Cuatro Juegos Olímpicos dentro de una trayectoria ejemplar y referente en el vóley playa se significaron con una ovación emocionante para la jugadora benidormense en la pista olímpica a los pies de la Torre Eiffel junto a su compañera Paula Soria. Un torneo para decir adiós y para homenajear a la figura esencial en su vida
VÓLEY PLAYA | JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS 2024
Por RAÚL COSÍN (ENVIADO ESPECIAL A PARÍS).- Qué maravillosa sensación de plenitud, de gozo desde los adentros, de serenidad por lo hecho toda la vida, debe ser para una deportista poder decir adiós a la gran aventura olímpica y con la pasión intacta por su deporte, el vóley playa, con el reconocimiento de todos; y, ante todo, poder hacerlo propiamente brindando un homenaje mayúsculo a quien ha sido su referente, su fuente de energía vital, su motor esencial como fue su madre. Liliana Fernández Steiner (Benidorm, Alicante, 4/1/1987) disputó junto a Paula Soria en París sus cuartos Juegos Olímpicos. Un noveno puesto como ya había hecho, entonces junto a Elsa Baquerizo, con quien formó una dupla referente, en Londres 2012, Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020. Pero el cómo acabó la cita parisina por el significado y por el tributo que la propia Lili pudo hacer fue absolutamente emocionante. Un final de trayectoria inolvidable que nació de una expresión, «inténtalo», de la única persona que podía hacer de esa sencilla palabra algo mágico. ¿Quién? Draguica Steiner, Draguy; su madre.
En París, Lili y Paula conjugaron un notable torneo en la pista central del Campo de Marte, ese espacio a la postre icónico a los pies de la Torre Eiffel. Su último partido fue ante las suizas Tanja Huberli y Nina Brunner en octavos de final. Para Lili era la última cita no solo en París 2024, sino en su historia olímpica. La deportista benidormense, afincada también profesional y familiarmente en Tenerife, había completado cuatro ciclos olímpicos; y los dos últimos, además, después de haber sido madre de los pequeños Sául y Oliver. Singular caso porque no había otra española en activo que hubiera clasificado para sendos Juegos de Tokio y París después de haber sido madre en los respectivos ciclos. La esencia de esta historia casi se cuenta por ese final, por ese último partido y lo que sucedió al concluir.
Huberli y Brunner ganaron el último punto para adjudicarse un encuentro en el que Lili y Paula pusieron en aprietos a las suizas, a la postre bronce olímpico, en el primer set. En el mismo torneo, las alicantinas ya se habían medido en la fase de grupos a las brasileñas Ana Patricia y Duda, que acabaron siendo campeonas. Y además las españolas había conjugado dos grandes triunfos ante las italianas Gottardi y Megatti y frente a las egipcias Abdelhady y Elghobashy. Lo dicho, acabó el duelo ante las helvéticas. Como siempre, Lili y Paula se abrazaron, una dupla formidable, y saludaron al público. En esas, Nina Brunner se acercó a Lili, intercambió unas palabras, se abrazaron. Que era el último partido olímpico de Lili se masticaba en aquel ambiente, que ya dirigía sus aplausos a la jugadora benidormense más allá de las suizas, que habían accedido a la siguiente ronda. Y Paula, que lleva dentro esa capacidad de conectar voraz con la grada, avivó todavía más a los seguidores.

Y se dio esta foto: su marido Edu junto a sus hijos Sául y Oliver, que pudieron ver a su mamá compitiendo como siempre, como una guerrera, en pie ese graderío junto a más familiares y un público entregado, en pie, aplaudiendo, ovacionando. Con ese mismo foco, su entrenador, Sebas, orgulloso de sus jugadoras al máximo. Las rivales, Huberli y Brunner, reconociendo a tal figura. Y Paula con un último abrazo fuerte, sincero, emocionante, dejando que Lili liberase lágrimas de emoción en aquellos instantes, que quedan al alcance de muy pocos en el mundo. Reconocimiento mayúsculo para una referente del vóley playa -con tres medallas europeas: una de plata (2013) y dos de bronce (2012 y 2019), así como participaciones en Mundiales, Copas de Naciones, infinitos partidos de los circuitos internacionales, así como seis coronas de España- y figura notable del deporte español e internacional. «Me voy satisfecha. No puedo pedir más. He tenido la despedida soñada, hemos jugado bien, hemos plantado cara, Paula se lleva una experiencia única, que no te pueden contar sino que la tienes que vivir, y me alegro muchísimo por ella», decía emocionada la benidormense al acabar aquel día mientras portaba colgada del cuello una medalla de papel e hilo hecha por sus hijos que tenía estas palabras: ‘1ª Mejor Mamá’.
Determinación, lucha, bravura genética
Ahí está la clave. Ella recibió ese reconocimiento de Sául y Oliver, como ella misma había podido homenajear a su madre, quien en junio de 2022 había fallecido, pero que fue una energía, una estrella, que ha seguido y seguirá guiando sus pasos: «El embarazo ya sabía cómo lo iba a gestionar, pero no sabía cómo iba a gestionar la pérdida de mi madre, porque para mí lo ha sido todo. Me gusta hablar de ella porque se lo merece, porque la echo de menos, y porque lo hubiese disfrutado un montón como lo gozó en Londres. Para mí ha sido más duro el día a día, el hecho de todos los días querer contarle algo y no poder; eso ha sido más duro que recuperarme del segundo embarazo, de gestionar los entrenamientos, de volver a viajar. El día a día sin ella es lo más duro, porque tengo muchas cosas que contarle y no puedo. Yo la llamaba hasta para decirle que estaba aburrida. Era mi amiga, no solo mi madre. Eso es lo que peor he llevado y efectivamente le he querido dedicar estos Juegos, porque sé que me ha ayudado. Y no soy creyente, soy atea, pero hay algo que me ha empujado y tiene que ser ella, o así quiero creerlo que es ella».
Draguy era una mujer de un carisma enorme, de una capacidad de lucha singular, una guerrera pura, y una fuente de energía continua. No había techos. No había muros. No había obstáculos. Y si aparecían, luchaba para romperlos, tumbarlos o minimizarlos. Y esa fue su enseñanza. Draguica Steiner, nacida en la actual Croacia, afincada desde hacía décadas en Benidorm, fue una camarógrafa referente, periodista y actriz. Trabajó documentado como corresponsal la Guerra de los Balcanes. Más aún, declarada antibelicista y pacifista, luchó e hizo más por su país que muchos políticos. Durante quince años estuvo captando las imágenes de incontables hechos en la Comunidad Valenciana, especialmente en La Marina Baja y Alta, como trabajadora de Radio Televisión Valenciana (lo que fue Canal 9). Estaba casada con el también cámara y cineasta Luis Fernández ‘Colombo’. Luchó por sus principios, por las causas nobles, por lo justo, y por impulsar el vóley playa, siendo ella también una referente para este deporte.

Esa determinación, ese carácter, esa forma de ser, una líder total, ayudó, impulsó y guió en mil y una ocasiones a Lili. Lo fue precisamente para decidirse a afrontar este último ciclo olímpico tras la retirada de Elsa después de Tokio y después de ser madre por segunda vez. Y un sencillo ‘inténtalo’ en boca de Draguy era algo mágico, un motor, un proyector: «En cierto modo, yo no sabía si seguir o no. Desde luego, no quería retirarme. Pero no sabía con quién cuando Elsa decidió retirarse y yo estaba en ese momento de incertidumbre. Y mi madre, antes de fallecer me decía: inténtalo. Y cuando ella me decía inténtalo, yo tenía que intentarlo, no podía rendirme -relata emocionada-. Ella se fue dejándome ese mensaje y lo que me dio fuerzas para hacerlo fue eso, fue que Paula me llamase y que aceptase venir a Tenerife, que mi marido me apoyase,… en conjunto fue: vamos a intentarlo. Y no sé hacer las cosas a medias: las hago o no las hago. Me impliqué otra vez».
De lo imposible o lo improbable a entrar por ránking
¿Cómo fue ese recorrido hacia París? «En 2023, viajamos de marzo a diciembre para intentar jugar todos los torneos posibles y sumar puntos. ¿Había posibilidades? A priori no o era muy difícil. Pero mi reflexión analizando todo, esos torneos, esos puntos, ese elegir dónde era adecuado, era como una hoja de ruta para intentar conseguirlo. Todo empezó por ir a Burundi para poder entrar en el campeonato del Mundo. Había algo que me decía: ‘tenemos que ir a esto y ganarlo, porque si lo hacemos y ganamos estamos primeras de reservas para el Mundial y vamos a entrar. Algo va a pasar que vamos a entrar’. Y algo pasó. Mi madre tenía eso, a veces se le metía algo en la cabeza y decía ‘es esto Liliana y no me preguntes por qué, pero es esto, es así’. Cuando empezamos 2024 recortamos 300 puntos, luego otros 300, y luego 200 más. Yo le seguía diciendo a Paula que era imposible, que no contase con ello, pero era una forma de quitarle presión a Paula. Había algo dentro de mí que me decía la ruta, las sensaciones, los caminos a elegir, de algo que era muy difícil e iba a ser duro, que incluso podía no tener premio. Pero veía un atisbo de ‘puede ser’».

Ese sendero fue abriéndose hacia un claro, no estaba cerca, pero casi se veía en un horizonte que dejaba de ser inalcanzable. La diferencia para entrar por ránking la habían recortado a solo sesenta puntos. Clave fue la Continental Cup de Madrid para las alicantinas, y la suma de puntos que en otro torneo de sus rivales directas, Canadá, pero que no consiguió. Fue inesperado. «Dije, aquí hay alguien que quiere que vayamos, está pasando todo esto por algo», recuerda. Lo tuvieron cerca en Espinho, pero Lili y Paula cayeron ante Tania y Daniela. «Qué manera de sufrir: vamos a tener que ir al Challenge y bordarlo. Nos tocó un grupo jodido y ganamos a Laura, campeona olímpica, en un partido que íbamos perdiendo y le dimos la vuelta, y cambió la historia», relata. A la suma de circunstancias, Sebas, su entrenador, fue el sorteo de cruce y como dicen tiene un idilio positivo en los sorteos. Polonia, anfitriona, cogió a Lili y Paula. Las polacas llegaban de una de sus jugadoras salir de una lesión de rodilla, ya hacía un tiempo, y de la otra haber sido madre e ir regresando a los torneos. Al tiempo, a las rivales directas les tocó China. «Era como un gracias mamá. Fue una suerte inusual. Y ahí cambió todo: Canadá perdió, nosotras ganamos los dos partidos siguientes, nos metimos por ciento y pico puntos». Entraron por ránking, resolviendo lo que parecía imposible, o improbable, cuando el equipo empezó solo un año y medio antes de los Juegos.
Cuartos Juegos para Lili y el estreno para Paula. ¿Qué querían de los Juegos? «Disfrutarlos. Llevarnos una buena sensación. Poder hacer un puesto u otro, pero que nos quedem mucho las vivencias que hayan, las experiencias en la Villa, con los deportistas, lo que vives con tu compañera, con tu entrenador», decían en la previa. Al tiempo, los hijos de Lili estuvieron durante el torneo: «Oliver no es tan consciente de dónde está, pero Sául me hace mucha ilusión que esté aquí y se quede con la sensación y recuerdo de verme competir. Siempre me ha hecho ilusión, no sé por qué, que mis hijos me vean en activo y que no tenga enseñarles fotos o vídeos y decirles pues mamá fue o era tal. Para mí es todo, es súper especial».

Siempre ha tenido un orgullo especial por alcanzar la clasificación con su compañera Paula: «Poder disfrutarlo con Paula con público es súper especial, impresionante. Tokio fue muy triste precisamente por la pandemia y cómo se tuvieron que realizar los Juegos. Si la despedida del Olimpismo hubiese sido en Tokio hubiera sido triste. Esto no tiene nada que ver. En París, con las gradas llenas, en una situación normal de Juegos. Yo sabía que Paula es de subirse con el público y lo hizo y se lo ganó al seguidor ya en el primer partido de los Juegos contra Italia».
«La lucha y la sonrisa»
Victoria contra las potentes italianas. Derrota ante las brasileñas, siendo Ana Patricia y Duda las postreras campeonas olímpicas. Triunfo ante las egipcias. Y despedida ante las suizas, que acabaron siendo bronce: «Esto es despedirse por todo lo alto. Me quedo con la energía del público en estos Juegos, con cómo lo he disfrutado, con mi familia aquí y mis hijos viéndome, y con Paula que ha tenido una su primera experiencia olímpica; me alegro muchísimo por ella, porque llevaba muchísimos años intentándolo y luchándolo y no salía y no salía, y el hecho de jugar conmigo tampoco se lo aseguraba, pero lo pelamos y lo conseguimos. Me voy satisfecha. No puedo pedir más. He tenido la despedida soñada, hemos jugado bien y hemos plantado cara».
«Son los Juegos con los que menos presión he jugado, desde luego. Londres al ser los primeros había mucha presión y muchos nervios; en Río estaba el estrés de ya no ser novatas, la presión de que ganamos a las brasileñas y que nos podíamos meter en una buena posición; en Tokio fue un desastre de altibajos todo el año, así que el noveno fue un regalo caído del cielo, porque no estábamos jugando bien. Y París son los Juegos con los que menos presión he jugado, los que más he sonreído, los que más he disfrutado, y la despedida perfecta», contó satisfecha Lili, que había dado forma a una carrera enorme: «Estoy completa. A nivel personal he sacrificado muchas cosas con mi familia, he sacrificado mucho a lo largo de todos estos años, pero creo que ha merecido la pena ese sacrificio. Lo volvería a hacer, pero siempre con mi madre».
Liliana y Paula querían dejar una firma clara de lo que eran y son como equipo: «La lucha y la sonrisa».
