La deportista, que entrena en el CAR de Madrid junto a su técnico Carlos Montero, repasa para el CSD sus vivencias y filosofía vital que abraza el judo
María Bernabéu se asomó al judo con seis años. Salmantina de nacimiento, pronto se fue con sus padres a Alicante, destino de su padre como guardia civil. A esa tierna edad de seis años comenzó en los tatamis. Y pasó de un no querer enrolarse en este arte marcial a quedarse enganchada. Y casi sin darse cuenta, siempre abrazada a la fe en todo lo que concierne a su experiencia vital, fue progresando en un deporte que acabó por convertirse en su estilo de vida. (Pinche en el vídeo para ver la entrevista concedida al Consejo Superior de Deportes)
Trabajo duro e incondicional. Ilusión y esperanza. Talento para aquello que practicaba. El recorrido de María fue a más, sin freno alguno. De referencia nacional a progresar en Europa. Y en 2015, se proclamó subcampeona Mundial en Astaná (Kazajistán). «Ya no soy promesa, soy realidad», pensó entonces.
Y al tiempo llegó su clasificación para los Juegos Olimpicos de Río, donde llegó como favorita a los metales, esperando España que se rompiese la sequía de medallas desde 2000 con la última de Isabel Fernández (oro en Sidney), si bien Ana Carrascosa estuvo cerca del bronce en Pekín 2008. María Bernabéu avanzó en Río hacia los metales, pero se quedó de nuevo rozando el sueño tras perder el combate previo a esa lucha.
En Río de Janeiro 2016 rozó la medalla: «Perder la medalla en los Juegos Olímpicos fue para mí un bache muy gordo. Cuando ves que lo tienes tan cerca, cuando ves a tu alcance una medalla olímpica y la pierdes a tan poco, es algo muy duro. Pero tienes que pensar: he estado ahí y he dado el cien por cien. Tengo que estar superorgullosa. He estado ahí y lo puedo hacer mejor».
Su mensaje ante la adversidad: «Las dificultades y los momentos duros en el deporte sirven para aprender que el esfuerzo merece la pena. Hay que sacar lo mejor de cada experiencia, tanto negativa como positiva, seguir adelante y recordar todo lo bueno que nos ha aportado el deporte».
El origen de su fuerza para afrontar sus retos: «Tengo bastante fe en Dios y, con la ayuda de mi familia y amigos, y la confianza de mi entrenador, Carlos Montero, afronto mis nuevas metas”, reconoce. “Para ello es importante no ponerse límites».
Un binomio perfecto con su entrenador, con el que prepara en el CAR de Madrid el Mundial de Budapest: «Cruzamos una mirada y ya nos decimos todo. En este centro tenemos todo al alcance, es muy cómodo. Yo he viajado por Europa y por el Mundo y creo que en Madrid tenemos una de las mejores instalaciones».
Compagina el judo de alto rendimiento con los estudios de Derecho: «Cuando haces dos cosas que te gustan y quieres llegar lejos en ambas, encuentras el tiempo y la motivación suficientes para tirar hacia adelante con ellas. Es un trabajo duro, pero no es en vano».
Su lema como judoka, como deportista: «Un buen judoka debe llevar fuera del tatami los valores de respeto e integridad que enseña este deporte».
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