La jugadora santanderina de la selección española y del Club de Campo Villa de Madrid repasa su historia en el hockey, en el que todavía le queda un camino que se presume brillante
Libera con su intenso nervio competitivo un poderío físico y una punto de velocidad soberbios. Desata todo lo que es desde sus adentros. Rompe con su timidez, que no es tanta en una conversación cercana, en la que sonríe y próxima cuenta su recorrido. Y presenta mayúscula determinación cuando se expresa en aquello sobre lo que gira su vida, que es el hockey hierba. Para Beatriz Pérez Lagunas (Santander, 4/5/1991), jugadora de la selección española y del Club de Campo Villa de Madrid, su disciplina es el eje sobre el que pivota su experiencia vital, que está totalmente vinculada al deporte, y a eso de empuñar un palo y hacer suya la bola y aparecer en el campo como una flecha.
Bea, que vive su sexta temporada en el potente Club de Campo y es fija con las RedSticks, con las que fue olímpica en los Juegos de Río, tiene sus orígenes en el deporte en el colegio La Salle de Santander. Siendo una niña empezó con el judo. Un par de años con aquello. Pero siguiendo los pasos de su hermano mayor, alistado a aquello otro del hockey como casual oferta escolar y no por que hubiera tradición por esa disciplina en casa, empezó en el hockey a los siete años.
«En aquellos momentos, disfrutaba por el hecho de ser un deporte en equipo. Me gustó el compartir todo con más gente, el disfrutar de los buenos momentos y pasar los malos en grupo», explica la jugadora cántabra, al tiempo que recuerda que «empecé por mi hermano —posteriormente el hermano menor también se dirigió al hockey—, me gustó por esa idea de practicarlo con más compañeras, y ya seguí porque los acontecimientos fueron llevándome por esa camino. Me marcó mi primera entranadora en el colegio, Vanesa. Era muy joven y nos llevaba bien a aquel grupo de niños pequeños. Cuando se enteró que iba a los Juegos me escribió y me hizo mucha ilusión».
«Mi vida gira en torno al hockey, que sobre todo en mi vida me ha dado personas, conocer gente, compañeras, amigas, que se han quedado»
De La Salle se fue a El Sardinero. Un paso más en su recorrido. Y fue creciendo, casi sin darse en cuanta, al tiempo que adquiría más importancia el hockey en su vida. Y por el camino la llamada de la selección sub’16 y el seguir y el que le ofreciesen marcharse al CAR de Madrid: «Decidí coger ya la oportunidad porque la había rechazado dos años antes. Quizás no fui al principio por no sentirme todavía madura, por el hecho de salir joven de casa, porque siempre he sido una chica tímida, porque igual me daba vértigo. Pero fue el gran salto cuando dije que sí».
Estando todavía en El Sardinero pasó un momento complicado. Una campaña en la que todo se cruzó; quizás le pareció bloquearse. «Fue un año en el que no me salí nada con mi equipo y me preguntaba por qué no conseguía jugar al nivel de siempre. Y huno un Cuatro Naciones sub’21 en Valencia. Tenía entonces unos 18 o 19 años. El caso es que lo competí como nunca. Aquello me abrió las puertas de la absoluta y hasta ahora: ‘¿Quién me lo iba a decir?’», cuenta.
Seis años en el Club de Campo y fija en la selección
La selección española. El CAR. El fichaje por el Club de Campo. «Mi vida gira en torno al hockey, que sobre todo en mi vida me ha dado personas, conocer gente, compañeras, amigas que se han quedado», subraya. Ya son seis las temporadas que forma parte del Club de Campo y recuerda de su primera temporada esos primeros momentos de «entrenar con jugadoras increíbles tanto de la selección española como extranjeras, de ese proyecto deportivo importante en el que entraba» o cómo le marcó la primera liga ganada con el club madrileño.
Camino de los 26 años ya acumula experiencias de todo tipo en el hockey. «En lo positivo, me marcó mucho la primera liga con el Club de Campos, el triplete (liga, Copa y sala) de hace un par de años, y obviamente cuando nos dijeron que nos clasificábamos para los Juegos de Río», destaca.
Las RedSticks, con un crecimiento mayúsculo desde la llegada en octubre de 2013 de Adrian Lock, no pudieron confirmar sobre el campo su participación olímpica de 2016. El trabajo, sin embargo, tuvo recompensa. Pero hubo que esperar: «Estaba en el CAR, en la habitación. Y recibí un pantallazo de nuestro preparador físico del CCVM. Era una información en Twitter en la que se confirmaba la participación en los Juegos. Salí fuera y empecé a picar puertas… no encontré a Lola, a María, a Carmen Cano… y me abrió Bego (García). Se lo enseñé y se quedó en shock. Me fui corriendo al campo de hockey que estaba Lola Riera y allí estuvimos celebrando alocadas».
Pero su recorrido también le deja cicatrices para el aprendizaje: «De las veces que más he llorado por el hockey fue el quedarnos fuera de los Juegos de Londres en el Preolímpico de Bélgica. También dolió cómo perdimos la liga del año pasado, en casa, con lo que significaba, y en los shoot-outs. Y también fue duro, cruel diría, la World League de 2015 de Valencia contra Alemania; lo teníamos ya el billete a los Juegos de Río, en los shoot-outs, pero nos quedamos ahí. Pero luego aprendes que el deporte te da segundas oportunidades».
«De las veces que más he llorado por el hockey fue el quedarnos fuera de los Juegos de Londres en el Preolímpico de Bélgica»
En el recuerdo está esa no clasificación para Londres 2012 y el cómo España iba cayendo en picado en el ranking, cayendo en un pozo. Pero en 2013 subió a la selección absoluta Adrian Lock. Y en octubre de aquel año hubo una reunión importante entre técnicos y jugadoras, originando una catarsis: «Hubo un cambio de filosofía. Se generó un compromiso de verdad y el entendimiento de la necesidad de trabajar mucho y muy duro, sin condiciones, con honestidad, con perseverancia, apostando mucho por la parte física durante todo el año. Se dio un cambio brutal de mentalidad».
Línea ascendente de la selección
El progreso de España fue enorme. Una línea ascendente sin freno. Y esa nueva filosofía global, en menos de tres años, significó que la selección femenina de hockey volviese a unos Juegos en Río. «El primer partido se notó que fuimos un poco novatillas. Estábamos nerviosas y se notó. Además, jugábamos contra Holanda, que es una potencia mundial. Fue un partido especial. Siempre recordaré el momento que estábamos en el túnel de salida, pegadas a las holandesas. Luego sales y está el momento que suena el himno. Es otro momento especial del partido. Luego empezó el partido y los Juegos. Fue muy intenso».
Un pase a cuartos, un octavo puesto y un diploma olímpico. Analizando desde dónde venía España, de lo hundida que estaba en el ranking, en dos años y medio de trabajo, un éxito rotundo lo logrado.
¿Y Tokio? «Vamos en línea ascendente. Si mantenemos la base que hemos construido y lo que hemos crecido y de ahí vamos corrigiendo detalles, metiendo un plus físico, un plus de entrenamientos… creo que podemos hacer algo muy bueno. Además, somos un grupo que llevamos juntas desde los 16 años y llegan niñas con mucho talento y que además están en esa idea de trabajo». Si algo bueno dejó la crisis fue la apuesta y el cuidado por las canteras, dando la oportunidad a las jóvenes jugadoras a acumular minutos en máxima categoría y crecer.
Luchadora y comprometida
A Bea todavía le queda mucho camino en el hockey. Su sueño es lograr un gran éxito con la selección: «Quizás habrá compañeras que ya no estarán, pero sin lugar a dudas formarán parte de ello. Ya es hora de tener ese premio. De una medalla en un Europeo, de hacer algo importante en unos Juegos».
El hockey es para ella su vida. Dice que le ha dado muchos momentos, pero sobretodo personas. Con su deporte libera determinación y garra y velocidad y trabajo. Y el sello que espera dejar es que «cuando acabe en esto, me recuerden por ser una jugadora que luchaba, que lo daba todo por el deporte que le gustaba hacer, que era buena gente, y que estaba en el hockey para disfrutar, para pasarlo bien».
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