La triple medallista olímpica, de un palmarés también trufado de éxitos en Mundiales y Europeos, reflexiona sobre un recorrido desde la raíz en Camponaraya y los sueños logrados
Vincent van Gogh : “Es bueno amar tanto como se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza y el que mucho ama, realiza grandes cosas y se siente capaz”. El genio del impresionismo trazó cada una de estas palabras en una carta para su hermano. Existía un vínculo rotundo y veraz. Y esa ligazón puede tenerse con las personas, pero también con las pasiones. Lydia Valentín: “Creo que muy pocas cosas en la vida me harían tan feliz como me hace el deporte”. La vida de la campeona leonesa refleja a la perfección esas palabras de Van Gogh en cuanto a su relación sincera con la halterofilia, en la que ha ido sellando su propia genialidad. El amor por su deporte se ha proyectado con una fuerza mayúscula y eso se ha conjugado en grandes hitos para dar forma a una leyenda deportiva, trufada de medallas olímpicas, mundiales y europeas, significándose como una levantadora que bien pudiera haber sido retratada por el genio del impresionismo.
Habrá quien busque en el relato de Lydia Valentín Pérez (Camponaraya, León, 10/2/1985) la cuantía de extraordinarios éxitos. Campeona olímpica en Londres 2012, subcampeona en los Juegos de Pekín 2008 y bronce en la última cita olímpica que disputó en Río de Janeiro 2016. El dominio en la categoría de hasta 75 kilos fue demoledor. No es la última medalla que persigue en unos Juegos. Su objetivo está en Tokio, aplazada la cita por la pandemia del coronavirus hasta el verano de 2021. Para esos Juegos se prepara en la categoría de hasta 81 kilos. En ese amasar medallas, el zurrón lo tiene repleto de metales de oro, plata y bronce (en Arrancada, Dos Tiempos y Total Olímpico) de campeonatos del Mundo, de Europa y Juegos del Mediterráneo. Implacable la pasional competitividad de Lydia Valentín.
“Si echo la vista atrás han pasado más de diecisiete años. Recuerdo los inicios compitiendo en regionales y nacionales con mi club… y luego un recorrido que me ha permitido estar en los Juegos Olímpicos. Una carrera deportiva va de menos a más, tienes que ir poco a poco dándole mucho a tu deporte, a tu trabajo en todo caso: muchas horas, muchos días, muchas semanas, muchos meses, muchos años. Hay que tener una motivación diaria. Y luego todo el trabajo ha dado sus frutos. Estoy muy contenta por todo lo conseguido durante todos estos años y trabajo por todo lo que va a venir”, expresa.
Relatos como el de Lydia Valentín se comprenden desde su génesis, desde los orígenes. Ella es muy de sus raíces: “Me tira mucho la tierra, donde está toda la gente que quiero, me encanta compartir con ellos cuando puedo ir, me encanta la tierra de donde vengo”. La pequeña localidad de Camponaraya, en la comarca del Bierzo, en la provincia de León, es la raíz de la gran campeona. Enamorada de los deportes desde bien pequeña, de practicarlos y de contemplarlos, su lugar preferido estaba en el polideportivo. Lo suyo con la halterofilia empezó cuando tenía once años, de la mano de su descubridor Isaac Álvarez.
“Él vio una niña que tenía actitud, que tenía aptitud, a la que le encantaba correr, saltar, que tenía muchas cualidades para el deporte y me propuso una tarde practicar halterofilia. Era un deporte que no conocía. Por entonces hacía baloncesto con las amigas y atletismo. Por fin, un día, le dije que vale, que me pasaba a hacer halterofilia y a conocer ese deporte. Y me gustó cómo se entrenaba, el ambiente que había, el deporte en sí y con el tiempo me centré solo en la halterofilia y dejé los otros deportes”, recuerda.
«Creo que es importante mostrar la cultura del esfuerzo, que sea un ejemplo para las generaciones que vienen»
Lo primero fue pasar una prueba de picas. La cuestión es medir la coordinación, la flexibilidad, la movilidad articular, factores importantes para realizar gestos, para trabajar la técnica en las fases de iniciación antes de levantar peso: “Si tú no tienes esa coordinación, esa chispa, esa flexibilidad, esa movilidad, difícilmente vas a poder practicar en el futuro halterofilia. Es cierto que la gente piensa que es un deporte de fuerza y que el que es más fuerte, gana. Siendo fuerte puedes levantar. Pero, sobre todo en los inicios, los niños y las niñas no levantan pesas, sino que practican un gesto de forma muy repetida… Repeticiones y más repeticiones para en el futuro poder levantar lo máximo”.
Lydia Valentín reflexiona al respecto de las habilidades innatas y del trabajo y su argumentario es clara y, obviamente, firme, avalada además por un carrera brillante: “Hay cualidades innatas que se pueden tener para un deporte como la halterofilia, pero esas se quedan en nada si no desarrollas el talento natural con el que has nacido, siendo que al final el trabajo es un 90% y el talento un 10%. Y más para llegar al alto rendimiento, y más todavía para alcanzar éxitos. El talento te va abandonar cuando no te estés esforzando. Para competir en unos Juegos Olímpicos, en unos Mundiales, en unos Europa, para lograr medallas en todos esos campeonatos, y para estar más de dieciséis años en el alto rendimiento, ante todo hay trabajo, trabajo y trabajo”.
Las ideas y objetivos de Lydia se fueron formando pronto en la mente, competitiva siempre. Empezó a los once años y a los trece ya le pedía a su madre que le comprase una maleta para dejar Camponaraya e irse a Madrid al CAR. “Isaac me decía que era buena, que trabajando mucho tendría opciones de ir a Madrid, que tenía que creer en que se podía y yo veía que el trabajo y el entrenamiento salía y luego iba a campeonatos y se traducía ganando. Veía certezas. Veía opciones. Se iban dando situaciones que me ayudaban a creer en mis posibilidades si seguía trabajando duro, muy duro. Tenía motivación. Obviamente, hubo momentos de todo tipo. De pequeña, recuerdo que había competiciones que no salían como quería, pero me enrabietaba y quería seguir compitiendo, quería hacer la siguiente competición mejor”, relata Valentín.
“Los campeonatos europeos, mundiales, los Juegos son años y años de dedicación, de lo que estoy muy orgullosa, es la consecuencia de todo el trabajo invertido y la pasión con la que siempre me he dado a mi deporte”
El sueño se cumplió cuando tenía 15 años. La llamada de la selección española de halterofilia para ingresar en el CAR de Madrid. No tuvo duda en cambiar su vida a 400 kilómetros de casa: “Entrenaba todos los días para conseguir irme a entrenar con el alto rendimiento en Madrid. Iba a las competiciones, veía a la gente que estaba en la selección y quería ser como ellos. Cuando me dieron esa oportunidad se me abrió el cielo. Realmente era un sueño. A mis padres no les hacía gracia, porque me iba tan jovencita a 400 kilómetros de casa. Me iba de mi pueblo. Era una niña que se había criado en un pueblo pequeño, con dos hermanas, una familia muy unida, y resulta que la niña se iba. Mis padres fueron muy generosos y veían que era tanta la felicidad que tenía que no se podían plantear el no dejar irme. Cuando llegué al CAR es cuando conocí a Estefanía Juan, que para mí es un referente en todo y en todo momento. Yo tenía 15 años, ella 19 y ya había conseguido muchas cosas a nivel internacional, tenía unas marcas brutales y siempre, siempre me fijaba en ella”.
El desarrollo de Lydia Valentín desde que llegó a Madrid fue progresivo. Compaginó los entrenamientos con los estudios. Y tuvo que adaptarse de los tres o cuatro días de sesiones por semana a hacer doble sesión a diario. Un cambio notable en su vida. Recuerda que llegaba a las diez de la noche agotada. Pero se adaptó. Lo fue conjugando todo. Y eso se fue reflejando en clasificaciones para campeonatos como el Europeo sub’16 o el junior. Y todo ese proceso le llevó hasta alcanzar el nivel absoluto: “Los campeonatos europeos, mundiales, los Juegos son años y años de dedicación, de lo que estoy muy orgullosa, es la consecuencia de todo el trabajo invertido y la pasión con la que siempre me he dado a mi deporte”.
Una vida abrazada a la halterofilia. Una trayectoria de máxima relevancia y éxito. Diecisiete años en el alto rendimiento, yendo cada vez a más. E incluso con todo lo logrado, luchando por Tokio, que se traducirían en sus cuartos Juegos Olímpicos: “Echo la vista atrás y es increíble. Son medallas en Europeos, en Mundiales, en Juegos Olímpicos. Dos premios de la ‘Mejor Levantadora del Mundo’. Resultados que en España no hubiésemos pensado nunca en este deporte tan minoritario, con tan poca tradición. Es casi un milagro lo que se ha conseguido. Siento orgullo de que al final todo el trabajo ha valido la pena”.
La levantadora leonesa pone en valor la visibilidad que se ha ido proyectando en estos últimos años hacia la halterofilia en España. “El trabajo tanto de mis compañeros como el mío puede tener que ver. Pero estoy contenta en general porque se vea halterofilia, porque se hable de este deporte, porque cada vez más niñas y niños quieran practicarlo, por abrir un camino, por que mis compañeros aprecien y vean que se puede conseguir todo, que se puede ser campeona en los Juegos, en el Mundo, en Europa, pero como siempre recalco trabajando mucho. Creo que es importante mostrar la cultura del esfuerzo, que sea un ejemplo para las generaciones que vienen para que se eduquen en valores, en esfuerzo y sabiendo que las cosas de un día para otro no se consiguen y hay que luchar por ellas. Llevo practicando desde pequeña y he crecido con los valores del deporte. Soy lo que soy por el deporte: 100%”, subraya Lydia Valentín.
Las ensoñaciones olímpicas ya se tornaron realidades en tres ocasiones: Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016: “Estar en unos Juegos es algo único. Respiras ilusión, motivación, la gente trabaja muchísimo e invierte mucho tiempo en prepararse para esa cita, donde se quieren cumplir sueños. Se respira algo increíble que en mi vida no lo he respirado en otro ambiente que no sea ese. Es un marco en el que compartes cosas buenas con deportistas tanto de tu país como de otros países. La ceremonia de inauguración es algo increíble, que realmente es otra sensación a vivir. Y la competición no se iguala a un campeonato de Europa o del Mundo. Sabes que más de eso ya no hay nada y estás con lo mejor de tu deporte. Siento que el tiempo que trabajas duramente para clasificarte vale la pena para vivir esa experiencia de unos Juegos”.
En Río de Janeiro, Lydia pudo subir al podio. Un bronce. Por fin estaba en el cajón olímpico. En Pekín y Londres, aquellas que jugaron sucio le quitaron lo que la referencia española se había ganado cristalinamente levantando con limpieza. Lydia Valentín siempre se ha expresado con meridiana claridad respecto al dopaje de aquellas rivales que optaron por la trampa: “La vida hace justicia. Soy campeona olímpica en Londres y subcampeona olímpica en Beijing. Creo que lo otro no es deporte, porque no entra en los valores del deporte. Hay que jugar limpio, en igualdad de condiciones. Gracias a Dios en mi caso se pudo conocer la verdad y espero que se castigue duramente a la gente que quiere hacer de esto un espectáculo desde el juego sucio, que busca un show o tiene intereses que no son deportivos, quitando el momento de subir a un podio olímpico a personas que ha jugado limpio”.
Toda una trayectoria brillante e implacable, referente, que nos devuelve para dar forma a este retrato de Lydia Valentín a la importancia de sus raíces y de la persona más allá de la deportista reconocida mundialmente: “Soy una chica bastante normal, hago una vida normal, y me gusta la normalidad… Siempre que tengo tiempo me gusta ir a mi pueblo, a Camponaraya, con mi familia, a estar con mis amigas de toda la vida, donde la gente me trata como Lydia, no soy Lydia Valentín la deportista, sino la misma niña que los vecinos o mis amigas conocen. Y por allí me gusta desconectar, hacer rutas, perderme por pueblos del Bierzo, disfrutar de la gente”.