Parece que son números para dar forma a unas estadísticas con diferente fondo analítico -o de análisis interesado-, pero hay que traducirlos en lo que realmente son: personas, familias, historias. La crisis sanitaria del coronavirus ya deja en España 232.037 personas contagiadas y 27.778 fallecidos, según los datos ofrecidos por el Gobierno. Cifras que en el mundo se elevan a 4.913.761 afectados por la covid-19, lamentando 323.637 muertos. Personas, familias, historias. Insisto: personas, familias, historias.
Durante los últimos dos meses, hasta el pasado domingo 17 de mayo, se recogían escenas en todo el mundo con la cita de las ocho de la tarde y esos aplausos para quienes han luchado y luchan en primera línea de batalla -a este asunto también se le ha buscado el tono metafórico bélico-; aplausos en todo caso a todas esas personas que en el ejercicio de su profesión se han expuesto en no pocos momentos, y el asunto no está resuelto, sin los medios necesarios para tratar a los pacientes afectados por el coronavirus. El aplauso a los sanitarios, entre los que, en España, se han registrado 51.090 profesionales contagiados y más de ochenta fallecidos, también se ha extendido a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado (militares, bomberos, las diferentes policías, Guardia Civil, Protección Civil), que también han sufrido bajas, y además también se ha subrayado el trabajo de otros oficios vinculados a servicios esenciales como la los trabajadores de la limpieza, de la alimentación, o el transporte, entre otros muchos.
La cuestión es que todavía hoy, después de diversas y avaladas reivindicaciones, no se cuenta con sobrado material de protección y cuidados para algunos de esos sectores de los servicios esenciales. Y podemos poner en primer lugar a todo lo que significan los servicios sanitarios. Hace pocos días se celebraba a las puertas de hospitales, centros de salud o residencias el ‘Día Mundial de la Enfermería’, y las personas del gremio portaban carteles requiriendo material y elementos de protección.
En los últimos diez días he ido realizando un trabajo de campo para conocer la situación actual de los sanitarios. He conversado con médicos y personal de enfermería de distintos lugares. No había otro camino que la llamada telefónica en estos momentos, pero si algo caracterizaba a cada conversación era la sinceridad y la responsabilidad que estas personas tienen. Y la situación es que en el segmento de los últimos quince-veinte días, según lugares, se les habían realizado test para determinar si el coronavirus les había agarrado. Recupero el dato: en España, se han registrado 51.090 profesionales contagiados y más de ochenta fallecidos. E insisto: personas, familias, historias. Y la cuestión es que no se les iba a realizar más. Chocante: son las personas que están a diario conviviendo con la covid-19, que tienen contacto directo con pacientes y familiares.
Es decir, en un sector que tendría que contar ya con una sobrada cantidad de ‘herramientas’ de protección y cuidado no solo para ellos mismos como profesionales del campo sanitario o los oficios vitales vinculados a lo sanitario, sino para las personas hospitalizadas o aquellas que por su historial se pueda determinar que pertenecen a la población de riesgo no lo tienen. No hay suficientes test, mascarillas, material de protección, etcétera.

Si realmente existen dificultades para hacerse con los test, si al Gobierno central o a los autonómicos les resulta tan complicado lograr el material necesario para, al menos, todas las personas que forman parte de los servicios esenciales y vitales sean de sectores públicos o privados, quizás debería ‘asociarse’ con empresas o estructuras que estamos viendo que se están haciendo con ese material para que su actividad continúe.
El fútbol no es un servicio esencial. Tampoco el baloncesto. Concreto más aún, el fútbol de Primera y Segunda División, y el basket ACB no son servicios esenciales. Son la parte de los deportes que se quieren que la competición se reanude en virtud a su consideración como profesionales en el marco de una agrietada Ley del Deporte (1990); por cierto, la necesidad de no revisar, sino cambiar prácticamente de arriba a abajo no es cuestión de estos tiempos de la covid-19, sino desde hace 15-20 años y por una diversidad de motivos de toda índole abrumadora.
En el caso del fútbol, en realidad es la maquinaria que se quiere reactivar para cumplir con los contratos televisivos. Pues lo siento, pero no son servicios esenciales. El Gobierno no puede mirar hacia otro lugar.
Se alude al desastre económico que puede suponer que no se reanude, por ejemplo, el fútbol. Se pone en valor su aportación al PIB. La industria del fútbol profesional genera 185.000 empleos, 4.100 millones de euros en impuestos y una facturación equivalente al 1,37% del PIB en España. Indudablemente es un subsector fuerte, pero de momento no esencial. En España, la fortaleza está subsectores como el comercio, el turismo, la construcción, la energía, la automoción, el sanitario… El quebranto económico global va a ser durísimo. Como Tebas, Rubiales y Roures ponen muy de manifiesto ese aporte del fútbol al PIB, la réplica es sencilla: el Turismo representa el 12,8% y genera 2.616.000 empleos. Por aquello del resultado, parece que gana por goleada en importancia. El turismo es, por ejemplo, uno de los sectores, seguramente el que más, que va a sufrir esta crisis sanitaria y a consecuencia económica. Hoteles, compañías de transporte por tierra, mar y aire, restaurantes, cafeterías, agencias de viaje, aseguradoras…
En el ámbito puramente económico, entiendo que lo que debiera hacer la política futbolística, a las claras de la mano gubernamental, es mostrar capacidad para reprogramar o recalcular sus contratos para minimizar el impacto y redistribuirlo en las próximas temporadas. Ese trabajo ya se está haciendo por el aplazamiento de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio, de un impacto tremendamente mayor que el fútbol. Y, además, para que lógicamente no se vean afectados los empleados (no futbolistas) de los clubes, que son los que efectivamente sufrirían en términos económicos, quienes mandan activen planes de contingencia para redistribuir patrimonio y poder asegurar el empleo y salario de sus trabajadores. Quizás sería buen momento para recalcular eso de los traspasos o las fichas desorbitadas.
Por cierto, ¿si hay algún contagio o situación de mayor gravedad provocada por esta reanudación que se pretende y se fuerza, Tebas, Rubiales, Roures y el Gobierno se harán responsables? Un jugador se puede contagiar, pero además podría contagiar a otros que nada tuvieran que ver con su profesión bien en su casa, en su supermercado… ¿Quién se hace responsable de cualquier situación que pudiera darse?
En lo que significaría la parte deportivo-laboral, claro que los y las futbolistas, baloncestistas, balonmanistas, gimnastas, nadadores, regatistas, atletas, tenistas,… todos los deportistas pueden reanudar sus entrenamientos en centros deportivos e instalaciones técnicas como los CAR. Otra cosa es que por el momento, mientras los contagios sigan activos, sea no solo con todas las medidas de higiene posibles, sino de forma individual.
El momento de regresar a la normalidad volverá. ¿Cuándo? Cuando lo determinen los expertos y autoridades sanitarias. ¿Por qué? Porque no hay vacuna o tratamientos que estén teniendo los efectos esperados. Solo tienen que regresar más arriba y revisar las cifras de contagiados y fallecidos. E insisto: personas, familias, historias.

El virus sigue vivo. Cierto que ya empezó eso de la desescalada. No soy ningún experto, pero me resulta raro que España sea uno de los países con peores estadísticas por millón de habitantes y a las ocho semanas ya se estuviera activando la desescalada y en China, por ejemplo, fuese en once. Entretanto, hasta que se pueda garantizar la seguridad, y eso sería en forma de vacuna o de algún tratamiento que acabara replicando lo suficiente al virus, el Gobierno, por mucho que nos cueste, que no digo que sea fácil, todo lo contrario, debería mantener un estado de alarma firme y hacer lo necesario para que todos los sectores ligados a servicios esenciales cuenten con todas las medidas y herramientas de protección que necesiten para cuidarnos. Porque nos están cuidando y exponiéndose. En el ejercicio de su profesión, sí, pero en todo caso exponiéndose incluso para aquellos que se saltan las medidas de seguridad y piensan que esto es algún tipo de asunto menor, o que no es para tanto.
Asistimos a una situación que la sociedad moderna no había visto antes. Una pandemia global virulenta, para la que aún no hay remedio. En efecto, como decía, no creo que sea el momento de reanudar competiciones profesionales, menos aún en tanto que son deportes de contacto por muchas medidas protocolarias que se presenten, que son de chiste, teniendo en cuenta que el deportista luego en competición sí o sí va a estar en contacto. Llegará. Seguro que llegará. Pero es momento de ser solidario, disciplinado y saber qué es lo prioritario. Y lo prioritario, más allá del campo sanitario, sería que quienes dirigen sepan dar soluciones para los más vulnerables o para los empleados que lógicamente no pueden pasar sin un salario. El cargo se demuestra en estos momentos. Trabajen para dar solución a las personas sin trabajo y sin entrada económica en casa y para cuyos trabajos y salarios están en peligro.
Ahora bien, esa responsabilidad es de todos. Es inexplicable, al tiempo que denunciable, la cantidad de imágenes de personas insolidaridad que han aprovechado la desescalada para saltarse a la torera la normativa. Obviamente cuento también a quienes lo hacían durante el estado de alarma antes de la desescalada. Pero es inadmisible como hay una parte de la sociedad, la menos, pero con opciones claras de contagiar o ser contagiado, que piensan que esto ya acabado. Y no es así.
Para aquellos que les gustan los números… Recuerdo: la crisis sanitaria del coronavirus ya deja en España a 232.037 personas, cuyo contagio ha sido confirmado, y 27.778 fallecidos. En el sector sanitario, hablamos de 51.090 profesionales contagiados y más de ochenta fallecidos. Pero insisto: personas, familias, historias.
Todo ha de volver; cuanto antes claro. Pero la gestión debe estar perfectamente medida, estudiada, equilibrada.
Fotos: EDUARDO MANZANA