La alero valenciana repasa su historia y su recorrido creciente y cuenta sus retos, arrancando ahora una nueva etapa en Zaragoza
Abrazar cada día al baloncesto. Un encuentro nuevo porque siempre hay un aprendizaje y porque las experiencias son inagotables, así que siempre existe lo novedoso y lo motivador; y al tiempo un verse cara a cara con el balón y la pista como hace mucho tiempo que lleva haciéndolo, pero siempre con dos fundamentos: una incisiva competitividad y las ganas de ponerle a lo que hace, a todo, una sonrisa. Vega Gimeno Martínez (Valencia, 8/1/1991), joven todavía como para seguir exprimiendo por tiempo su deporte, sigue hilvanando un recorrido firme y solvente según se acerca al umbral de los años de la madurez deportiva, de modo que se le avecina un presente-futuro ligado a un brillante disfrute del baloncesto. Completadas dos temporadas en Bembibre, de las que hace un buen balance personal, de hecho la alero debutó con la selección española absoluta, ahora arranca una nueva etapa en el Mann-Filter Zaragoza.
La clave es el disfrutar de esto del basket. Su plan B, obviamente, lo tiene meridianamente claro. Y para ello se forma académicamente con su carrera de Ciencias Ambientales. En todo caso, el peso hoy sigue estando donde siempre: «El baloncesto es mi forma de vida. Este deporte me ha conectado con el mundo de una forma que nadie ni nada más podría hacer. Ese baloncito me hace muy feliz y por eso sigo jugando después de doce años fuera de casa viajando por el mundo. Juego porque disfruto, no porque sea mi trabajo. El sentimiento de estar en la pista sufriendo pero jugando bien, sintiéndote importante, fuerte, viendo que tiras y anotas, que tus compañeras sonríen, que en cada tiempo muerto haces piña, estar incluso en el banquillo animando porque quieres que todo el mundo se sienta bien y arropada, y ganar… todo eso no se paga con nada».
Lo suyo con su deporte nació cuando tenía diez años. Y había flirteado antes con el esquí, el tenis o la natación. El caso es que en su casa se inculcaba el deporte: su padre jugó a balonmano, su madre practicó varias disciplinas y su hermano fue portero del Armiñana de fútbol sala. Más aún, su colegio, El Pilar (Valencia), era y es de los que hacen una apuesta clara por el deporte. Allí empezó, atraída también por la inercia de sus amigas, con el baloncesto: «Desde pequeñita he tenido siempre la vena súper competitiva; no podía estar quieta y jugaba y quería ganar. Disfrutaba compitiendo y ganando».
La conversación con Vega, animada, fresca, cercana en todo momento, le lleva a bucear por los capítulos de su infancia cuando empezó con el que sería siempre su deporte. «Tengo un gran recuerdo de todos los sábados ir a jugar el partido a las nueve de la mañana, el nuestro, y al acabar todas íbamos a una paraeta —Don Tomás— que había en El Pilar a comprarnos un bocadillo de tortilla y nos poníamos a ver todos los partidos que seguían. Tengo una imagen mía de niña con el bocadillo en una mano y el balón en la otra», relata la alero.
Fue con catorce años, después de una campeonato de selecciones autonómicas en el que las valencianas finalizaron con una plata, cuando recibió la llamada de Ramón Jordana para ser becada y marcharse a la Blume en Barcelona a Siglo XXI: «Nos contó en qué consistía el proyecto y yo di un sí rotundo. Pensaba en que iba a estar mañana y tarde con un balón de baloncesto, compaginando además con los estudios, y no necesitaba nada más. Mis padres, como siempre, me apoyaron y pasé allí cuatro años que repetiría sin lugar a dudas, porque me encantó. De aquella época, me llevo las personas, amigas que tengo ya para siempre, y valores que aprendí como la disciplina, la concentración, el trabajo en equipo o el saber organizarme para llevar bien los estudios. Ramón Jordana es el entrenador que más me ha marcado y sacó lo mejor de mí».
Anna Cruz y Clara Bermejo fueron clave en su paso por Rivas y en adelante en su carrera
Vega Gimeno se considera «una chica normal, sencilla, risueña, con mucho sentido del humor y me encanta rodearme de gente positiva, pero sobre todo soy muy familiar, muy de los míos, muy, muy de mis amigos». Ese lazo lo tiene fuerte desde niña, pero aunque reconoce que echaba de menos a su familia en la época de la Blume, no le costó adaptarse: «Estaba como en una burbuja, jugando a baloncesto y además ellos venían a verme cada quince días. Sé que mi madre lloró lo que no está escrito; me decía que era entrar en mi habitación y ponerse a llorar».
Desde niña también fue entrando en las categorías de base de la selección española. El último año en Barcelona coincidió con la disputa del Europeo sub’18 en Suecia, con oro para España, y el Mundial de Tailandai, con plata. Vega acumuló buenas actuaciones y llamó la atención de equipos de Liga Femenina 1, pero también se le presentó la oportunidad de la aventura de las universidades estadounidenses. Optó por la Robert Morris Colonials (NCAA). Allí buscó dos cosas: vivir la experiencia deportiva, obviamente, y poder compaginar su carrera, que arrancó entonces, de Ingeniería Biomédica.
«Es cierto que sólo estuve un año, pero puedo decir que deportivamente me fue bien, entré en el quinteto rookie de la conferencia, y que aprendí mucho. Allí me llevó la importancia que le doy a los estudios también. Pero la cuestión es que no me veía cuatro años en Pittsburgh, era un poco desquiciante para mí, no había nada; quizás se hubiera caído en otra universidad… En todo caso, cuando chicas a las que les llega esta oportunidad me preguntan desde luego les digo y aconsejo que prueben esa experiencia, pues a tiempo de volverse siempre están», explica.
Regresó a España en 2010 y fue fichando por el Rivas Ecópolis por tres temporadas, ampliando luego una más: «Recuerdo cuando llegué a la pretemporada y allí estaban Elisa Aguilar, Amaya Valdemoro… y yo era una renacuaja. Se me acercó Amaya y se me presentó y le dije: ‘Sí, sí sé quién eres, si la que me tengo que presentar soy yo. El primer año no jugué mucho, pero eran estímulos nuevos por todas partes, aprendí muchísimo en los entrenamientos, y gozaba de poder estar con gente con una experiencia brutal y absorbiendo cosas. Me ayudaron mucho. El segundo año jugué más. El tercero un poco más, aunque fue cuando me rompí la rodilla. El club se portó genial, de diez. De hecho, me mejoró contrato y me amplió una campaña más. Y el cuarto seguí jugando más. Deportivamente, además del crecimiento personal, pues fue una pasada ganar el título de liga y dos Copas de la Reina o jugar Euroliga y conocer mil equipos y lugares diferentes. Personalmente, me llevo amigas íntimas como Anna Cruz y Clara Bermejo, que me guiaron y me ayudaron en cada momento, y a tener paciencia, trabajar y luchar. Las admiro muchísimo».
Ganó un título de LF1 y dos Copas de la Reina con Rivas, además de jugar Euroliga
Finalizada su etapa en Rivas, azotado el club por la crisis económica, si bien Vega subraya que pese a los momentos de problemas en pagos ella optó por valorar lo personal y la entidad además le respondió, decidió aceptar la propuesta del Islas Canarias. Quizás un proyecto más pequeño estructural y económicamente, pero la alero valenciana apostó por minutos de juego como pieza importante en LF1. «Si algo quería era sumar muchos minutos y no ser la primera rotación y sí titular, obviamente trabajando y ganándome el puesto. Para mí el gran salto, el empujón que me faltaba me lo dio Domingo Díaz allí. Fue mi explosión como jugadora, que además me supuso una opción para jugar en Argentina e ir a los Juegos de Baku. Fue una temporada clave la de Canarias y estoy muy agradecida», cuenta.
El paso intermedio por el Peñarol de la Superliga argentina le llevó a acumular experiencias y a incorporarse luego en España con el Embutidos Pajariel Bembibre, donde «he pasado dos temporadas muy buenas, en un equipo mejor, dando un paso más adelante, siendo titular y sumando más minutos en LF1». Además, esta temporada —la 2016-2017— supuso la convocatoria para la selección absoluta.
Referencia en categorías inferiores, siendo capitana, una fija de su generación, engrosando su currículum con muchas medallas continentales y mundiales, por fin llegó su llamada con la absoluta: «Estaba en mi casa, estudiando, y me entró una llamada de Isa Sánchez. Bromeó al principio. Me dijo que tenía que ir a recoger un regalo a un centro comercial. Pero cuando me dijo que estaba convocada, le dije que me creía más lo del regalo. Fue una pasada luego con los entrenamientos y los partidos. Y el momento con la camiseta, el himno, un partido oficial… brutal. Ojalá tenga más oportunidades y para ello seguiré trabajando».
Por lo pronto, la próxima parada de Vega Gimeno es Zaragoza, fichando por un proyecto potente con Mann-Filter y poniéndose a las órdenes de Víctor Lapeña: «Quiero dar un paso más. Quiero hacer una buena temporada a nivel de equipo y a nivel personal, y que luchemos por un play-off, o por una Copa de la Reina, un poco volver a los años de Rivas».
En categorías inferiores de la selección suma una plata Mundial en U19, dos oros continentales en U18 y U20, dos platas europeas en U16 y U20, y un bronce en los Juegos de Baku
La baloncestista valenciana espera seguir mostrando su sello, su marca personal propia, la que pretende proyectar y con la que quiere responder a todo lo que le ha dado el baloncesto: «Me gustaría que me viesen como una jugadora súper competitiva, con mucho carácter, que luego puedo gustar más o menos como jugadora, que un día me puede salir mejor que otro, pero que siempre trabajo y me vacío. Eso no es negociable. El talento ayuda, pero la clave está en trabajar muchísimo».
Vega guarda ya en su camino por el basket «momentos maravillosos como ganar cosas, jugar con gente buenísima, muchas experiencias y más alegrías que momentos malos», aunque de uno de esos, de los negativos, aprendió mucho: «Cuando me rompí la rodilla en el tercer año en Rivas, después de pasar tres o cuatro días muy complicados, luego fue sacar una sonrisa y trabajar, ponerme las pilas y hacer bueno eso de que ‘lo que no te mata, te hace más fuerte’. Valoré todavía más lo que tengo, lo que es poder disfrutar con mi deporte y que, desde luego, hay que tener un plan B y los estudios son fundamentales». En todo caso, si bien el baloncesto lo es todo para ella, la esencia está en su familia y amigos. Son el motor para que la Vega siga creciendo por las pistas.
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