrar lo que habíamos evolucionado y nos dimos cuenta de que podíamos con todos. En el Europeo, estuvimos compitiendo y sin jugar bien esa regularidad la teníamos».
La concreción para los Juegos Olímpicos de Río, sin embargo, no pudo darse en esa Ronda 3 de Valencia. La acariciaron las RedSticks, pero tuvo que depender de la presencia de Sudáfrica. Agónicos los meses siguientes. Una montaña rusa de sensaciones motivadas por las noticias. De pronto, Sudáfrica no iba a Río. La réplica eran noticias de recurriría el país africano para ir y que tenía el apoyo de la federación internacional.
«En mi caso, mi sueño del hockey empezó con doce años cuando Inglaterra ganó los Juegos en Seúl. Desde el 88, mi sueño han sido los Juegos Olímpicos y para mí ha durado 28 años. Entonces, en esa montaña rusa que vivimos interiormente lo notabas muchísimo. Si yo sufría, las jugadoras diez veces más. Decidí no pensar en ello y trabajar para el equipo pensando en preparar unos Juegos suponiendo que estábamos dentro, pero sin saberlo», cuenta.
¿Cómo acabó recibiendo la noticia? «Si no recuerdo mal, fue el 17 de diciembre de 2015. la verdad es que estaba en la cola para entrar al concierto de Navidad del colegio de mi hija. Algunos padres me preguntaban allí mismo si sabía algo. Allí recibí la llamada del presidente de la federación para decirme que estábamos dentro. Fue un momento complicado. Normalmente ganas o consigues el resultado en el campo y sueltas todas las emociones con todo tus jugadoras y el staff. Pero de pronto me vi allí, en un entorno fuera del hockey. Tenía una felicidad total, pero debía entrar al concierto de mi hija».
Las primeras llamadas a su staff y jugadoras y mensaje no tuvieron respuesta. Un día normal. Trabajando o estudiando andaban. Ya en el concierto, se sucedieron los mensajes, si bien Lock procuró estar atento a la actuación. Al salir, llamadas a la capitana Rocío Ybarra o al jefe de equipo Raúl Gómez. Felicidad y lágrimas a kilómetros los unos de los otros.
Y después de casi tres años, llegan los Juegos de Río. Para el que conoce a las RedSticks, el sello que dejan es rotundo. Para el desconocido que se asoma al hockey y más en fechas como las olímpicas, Lock define la identidad de su selección como «un equipo trabajador, ambicioso, que siempre busca nuevos retos. El cómo somos permite ver luego cómo jugamos. Físicamente somos un equipo muy duro, muy agresivo, muy directo, muy rápido, que juega con mucha intensidad y con mucha pasión. Creo que hay una mezcla de mi parte británica en cuanto a ser frío en la toma de decisiones y cómo gestionamos momentos de partido, pero a la vez tenemos la pasión española de compartir un objetivo, las ganas de conseguirlo juntos es muy importante, porque te empuja a conseguir cosas que si no no te das cuenta de que eres capaz de conseguir. Queremos conseguir algo grande en Río».
«A un partido que somos capaces de competir con todos los equipos del mundo»
Adrian siempre mantuvo aquella visión de Gran Bretaña ganando la medalla en los Juegos de Seúl. Veintiocho años detrás del ensueño. Reconoce que quisiera haber conseguido ganar una medalla olímpica como jugador. Su rol como seleccionador le presenta ante la posibilidad. Por lo pronto, la clasificación se logró. Y ahora es momento de competir. «Además del aspecto personal, primordialmente significa mucho los Juegos en tanto que el trabajo que se ha hecho da la oportunidad a las chicas, que son las que lo han hecho, de cumplir ese sueño. Cuando les veo la alegría de ganar o de conseguir cosas es una de las cosas que más me llena», asevera.
Y el seleccionador habla de las expectativas reales en Río 2016: «En el formato de competición que hay, el reto que planteo al equipo es ganar medalla ahora. Quizás es pronto, pero por otro lado veo cómo estamos, cómo trabajan las chicas, cómo se preparan… Entrar en cuartos ya sería un diploma y estarían todos muy contentos. Pero si somos capaces de entrar en cuartos y luego estás jugando a un partido, no entiendo por qué renunciaríamos a entrar en semis. A un partido que somos capaces de competir con todos los equipos del mundo. Si no renuncias a entrar en cuartos, por qué sí los vas a hacer en unas semis, y por la misma lógica por qué no vas pensar en luchar por una final. Todo, siempre, pensando partido a partido».
Es el momento de Río de Janeiro. De los Juegos. Repiten en una cita olímpica la capitana Rocío Ybarra (Atenas 2004 y Pekín 2008), Gigi Oliva (Pekín), Gloria Comerma (Pekín) y María López de Eguilaz (Pekín). La selección española va con la idea de exprimirlos. Un grupo voraz que ha conseguido dar forma a esa nueva cultura que entre Lock, su cuerpo técnico y lógicamente las jugadoras. Compromiso y disciplina para que los resultados se hayan visto. Ahora van a competir con las mejores en Río. Pero la historia, el proyecto es más largo. Suceda lo que suceda el foco se pondrá en Tokio 2020.
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