TRIBUNA ABIERTA
Por Carmen Ruano (ESBS)
1,5 %. O lo que es lo mismo: 1 de cada 66. Ese es el porcentaje de mujeres que, hoy en día, presiden federaciones deportivas en España. Sin embargo, el 51 % de las mujeres (frente al 63 % de los hombres) en España practica actividad física de manera regular. Y en los Juegos Olímpicos de París, la participación femenina ha alcanzado el 50 %.
En pleno 2025, sigue siendo más fácil imaginar a una mujer levantando una copa como atleta que firmando un contrato de alta dirección en la industria del deporte.
Recuerdo cuando aún era una niña de unos 10 años que pasaba unas 20 horas a la semana en un pabellón entrenando gimnasia rítmica. En el colegio nos pidieron hacer un dibujo sobre nuestra futura profesión. Lo recuerdo como si fuera ayer: dibujé un colegio-centro de entrenamiento para gimnasia rítmica, y me dibujé a mí misma como directora del centro. Sin saberlo, ya estaba soñando con la gestión deportiva.
En ningún momento me planteé barreras de género. En mi cabeza solo existía la ilusión y la creencia de que, al igual que en el deporte, debía prepararme muy bien, aunque aún no supiera cómo.
Más allá de mi pasión por la gimnasia, no sabía muy bien de dónde venía esa idea. No tenía entonces ningún modelo de rol femenino que me inspirara un “quiero ser como ella”.
Y no es que no haya habido pioneras. Inger Frith (Reino Unido) fue la primera presidenta de una federación deportiva internacional (tiro con arco). Amelia del Castillo (España) fundó y presidió el Atlético de Pinto, siendo la primera mujer en hacerlo en un club de fútbol español. María José Rienda presidió el Consejo Superior de Deportes en 2018.
Y este mismo año se ha dado un paso muy importante: Kristy Coventry (Zimbabue) ha sido elegida presidenta del Comité Olímpico Internacional.
Pero los modelos femeninos en este ámbito siguen siendo escasos. Pongámoslo del revés: ¿quién buscaría en internet (o en la IA) cuántos hombres presiden clubes, federaciones o ligas? Nadie. Porque se da por hecho.
Unos años más tarde, ya en bachillerato, seguía entrenando muchas horas. Aquella idea del colegio deportivo se había diluido un poco, pero tenía claro que quería dedicar mi vida al deporte. Elegí estudiar Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (CAFD), que era la única salida universitaria que conocía en ese momento. Lejos de apoyarme, desde la orientación del colegio intentaron disuadirme, animándome hacia caminos más “seguros” o “adecuados”. A día de hoy sigo sin saber qué significa eso si no se refiere a lo que te apasiona.
Por suerte, mi familia —el otro pilar de la educación— fue un apoyo incondicional y me animó a estudiar lo que me hiciera feliz, siempre que lo hiciera con esfuerzo y compromiso. Y así fue.
El primer día de universidad me impactó: solo éramos unas 15 chicas en una promoción de 90 estudiantes. ¿Por qué esa proporción? Era difícil de entender para alguien que había crecido en el deporte.
Según datos de AEMED, en el curso 2023/24 las mujeres representan solo un 24,4 % del alumnado en gestión deportiva en España. Aunque esta cifra ha crecido más de un 10 % desde 2021, sigue siendo insuficiente para transformar estructuras históricamente masculinas.
Poco a poco empecé a escuchar historias de mis compañeras: familias que veían el deporte como “cosa de hombres”, miedos a no encajar en el mercado laboral, inseguridades por no mover los mismos pesos o no correr tan rápido… Y entonces mi cabeza hizo clic. Tenía que aportar mi granito de arena para revertir esta tendencia.
Según la encuesta más reciente de la Sport Integrity Global Alliance (SIGA), las mujeres ocupan el 28,8 % de los cargos ejecutivos en federaciones deportivas internacionales. Aunque ha mejorado respecto al 17,8 % de 2021, sigue siendo insuficiente. Solo el 11,65 % de las federaciones olímpicas nacionales están presididas por mujeres.
Continué mis estudios con un máster en alto rendimiento deportivo, emprendí como entrenadora personal (donde el 80 % de mis clientes eran mujeres) y realicé un doctorado relacionado con el entrenamiento en mujeres.
¿Por qué? Porque la investigación en deporte ha estado históricamente enfocada en hombres, y porque las mujeres tienen características fisiológicas específicas que deben estudiarse si queremos un desarrollo deportivo verdaderamente inclusivo.
Fue en ese recorrido donde descubrí la gestión deportiva, y despertó en mí una inquietud que me llevó a formarme también en ese ámbito. Elegí el máster de ESBS —el mejor máster en gestión deportiva de España—, una escuela que se convirtió en mi casa y en cuna de mi crecimiento personal y profesional.
Tras esos años de formación y mi experiencia como docente Universitaria en la Universidad de Alicante, logré hacer realidad ese sueño (o uno muy similar) de aquella niña de 10 años: dirigir un campus de una escuela de negocios especializada en deporte. Que además era mi escuela.
Hago un inciso importante: en mi caso, nunca sentí ni he sentido un trato desigual por ser mujer. Creo sinceramente que el trabajo y la actitud me han llevado hasta donde estoy, y que habría llegado igual siendo hombre. Pero también sé que mi experiencia no es la de todas. Y por eso, justamente por eso, hay que seguir trabajando.
Con una visión más amplia del sector, me atrevo a afirmar que la solución duradera y sostenible pasa por la educación. Y ahí, las escuelas como ESBS tenemos una gran responsabilidad. Primero, apostando por mujeres líderes, competentes y bien formadas para formar parte de nuestro claustro. Así normalizamos que el valor no entiende de género, sino de talento y trabajo. En ESBS, el 44 % del equipo —entre trabajadoras y docentes— son mujeres. Y no están ahí para cumplir cuotas. Están porque valen. Porque están preparadas. Porque lo merecen.
En cuanto a nuestras alumnas, trabajamos para aumentar su presencia desde la base: ferias educativas, actividades con colegios, sesiones de inspiración. Queremos que las niñas de hoy vean natural estudiar y liderar en este mundo. Pero esto no va solo de formar a mujeres. También se trata de formar a hombres que, cuando estén en puestos de decisión, elijan a las personas por su capacidad, no por su género.
Muchas federaciones han empezado a incluir cuotas de paridad para revertir esta desigualdad. ¿Es el camino? Puede ser un trampolín útil, una forma de abrir espacio, de identificar talento, de empujar a mujeres que no se atreven a dar el paso. Pero hay que elegir a las mejor formadas, y darles la oportunidad de abrirse paso y crecer.
Sea como sea, estamos en un momento clave: las empresas del sector deportivo demandan mujeres en sus equipos. Esto genera una oportunidad única para todas las mujeres que se están formando en gestión deportiva. Si de verdad queremos transformar la industria, todos —hombres y mujeres— tenemos responsabilidad. Está en nuestras manos dar un paso al frente y atrevernos, para que las que vengan detrás no vean a una mujer en un despacho deportivo como un hito histórico, sino como algo normal.
Y por lo que a mí respecta, seguiré trabajando para que cada vez haya más mujeres en la industria del deporte. Porque ese mundo, indispensable para mi identidad personal y profesional —y para la de muchas otras—, necesita una transformación real. El deporte no necesita más excepciones femeninas. Necesita normalidad. Solo cuando el liderazgo deje de tener género, empezará a tener verdadero sentido.