RETRATO | RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA JUGADORA GANDIENSE
En ella todo es buena energía, vitalismo y puro voleibol. Abraza unos principios bien aprendidos, firmes y enraizados en la experiencia propia. Proyecta una continua necesidad de aprendizaje; nunca es suficiente, siempre quiere más en eso tan enriquecedor de ampliar el conocimiento sobre todo lo que le rodea. Sostiene un relato vital, vivaz, enérgico, siempre con brillo en la mirada y con una sonrisa dibujada; y para los demás guarda siempre palabras de ánimo, para sumar en el bien común, de crecer desde el colectivo, ya que ella se dedica al deporte de equipo, y también desde el perfil más personal. Y todo lo lanza hacia el mundo a través de un discurso perfectamente construido desde una reflexión madura; y eso que, cuando se escribían estas líneas, todavía tenía mucho camino por delante en su trayectoria en el voleibol. A Paola Martínez Vela (Gandia, 5/7/1998) le viene el amor por el deporte desde casa a través de su madre, Nani Vela, toda una luchadora en el impulso del remo, de su padre, Juan Pablo Martínez Espín, que fuera portero de la época mítica del CF Gandia, o su hermana Andrea. Claros y lógicos son los valores recibidos casi de cuna, pero ella misma, enfocada además hacia la Psicología Deportiva, refrenda conceptos innegociables como el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la resiliencia, ese aprender para ser mejor de forma continua, sin techo. Y subraya algo que, por obvio que parezca en no pocas ocasiones requiere de una tarea importante desde lo individual, como es la confianza en uno mismo, el quererse a uno mismo.
Su construcción personal le viene dada de lo atesorado a través del deporte: “He pasado momentos muy duros. Y a través de esos momentos he ido forjando mi personalidad, que para una gente será buena y para otra gente será mala, pero para mí lo cierto es que me quiero como soy. Y los aprendizajes que he tenido no los cambiaría. Hay cosas que las recuerdo y me siguen doliendo o me siguen llenando el corazón de alegría y a veces pienso que si no me hubiera pasado algo determinado no sería la misma persona. Al final todo suma. Tenía un entrenador que decía: ‘Todo suma y todo resta’. Y tenía razón: todo lo bueno te suma y todo lo malo te resta pero a la vez te suma. Y una clave es que todo queda marcado por las personas que conoces y las decisiones que tomas. Eso es algo que es muy importante para mí respecto a lo que me ha dado el deporte: conocer gente, trabajar con gente, la forma de dirigirte a las personas, el entender o que te entiendan, el compartir, el poner todo lo que tienes al servicio de un equipo o de la selección o del grupo en sí”. Paola pone en valor los momentos en positivo o en negativo vividos en el deporte, pero de lo aprendido es subrayable que todo cuesta y que hay que trabajar mucho por los retos que se persiguen para tratar de alcanzarlos.
La gimnasia artística y el ballet forman parte de la génesis de la relación de ‘Pao’ con el deporte cuando tenía tres años, siguiendo los pasos de su hermana Andrea (1993). Eso y que su hogar era lugar abrazado a disciplinas como el remo o el fútbol. Si se enlaza todo con la competitividad innata era lógico pensar desde que era niña que ese vínculo se haría fuerte. De aquellas raíces, siguió los pasos de su hermana que pasó al voleibol en el club de Oliva. Siendo alevín recuerda que ya “tenían unas piernas kilométricas”. Acudió a unas pruebas de la selección valenciana —“obviamente no me cogieron”, recuerda sonriente—. Y allí, el presidente de la federación valenciana le recomendó que fuera hacer las pruebas para el centro de tecnificación de Cheste: “Nos informamos sobre qué era y me ilusioné muchísimo. Hasta el momento de las pruebas me preparaba con mi madre y cada día le decía: ‘Mamá mídeme, mamá mídeme’. Conseguí entrar y era como un universo paralelo donde estudiaba y entrenaba con un montón de chicas y chicos. Puedo decir que es una etapa muy especial en mi vida; quizás la más bonita, de la que guardo grandes amistades pues es un entorno donde se consolidan grandes experiencias vitales y relaciones personales. Llegué y seguramente no tenía grandes cualidades entonces, pero quizás lo entrenadores vieron como un diamante en bruto que había que pulir. Diría que mi primer año en voleibol realmente fue en Cheste. Y los tres primeros meses estuve literalmente tocando balón con la pared para hacer dedos y antebrazos. Y cuando vieron que podía dar el paso ya fui a pista. Estuve unos meses con las pequeñas y luego me subieron a las mayores. Y fui luego desarrollando el salto. Estuve los dos años de categoría infantil y el primer año de cadete y desde el principio ya formé parte de la selección valenciana. El grupo de Soria estuvo en Alzira y entrenamos con ellas y el seleccionador de allí me debió ver. Ese mismo año, en el campeonato de España juvenil me ofrecieron ir al centro de Soria”.
Ese acceso al CAEP Soria fue el paso hacia el voleibol profesional —“éramos un grupo de chicas entre 15 y 17 años y jugábamos en Superliga 2”—. Momento para curtirse, para crecer, para orientarse hacia cotas mayores. Reconoce el aprendizaje vivido los años que estuvo en el centro deportivo soriano, en esa antesala hacia la máxima categoría del voleibol español, en ese paso de gran crecimiento para poder dar el salto definitivo, en ese periodo en el que se recargan las habilidades, se refuerzan las cualidades y se forja el proceso de maduración.
Un sentimiento de decepción le invadió, pero se presentó una oportunidad para jugar en Superliga 1 con Haro Rioja Voley (2016-2017). Fue una campaña enriquecedora en el crecimiento personal de Paola con su primer contacto con un equipo experimentado y para estar en posiciones altas de la máxima categoría, donde además enlazó grandes amistades, pero duro desde el punto de vista de juego, porque pocos minutos pudo acumular. Un año complicado, que le generó dudas. Existió la posibilidad de pasar al centro de Lorca a vóley playa. Se dio la opción de volver a un proyecto de Superliga 2. Pero emergió la oportunidad de ir a Sevilla con Cajasol Juvasa, entrenado por José Manuel González ‘Magú’, que contaba con una Champions en su palmarés. La opuesta gandiense recuerda la formación de un grupo que partió de cero, trabajador, humilde, que se convirtió en una familia y que ese fondo sirvió para que como locales Dos Hermanas fuera un fortín y se convirtiera en un equipo que llegó a semifinales de Copa y firmó una gran campaña —“personalmente gané mucho en confianza y en crecimiento deportivo y fue gracias a mis compañeras”—.
Y Paola Martínez brilló. Y eso, con 19 años, ya le llevó con la selección española absoluta. El contacto con el combinado nacional, un gran salto en todos los sentidos, fue positivo hasta que a poco de la Liga Europea se rompió el abdominal. Regresó en la previa del Europeo, pero esa misma lesión no le permitió poder ir a la cita continental. La jugadora valenciana se acabó de recuperar en Sevilla, donde la segunda temporada, sin embargo, por diversas circunstancias entre bajas y lesiones, fue muy distinta a la anterior y tuvieron que luchar por no descender. ‘Pao’ volvió a ser llamada para ir con la selección. Formó parte del proceso clasificatorio para el Europeo, pero se llevó otra decepción al quedarse sorpresivamente fuera del equipo que participó en la cita final del Viejo Continente. Su camino le llevó de nuevo a Haro Rioja. Una temporada difícil marcada por la continua rotación y el no poder tener una regularidad en cuanto a la titularidad. Además se unió el aprendizaje añadido y obligado por el aterrizaje de la pandemia global de la Covid-19: “Se cortó la temporada cuando quedaban tres o cuatro partidos con opciones de acabar la fase regular terceras. Sufrí una tendinitis en el hombro. Al tiempo, pude acabar la carrera de Psicología y el TFG. La pandemia me hizo aprender lo importante del respeto a una misma y a las compañeras; lo importante de, siguiendo las normas, celebrar la vida y seguir viviendo; y en lo deportivo valorar todavía más al público, cuánto lo echamos de menos”.
La experiencia siguiente fue enormemente enriquecedora con su fichaje por Kiele Socuéllamos. Una escena muy similar a la primera temporada en Cajasol. Paola era la única opuesta en plantilla, de modo que tuvo que subir el punto de autoexigencia y de mejora, porque no iba a existir esa competitividad por el puesto con otra compañera y si algo sabía era que tenía que ir a más y seguir creciendo. Sin embargo, la enorme campaña de ésta, unido a una lesión del hombro, de nuevo le dejó fuera de las cotas europeas con la selección española, con la que sueña vivencias europeas y mundiales. Paola Martínez forma con un equipo tinerfeño potente como el Club Voleibol Haris —Sanaya Libby’s La Laguna—. Paola construye su carrera desde sus principios: “Me focalizo en lo que hago en cada momento. He aprendido a ir paso a paso, a relajarme un poco y centrarme en el presente inmediato. El objetivo es centrarme en lo que hago en cada momento y disfrutar de lo que hago, de con quién lo hago y de cómo lo hago”.