Retumbará eternamente aquella arenga de Luis Aragonés: «Ganar, ganar, ganar, ganar y volver a ganar». Y quien tiene ese gen competitivo y voraz hacia los retos lo muestra casi sin darse cuenta con cada palabra, con cada instante en el que cuenta su historia con los gestos y la mirada. El fútbol es el todo en la narración de Olga García Pérez (Dosrius, Barcelona, 1/6/1992), atacante del Barcelona y de la selección española. Pura pasión, convicción y ambición. En su contar lo hecho prácticamente se le quedan ya cortas las dos ligas y sendas copas de la Reina logradas con el Barça entre 2011 y 2013. Quiere más. Busca explotar el todo de sí misma y formar parte de un colectivo que avanza en el crecimiento del fútbol femenino español.
Lo de Olga con el baloncesto a muy tierna edad fue casi anecdótico. No tanto el seguir los pasos de su padre en el trial. Tempranero fue también lo suyo sobre las dos ruedas. Y proyectaba buenas aptitudes para el motocross. Pero con siete años tuvo un percance. Un salto con la máquina terminó cayendo con la rueda delantera, rompiendo la horquilla y con aquella muchacha de siete años con un daño importante en las costillas. Pero claro, la clave estaba en cómo pasaba la noche: durmiendo con un balón. Y también en sus comienzos en el fútbol a los cinco años con su hermana en la «Penya Blanquiblava la Roca». O en los momentos de descanso de los partidos del equipo de fútbol sala de su padre. Cogía el balón y a buscar portería. Jugó sobre pista dos años con el Mataró.
Las puertas del Barcelona se le abrieron tras pasar por una convención de fútbol en Montjuic. «Había muchas actividades para niños, stands, se hacían partiditos… Al parecer le gusté a gente del Barcelona y me escapé cuando terminé el partido para ir al stand del Barça. Hice unas pruebas y me dieron una tarjeta para que mi padre les llamase. Se concertó una cita para hacer una prueba en la ciudad deportiva. Ganamos 7-0. Y marqué. Entonces era 2004, tenía unos once o doce años y me dijeron que querían que me quedara temporada a temporada. Y escalé hasta que en 2010 llegué al primer equipo», recuerda.
Alcanzaba un sueño. Ella, socia del club, incondicional del Barça, llegaba a la máxima categoría vestida de azulgrana. Y pasó tres años a las órdenes de Xavi Llorens. Por el camino, el equipo se adjudicó dos ligas y otras tantas copas de la Reina entre 2011 y 2013. Pero Olga, de ideas meridianamente claras, con un plan de futuro rotundo, tuvo que tomar una decisión: «Contaban conmigo. Pero también estaba una jugadora de la talla de Sonia. Seguramente no jugaría lo que hubiera querido. Y lo que no aceptaba era que pudiera estancarme. No quería quedarme en el banquillo y estar en el Barça por estar. Quería crecer y curtirme».

Pasó las dos campañas siguientes también vistiendo de azulgrana, pero el del Levante y a las órdenes de Antonio Contreras. «El Levante fue importante para hacer un cambio hacia un futuro positivo, me ayudó a ser más fuerte mentalmente, a ser físicamente más top. Es un equipo en el que pasé dos años muy buenos, la que estoy muy agradecida, en el que aprendí mucho de la exigencia que requiere el equipo. Había que estar a tope del primer al último segundo. Y crecí en los aspectos de la estrategia, la táctica y el jugar sin balón con Antonio», cuenta la atacante, que recuerda una de las enseñanzas del que fuera su técnico: «Haz que tus defectos se escondan y tus virtudes se ensalcen».
Olga, ambiciosa, con nervio competitivo, absolutamente exigente, completó dos cursos en Valencia que le dieron precisamente para regresar a casa, para hacerlo más para ser importante en el Barcelona, en el que habitualmente juega en la línea de ataque de Xavi Llorens junto a Alexia Putellas y Jenni Hermoso.
Fija en la línea de ataque del Barça con Alexia Putellas y Jenni Hermoso y en las convocatorias de Jorge Vilda por España
«Esta siendo una temporada muy buena. Sé que todavía tengo que explotar, que tengo cerca de 24 años, soy joven y quedan muchas cosas por aprender. Pero me he ido ganando un espacio referente al nivel España y mi sueño, mi objetivo a nivel personal es ser una jugadora top, y a nivel colectivo es ganar la Champions con el Barça. Quizás hoy todavía es difícil porque hay una diferencia física importante respecto a otras ligas de Europa, pero se está haciendo una puesta importante y seria. La técnica la tenemos y hemos demostrado estar a un nivel muy alto. Si competimos en igualdad de condiciones físicas este club puede hacer cosas muy grandes», defiende.
Más aún, su irrupción voraz con el Barça le abrió las puertas de la selección española de la nueva era con Jorge Vilda. Y se ha convertido en una de las fijas del combinado nacional que está completando una fase de clasificación para la Eurocopa de 2017 impecable: «Jorge se ve que es una persona muy profesional, trabaja todos los partidos, te dice lo mejor y lo peor que tiene cada jugadora, se le ve como una persona que tiene muchas ganas de hacer cosas y hacer algo grande. Y como dice, hacer un surco muy grande para que la gente que venga sepa que España ha dejado un legado muy importante en el fútbol femenino».

A Olga le resta mucho recorrido en el fútbol. Pero en lo académico se prepara en INEF. Refrenda la importancia de completar unos estudios. El mañana también debe estar cubierto. Pero hoy disfruta de las posibilidades que le da su deporte: «El fútbol hoy es todo porque la competición me lo exige. La rutina de levantarte cada día para ir a entrenar es como rutina de trabajo, que es hacer fútbol. Es un estilo de vida, que tiene un periodo de caducidad. En ese trayecto, además, tienes que saber vivir de la pelota y tienes que saber gestionar».
Su ensueño pasa por ser un referencia a nivel europeo. Tiene aptitudes. También actitudes. Le pasa por sus adentros el gen competitivo. Trabajar al máximo. Autoexigirse. Pensar cada día en ser mejor cuando se levanta para entrenar. Pero reconoce que ha tenido que pulir rasgos de su carácter, al tiempo que ha aprendido a superar ciertas situaciones. «De pequeñita, por el machismo que hay, me tenía que escuchar palabras como marimacho. Y yo misma hasta no hace muchos años necesitaba como que me felicitaran si hacía bien un pase o si me recriminaban podía salir en algún momento llorando. Mi paso por el Levante me ayudó mucho a trabajar en ganar confianza, en ser más fuerte psicológicamente e intentar transformar lo negativo en positivo», significa.
Distingue, obviamente, a su familia con fundamentos principales en su proceso, en su crecer en el fútbol y la vida. Pero destaca referencias muy reconocibles en su maduración: «Estoy muy agradecida a Maider Castillo. En el Levante fueron muchos momentos y vivencias en los que te ayudaba y te aconsejaba y te servía para mejorar. Y ahora me pasa con Ruth García. Ellas además son muy amigas. También han sido importantes los entrenadores. Cada uno me ha aportado algo. Y luego están tus amigos en la vida no deportiva, aunque por ejemplo en el caso de Sandra Paños forma parte de ambos ámbitos».
Olga disfruta del fútbol y de los ritmos y las rutinas de vida generados por este deporte. Entiende que le restan muchos años todavía para seguir en el primer nivel y no se pone techos. Subraya que aunque cada jugadora pueda aportar todo lo posible de modo individual, el colectivo, el grupo debe imperar. El gozo hoy lo tiene en poder dar alegrías a su club y a las niñas que puedan fijarse en ella para querer abrazar el fútbol: «Es un halago que se fijen en ti, que quieran hacerse fotos contigo, que quieran ser como tú. Y a esas personas hay que cuidarlas. La alegría de estar con los niños es una de las satisfacciones que te da el fútbol».
Comments 8