Como en la ceremonia de inauguración de los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, en la clausura se llamó de nuevo a la diversidad, a proyectar el mensaje de que nada es imposible. Y como pasó doce días atrás, la lluvia también fue protagonista en ese espectáculo de luz, de color y de música interpretada por referentes brasileños. El desfile de los abanderados (160), que en el caso de España portó la bandera la nadadora Michelle Alonso, y los deportistas fue enlazando con los parlamentos y las actuaciones musicales, con Río dando el testigo a los Juegos de Tokio 2020, para finalizar con el apagado del pebetero.
«Atletas, ustedes le han demostrado al mundo que con disciplina y convicción el cuerpo humano puede ir más allá», subrayó Sir Philip Craven, presidente del Comité Paralímpico Internacional, al tiempo que repasó las bondades de los cariocas y de la organización de los Juegos.
«Para muchos era imposible. Para Río y para Brasil, no. ¡Lo conseguimos!», aseguró el presidente del comité organizador, Carlos Nuzman, quien dijo a los deportistas: «Atletas paralímpicos, ustedes son superhéroes y se ganaron el corazón del mundo».
Tanto Craven como Nuzman recordaron la memoria del ciclista iraní Bahman Golbarnezhad, fallecido el pasado sábado tras un accidente en una de las pruebas de los Juegos. Desgraciada circunstancia que oscureció la alegría con la que se desarrollaron las casi dos semanas de concursos deportivos paralímpicos con los mejores del mundo.
El testigo pasa a Tokio
La ceremonia tuvo mucha música: Gaby Amarantos, Johnatha Bastos, Andres Kisser, Saulo Laucas, Naçao Zumbi, Vanessa da Mata, Mestrinho, Dream Team do Pasinho, Calum Scott e Ivete Sangalo. De todos ellos, especial fue la actuación Bastos, que hizo un solo de guitarra eléctrica con los pies. Igualmente el acompañamiento a una de las interpretaciones de Sangalo cuando se proyectaron en una pantalla gigante multitud de versiones de la palabra amor en diversos idiomas, al tiempo que aparecieron 160 voluntarios, siempre figuras a las que se les agradeció su labor, con banderas con la palabra amor en diferentes idiomas.
Nunca faltó la música, ni el color, ni los bailes a ritmos brasileños, ni la dichosa lluvia… Río de Janeiro, en todo caso, pasó el testigo a Tokio 2020 antes de que se apagase el pebetero tras los Juegos Paralímpicos.