Mayúscula la pareja de vóley playa que formó con Liliana Fernández Steiner para clasificarse para los Juegos Olímpicos de París y disfrutar y defender juntas los valores del Olimpismo
VÓLEY PLAYA | JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS 2024
Por RAÚL COSÍN (ENVIADO ESPECIAL A PARÍS).- Coraje, perseverancia y pasión -mucha pasión-. Todo ello es identitario en Paula Soria. Una deportista mayúscula, con un recorrido no falto de obstáculos, sinónimo siempre de lucha constante no solo sobre la arena como jugadora de vóley playa, sino por su capacidad para sobreponerse a todos los contextos vividos en lo que significa el universo de la élite del deporte. Incuestionable su nervio competitivo. Inagotable su capacidad de creer (believe) pese a vivir momentos en los que ese sentimiento podía haberse quebrado. Seguir. Progresar. Soñar y bregar por sus ensueños, que tenían como foco una cita olímpica. Y por fin llegó tras una clasificación que lo exigió todo. Y lo hizo junto a una referente, su referente además, como Liliana Fernández Steiner. Juntas, por momentos incluso contra ‘todo’ pronóstico, viajaron para pelearse, vaciarse y conseguir por ránking su inscripción en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Y allí construyeron sobre la arena un noveno puesto olímpico, superando la fase de grupos como segundas, derribando a Italia y Egipto, dejándolo todo ante Brasil y ante Suiza. Fueron los cuartos Juegos de Liliana. Fueron el estreno para Paula Soria Gutiérrez (Orihuela, Alicante, 31/1/1993), quien compitió con una madurez tremenda, que encandiló siempre al público de la pista central a los pies de la Torre Eiffel. Cada partido fue una aventura, en la que guerrearon y disfrutaron.
«Cuando conseguimos la clasificación para los Juegos de París no fui consciente diría hasta pasada una semana o semana y media. Cuando estallé realmente fue a dos días de viajar a París, que fue cuando empecé a llorar, como a tener un poco de ansiedad, de pensar internamente que me iba a unos Juego. Cuando haces esa revisión hacia atrás en tu trayectoria y reflexionas, valoré cuántas cosas había pasado, cuántas veces me he querido retirar, cuántas veces pensé que no lo iba a conseguir, que podría haber pasado porque era muy complicado cuando empezamos y hubiera sido muy duro. Miras atrás y es cierto que piensas y valoras que todo lo que había pasado había valido la pena. Lo hubiera preferido un poco antes o menos sufrido (sonríe). Y además que lo consiga con ella (con Liliana), a quien veía de pequeña y pensaba ‘guau’ Lili, a luego pensar ‘guau’ Lili somos compañeras y estamos en unos Juegos», relata.
Una lucha incansable
Efectivamente, el camino clasificatorio no fue en absoluto sencillo. Un proyecto que nació en septiembre de 2022. Lili había desarrollado toda su carrera junto a Elsa Baquerizo, con quien estuvo en los Juegos de Londres, Río y Tokio, al tiempo que volvía a la arena tras ser por segunda vez madre (la benidormense cerró exitosamente el ciclo olímpico a la cita japonesa tras dar a luz a Saúl e hizo lo propio para París después del nacimiento de Óliver). Y Paula, que había luchado por ello en diversas ocasiones con otras parejas, debutaba como olímpica con Lili.
Peleaban la plaza con ocho equipos. «Al principio de año estábamos tan lejos de clasificar para los Juegos, que no lo pensábamos realmente. Fue más un pensamiento de vamos a intentar jugar bien e ir haciendo resultados a ver si salen las cosas. No teníamos en mente clasificar por ránking, porque lo que hemos hecho ha sido súper complicado. Lili me lo decía: ‘Paula, no cuentes con ello’. Según avanzamos y se abría la posibilidad, hubo torneos de los últimos en los que tenía una ansiedad y una presión que me moría. No era consciente al principio, pero vas jugando, vas soltando, y cuando se iba acercando apareció esa sensación de que era posible. Prácticamente no quería saber nada de puntos, de cómo íbamos, no quería casi saber nada de cómo iba el ciclo,… Ir jugando y ya se vería», recuerda. Por el camino, sin acabar de cerrar la clasificación, notó fuerte ese estrés en citas como China, Brasil o México. Con todo, bravas siempre, luchadoras, perseverantes, una dupla que tuvo fe, cerró en Polonia esa clasificación, agarrando la última plaza por ránking.
Y París fue de Paula y Lili. Derribaron a las poderosas italianas Gottardi y Megatti. Sufrieron ante las brasileñas Ana Patricia y Duda, a la postre campeonas olímpicas. Se rehicieron ante las egipcias Abdelhady y Elghobashy. Pasaron como segundas de forma directa a octavos. Allí el cruce fue durísimo, ante las suizas Tanja Huberli y Nina Brunner, que finalmente fueron bronce olímpico.
Un disfrutar y vaciarse en los Juegos
«El pensamiento era disfrutar los Juegos y todo lo que estábamos viviendo. En junio, el día 1, estábamos fuera. Hasta que no sacamos esa medalla de Polonia no nos pusimos dentro del ranking. Pienso en hace años y yo veía a Lili y a Elsa y pensaba cómo será vivir unos Juegos. Y ahora lo he hecho. Encima mi familia estaba en París. Por la Villa iba fijándome en todo. Qué guay experienciar ese espíritu del Olimpismo, de todos los deportes, con diferentes formas de competir, de pensar, de vivir», cuenta la oriolana. Echa la vista muy atrás: «Si pienso en aquella niña que empezaba en el colegio con 10 años, no imaginaba que veinte años después iba a estar en unos Juegos Olímpicos. De estos Juegos me quedo con todo. El estadio era la leche; qué pena que en España ya no solo no podamos disfrutar de un estadio así, sino con gente como lo que se respira en Brasil. El público te sube. Y la Villa es brutal; Lili me lo intentaba explicar y no lo entiendes hasta que los vives. El buen rollo que se respira ha sido brutal».
Precisamente vivió una fase deportiva vital para Liliana y junto a ella. Eran sus últimos Juegos, con cuatro a sus espaldas. El último partido que disputaron el Campo de Marte, a esos pies de la Torre Eiffel, finalizó con el público, que lo llenaba todo, en pie aplaudiendo, las rivales reconociendo la lucha de la benidormense y a la propia Paula, y la pareja española con un abrazo final emocionante: «Al acabar el partido nos abrazamos y saludamos al público como normalmente. Luego, nos despedimos de ellos saludando. Pero al girarme vi que Nina (Brunner) le estaba abrazando a Lili; es como que no había asimilado que eran sus últimos Juegos. Me acerqué, tiré del público para que ella se despidiese bien, disfrutase el ambiente, y nos abrazamos, pero realmente no le dije nada especial, sino que llorase, que soltase todo lo que tenía dentro. Se merecía mucho ese momento tan especial, en un lugar icónico y con todo ese reconocimiento como referente del vóley playa y del deporte».
Una experiencia enorme, aprendizaje y un sentirse valorada: «Para esta vivencia que he disfrutado la clave han sido Sebas (su entrenador) y Lili. Han sido como esa luz que te guía. Llevo mucho años jugando pero andaba un poco dando bandazos de un lado a otro. Y ellos son como quienes me han encarrilado para poder sacar una mejor versión. Estoy jugando mejor que nunca, ya sea por edad o no, pero me han sabido llevar, tienen una filosofía de equipo muy buena. A nivel de emociones, Sebas lo sabe gestionar muy bien, y a nivel de equipo tenemos un ambiente muy bueno, estamos siempre riendo; somos amigos con esa figura del entrenador como autoridad cuando tiene que serla. Y eso da confianza, da gusto tener un equipo de trabajo que crea en ti. Sebas lo primero que me ha dijo tras el último partido fue: me siento muy orgulloso de ti. Que crean en ti de esa manera te reconforta de una forma brutal y ha sido la clave para llevarme por un camino muy bueno en este año y medio -y Lili siendo mamá, que es una pasada y un ejemplo lo que ha hecho-. Yo he cambiado muchísimas cosas; a nivel mental yo soy otra persona. Es cierto que me sale la naturaleza más pasional por momentos, pero tener a Lili al lado es brutal igual que en su día a Elsa. Toda esa experiencia ayuda un montón».
Un impulso para el presente y futuro: «Me encantaría hacer un ciclo más. Creo que me encuentro en un momento muy bueno. Creo que los 30 son como ese pico de madurez del deportista en todo los sentidos. Pero obviamente no es un deporte individual y no solo depende de mí, sino de que otra persona quiera jugar. En la cabeza tengo ideas, pero ya veremos. Pero sí me gustaría echar un ciclo más hacia Los Ángeles».
Un vida entera con el deporte. Paula Soria, que estudió Criminología, de niña jugaba a baloncesto. También a ajedrez y a tenis de mesa. Con diez años, alentada por sus amigas, se inició en el voleibol . Y disfrutó de ello durante cuatro años. Todavía no había llegado lo que le iba a enganchar. Con catorce años, comenzó a entrenar en la playa de San Juan . Y aquello le agarró fuerte. Ya estaba. El entreno se fue a la competición. Y a ganar torneos autonómicos que le dieron para irrumpir con fuerza en el campeonato de España sub’17 . Con 16 años, dejó su casa con el apoyo incondicional de sus padres para ir al Centro de Tecnificación de Tenerife . Allí conoció a Ángela Lobato. Y empezaron a descubrirse a nivel internacional en Europeos y Mundiales sub’18 . Se separaron puntualmente. Paula se fue a la Blume a Madrid y Ángela a la UCAM en Murcia. Pero en 2013 se unieron de nuevo en Alicante. Un recorrido deportivo en el que también compitió con Belén Carro (con ella fue oro en los Juegos Mediterráneos de Tarragona 2018), Sofía González o la propia Elsa Baquerizo cuando Lili se quedó embarazada de su primer hijo. Lo dicho, en 2022, se unieron Lili y Paula, dando forma a una pareja formidable y esa clasificación final.
El recorrido de deporte de élite
Una trayectoria a la que todavía le faltan grandes momentos que competir disfrutar y sufrir, si bien los Juegos de París dejaron cada día que la emoción embriagase a Paula. Un premio por los momentos que el deporte también le hicieron pensar en dejarlo, aunque no perdió el impulso: «Creo que todo deportista que está en la élite, en algún momento, en alguna fase, en alguna situación, ha pensado o incluso ha decidido dejarlo o que llegaba hasta aquí, que no puedo más. Es imposible no pensar en algún momento que hayas dado todo de ti, que no salen las cosas, y piensas que no mereces sufrir tanto. Es muy bonito, pero lo que se sufre cuando no consigues lo que vas trabajando día tras día, es difícil de comprender para quien no está en ese mundo. Te intentan ayudar, incluso tus padres intentan darte ese consejo, pero hay que vivir todo lo que hay detrás, lo que tienes que aguantar, el dinero que inviertes o pierdes, el tiempo que inviertes, lo que te pierdes con tu familia,…».
«Creo que te empuja el hecho de que te encanta. Aguantas muchas cosas, pero hay algo que te dice: venga va, sigo. Ella (Lili) es otro rollo porque es muy cabezona y le encanta, le apasiona. A mí también me apasiona y cuando no lo conseguía pues al final pensaba: va, un ciclo más. Obviamente, si no lo hubiéramos conseguido este año, no te digo que me hubiera retirado, pero sí que hubiera necesitado un ‘break’. Un ‘reset’, no de una semana o dos. De medio-largo plazo para pensar, recapacitar, valorar y ver si seguía adelante o valoraba que era el momento de coger otro camino. Lógicamente, clasificar para unos Juegos Olímpicos te da un chute de motivación, que dices ‘me meto en Los Ángeles’, pero es muy difícil», reflexiona.
«Lo que ha hecho Lili (cuatro Juegos), lo que ha hecho Pablo Herrera (seis Juegos), lo que ha hecho Adrián Gavira (cuatro citas olímpicas), que llevan varios Juegos es una pasada. Cuando estás en una clasificación olímpica les preguntas: cómo te has metido en cuatro ( o más) ciclos olímpicos. La gente no es consciente de lo que cuesta. Y se da por hecho que por meterte en unos, en los siguientes tienes que estar también. Pero es muy difícil. Todo lo que conlleva esa clasificación no tiene nada que ver un ciclo con otro. Ahora soy más consciente de lo que han conseguido con tantas clasificaciones olímpicas», subraya.
Coraje, perseverancia y pasión -mucha pasión-. Esa es Paula Soria.