La jugadora catalana, que recupera su mejor versión en su quinta temporada en el Elche Mustang, repasa su historia, que tiene muchos capítulos por escribir
La atrayente elocuencia de Ivet Musons Gimeno (Sant Quirze del Vallés, 17/6/1993) es una cuestión de praxis sobre una pista de balonmano. Lo que dice queda sellado por el cómo hace y en el cómo ejecuta y en el cómo se enfoca más que en el verbalizar su pasión, que es honda y veraz; sus palabras quedan directamente transformadas en juego, en competitividad, en carácter, en valor. Acuña lo bizarro de su balonmano haciéndolo más que diciéndolo. Pero a la mirada del espectador Ivet es valentía y calidad y garra y una precisa finalizadora. La explosión brillante compitiendo, sin embargo, contrasta luego con una Ivet tímida pero clara, sin ánimo de hacerse con un papel de cargante protagonismo, en todo caso es una persona que irradia sencillez.
Ivet Musons afronta ya su quinta temporada con el Elche Mustang, de la que es referencia incuestionable. Orquesta lo que sucede en pista, brega sin miedos —aquellos, los que naturalmente le sobrevinieron tras salir de una grave lesión de rodilla, ya quedaron muy atrás— y propone una finalización voraz. Y todo ello le cuenta no sólo para ser una de las jugadoras más desequilibrantes de la División de Honor de balonmano femenino, sino que además, quizás pensando que ya no sucedería, para recibir la llamada para formar con las Guerreras de la selección española absoluta.
«Creo que soy un chica luchadora, trabajadora, que no abandona pese a las adversidades que se puedan ponerse en el camino», resume hablando de cuál es su sello personal, al tiempo que resuelve la dicotomía entré ponerse el mono de trabajo del balonmano y su forma en el círculo fuera del deporte: «Entrenando y jugando, estando en una pista, tengo mucho carácter y creo que soy fuerte y competitiva y también muy de equipo. Fuera me gusta mucho estar con mis amigos y con la familia cuando puedo; me cuesta mucho enfadarme; y me gusta ayudar a la gente siempre que puedo».
Lo suyo con el balonmano tuvo su génesis viendo a su hermano practicarlo; aquello del aprendizaje por imitación. Iba a verlo, pero ella, más bien enérgica, se negó a aburrirse viendo lo que prefería hacer y decidió que quería probar aquello. Empezó en el colegio a los seis años. De los juegos escolares pasó, siendo ya infantil, al club de Sant Quirze del Vallés. Por entonces lo compaginaba con el tenis, que practicaba por su padre. «Se me daba bastante bien el tenis y llegué a entrenarlo en el CAR. En tercero de la ESO, me llamaron de la Blume de Barcelona para balonmano. Estuve allí un año. Entrenábamos por la mañana, íbamos al colegio y por la tarde volvíamos a la sesión de preparación. A casa regresaba los fines de semana. Un día a la semana entrenaba con mi club, con el que también jugaba. Pero aquel proyecto sólo estuvo ese año», recuerda la jugadora catalana.
En ese camino ya decidió apostar sólo por el balonmano y dejar el tenis como un hobby. Siendo juvenil recibió la propuesta del Castelldefels para jugar con su equipo Plata. En su primera temporada, se clasificaron para la fase de ascenso, aunque no lo pudieron completa. Eso lo lograron la campaña siguiente: «El equipo era súper bonito y subimos por eso: por el grupo que formamos. Con el salto de categoría se pudieron conseguir más ingresos en el club y se salió un poco de lo amateur. Se armó un buen equipo. Recuerdo que esos años desde casa a Castelldefels tenía como 45 minutos por trayecto, pero la verdad que era lo que me gustaba y merecía la pena».
El brillo de Ivet Musons ya llamaba notablemente la atención como fue el caso del equipo subcampeón de la DHF 2012-2013: el Elche Mustang. Castelldefels descendió y le tantearon otros clubes ese mismo verano, pero se decidió por marchar a la Ciudad de las Palmeras, donde iba tener la oportunidad de jugar competición continental en la Copa EHF. «Vi un proyecto atractivo más que una gran opción económica. Tenía ganas de dar el salto, de vivir la experiencia, de salir de casa y la decisión me permitió madurar y conocer gente y hacer grandes amigas. No lo cambiaría por nada, aunque reconozco que al principio fue duro, pero mis compañeras de piso me facilitaron mucho las cosas y me ayudaron. Hoy, la verdad, es que tengo parte de mi vida en Elche», explica.
Ivet Musons disfrutaba de un gran momento pese a su juventud y desde luego destacaba sobremanera. Pero en febrero de 2015, en la prórroga del partido entre el Elche y el Bera Bera de cuartos de final de la Copa de la Reina en Castellón, sufrió una grave lesión de rodilla. Recuerda que era el mejor balonmano que había hilvanado hasta ese momento: un gran año. Pero apareció el angustioso látigo de las lesiones, que además se alargó más de lo previsto: «Primero fue muy duro el hecho de la lesión, que ya no me permitió completar dos temporadas seguidas: en la que me lesioné perdí toda la segunda vuelta y de la siguiente campaña, la primera vuelta. Sucedió que cuando veía la luz al final del túnel no me acababan de dar el alta, porque no lograba coger el tono muscular. Por muchas sesiones que hacía me costó mucho. Mis compañeras y mi familia me ayudaron mucho y desde entonces han cambiado cosas a mejor a la hora de prepararme físicamente, de cuidarme, fue un aprendizaje de mucho valor», confiesa.
Activada de nuevo en el balonmano, tampoco pudo estar al ciento por ciento el curso siguiente, lastrada por las molestias de una lesión el dedo de un pie durante cerca de cuatro meses. Lamenta que en los últimos tres años no pudiera completar un campaña totalmente en buenas condiciones: «Hoy, por fin, me siento muy bien físicamente. Espero que sea mi temporada». Alivio. Frescura. Lo subraya con una mirada brillante, que proyecta ilusión.
Ivet es sencillez y lo que quiere del balonmano es lo que ella misma le procura siempre. Cuestión de ilusión, de ganas, de disfrutar de lo que más le gusta hacer, y para lo que derrocha esfuerzo sin condiciones, pues es su estilo de vida. «Hubo momentos en los que me planteé abandonarlo. ‘Voy a dejar el balonmano; estoy cansada’, me decía. Pero pasan dos días sin entrenar o sin jugar y necesito el balonmano». Ese pensamiento no tiene hoy ningún tipo de fuerza. Algo volátil que como muchísimos deportistas pueden haber rumiado, pero la idea se esfuma.
«Hoy, por fin, me siento muy bien físicamente. Espero que sea mi temporada»
Quiere que lo que deba ir haciendo fluya siempre disfrutando del balonmano. Lo está haciendo de nuevo. Afronta su quinta temporada en el Elche Mustang, pero además, por fin, se le han abierto las puertas de las Guerreras, de la selección española absoluta. Un proceso: primero le llamó Susana Pareja para el combinado del B para las concentraciones —«era un premio e intenté disfrutar haciendo lo que más me gusta»—; ahora, Carlos Viver extiende la confianza hacia la absoluta para los partidos ante Turquía y Lituania para la fase de clasificación para el Europeo de 2018 a la lateral izquierdo. «Vengo de hacer un final de temporada pasada muy bueno y todo es gracias al equipo y a mi entrenador, que es el que me ha apoyado más y me ha ayudado a ser la jugadora que soy. La verdad es que no me esperaba para nada la llamada. Lo afronto con muchas ganas y mucha ilusión y como una experiencia más e intentaré aprovecharla al máximo».
Ahí está el balonmano de Ivet Musons: coraje, inteligencia, finalización… una jugadora muy completa, que a sus 24 años todavía tiene por delante un recorrido largo y, seguramente, exitoso. Por lo pronto, si algo quiere es disfrutar, exigirse y mostrarse, que lo que deba vivir en el balonmano, como también lo hizo en la modalidad de playa como el Europeo de Dinamarca o los Mundiales de Brasil o Hungría, se presente porque lo va a abrazar fuerte.
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