La guardameta de la selección española de hockey hierba femenino repasa su historia en una entrevista en WSL previa a los Juegos Olímpicos
Guarda un enorme compromiso con el hockey hierba. Siente que está en deuda por aquello que ha recibido. Por la construcción misma de su perfil personal. Los valores que ha abrazado a lo largo de los años, esos que le vienen del deporte y a la postre de la experiencia vital en sí misma, le han permitido desarrollar un crecimiento personal y deportivo firme. Y reconoce que el ir caminando y madurando le ha pulido cada vez más para esa complejísima posición que ocupa como es la portería. María López de Eguilaz Zubiria (Getxo, Vizcaya, 12/7/1984) defenderá ese umbral que intentará sea inquebrantable para la selección española de hockey hierba en los Juegos Olímpicos de Río —sus segundos, pues ya estuvo en Pekín 2008, si bien ahora es la guardameta titular—.
Se reconoce tímida. Pero en una conversación cercana y sincera con ella, en esas de escucharse y expresarse con pasión, libera y revela que es puro deporte. Mantiene siempre un rostro amable. Indudable su humildad. Y clarísimo su amor por el hockey y por ese puesto, el de portera, que no fue ni el primero, ni el que quiso, pero que las circunstancias le llevaron a ser una de las grandes porteras de Europa y, de hecho, a plantarse ya en su segunda experiencia olímpica.
«Era una niña que empecé a correr antes que a gatear o a andar. Mi madre me apuntaba a hacer deportes: ballet, judo, baloncesto, tenis… A los siete años, yo misma me apunté a hockey. Llegué directamente a casa con la ficha. Mis padres, los dos, eran porteros de hockey. Pero ellos nunca me ‘forzaron’ a nada. Aunque sí veían que yo era de deporte de equipo», recuerda. Y eso que estuvo tremendamente cerca del tenis. Pero camino de los catorce años ya se decidió por el hockey.
«Con 13 años, ya disputé mi primer Europeo sub’16 de hockey. Por entonces ya jugaba con mayores en el club en —Jolaseta—. Y también iba con Euskadi sub’18. Estaba destacando mucho. Cuando en el tenis me pusieron trabas, pues dije adiós», cuenta María, quien frenaba así a unos horarios semanales repletos de deportes todos los días, pero en los que el hockey le agarraba más horas y le permitía participar en más campeonatos.
María pasó de ser máxima goleadora alevín e infantil a que le obligarán a ponerse de portera en un campeonato y empezar a brillar
«Veía que el hockey me estaba aportando muchas cosas buenas, muchas experiencias. Además, había empezado a destacar y a descubrir lo que es la dedicación a un deporte. Deportista se es los 365 días del año con lo que ello supone. Era algo por lo que merecía la pena salir del colegio y dedicar todo el rato que tocaba a estudiar para luego tener tiempo libre para el entrenamiento. Nunca falté a un entrenamiento por estudios y nunca he suspendido», subraya como consejo también para quienes vienen por detrás en tanto que no descuiden su formación académica.
Sus inicios, sin embargo, no fueron entre los palos, sino intentando afinar el golpeo del palo —stick— a la bola para ser quien marcara los goles. Fue máxima goleadora alevín e infantil. Pero sobrevino un capítulo que acabaría siendo la transición hacia su rol de portera ya para siempre: «Cuatro días antes del campeonato de España, la portera infantil se rompió el brazo. Nadie se quería poner. Decidieron buscar en las alevines. Y la portera era Rocío Ybarra —actual capitana de la selección española y que es mediocampista—. Su madre no la dejó. Y dijeron de alguien que pudiera hacer de portera en cuatro días. Me vistieron de portera y me metieron en ese berenjenal… No recuerdo nada».
El registro de lo que sucedió quedó en los recortes de periódico que guarda. Quedaron cuartas de España y a María, en su improvisado rol de guardameta, la destacaron. «Me había puesto alguna vez en algún torneíllo, pero además era muy pequeña de tamaño. Reconozco que me daba miedo. Tenía que aguantar en la línea todo lo que me zumbaban y lo debí parar». Un campeonato que se disputó un mes de junio y al mes siguiente López de Eguilaz ya estaba entrenando con la selección nacional sub’16 como portera. Por un tiempo ella recalcaba que no era su posición, pero acaba asumiendo por obligación la responsabilidad cuando llegaban los campeonatos.
«Hubo un momento en el que empiezo a crecer, echo cuerpo y ya en lugar de que me estuviese pegando todo el mundo, me pusieron buena equipación, y ya me vi que la bola ya no dolía (o menos). Ya no me daba miedo. Y me gustó eso de parar yo la bola más que nada. Ahí fue cuando a los trece años fui a mi primer Europeo sub’16 y me dije: ‘Yo soy portera’», relata.
En 2000, con 16 años, se trasladó a Madrid con una beca para la Blume. Entrenó con la selección sub’18 y un año más tarde se quedó a las puertas del mundial sub’21. Fue el último descarte. Un duro trago para ella, que «nunca había sido descartada de nada. Y me dije que no me volvía a pasar. Siempre lo había dado todo, pero desde ese momento todavía más». Siempre dando los pasos correspondientes. Su cuajo con las categorías inferiores de España le dio para competir en tres Europeos sub’16, dos en sub’18, otros tantos en sub’21 más un Mundial en este segmento.
La portera de la Real Sociedad ya suma 137 internacionalidades hasta la fecha
Con 20 años ya debutó con la absoluta: «Tuve la suerte de que estaba muy bien acompañada. Chus Rosa era la primera portera. Toda la presión era para ella y para mí era una etapa de aprender, de que todo lo que pudiera jugar era sumar. También fue duro trabajar muchos años a la sombra. Saber que dando lo mejor de ti vas a tener a alguien por delante no es fácil. Pero seguí con perseverancia y paciencia hasta que llegó mi momento. Y tengo que saber aprovecharlo, disfrutar y desde luego no relajarme porque detrás tengo mucha presión».
La de Río de Janeiro será su segunda experiencia olímpica. Estuvo en la lista de Pekín 2008 como segunda portera. La única de todas las selecciones de hombres y mujeres. «Cuando me vi que estaba en la lista me pasé 24 horas llorando. Alcanzaba el sueño que tenía desde hacía mucho tiempo y que todo deportista persigue. Es cierto que tenía muy difícil jugar. Era la segunda y por muy bien que lo hiciera o estuviera, si no me necesitaban no iba a jugar. Esa parte era dura». Y aquella vivencia quería repetirla. España no estuvo en Londres 2012. Golpe duro. Pero de la mano de Adrian Lock la selección comenzó un camino de cambio brillante. Compromiso y trabajo al ciento por ciento.
Las RedSticks, como se les conoce, acariciaron la clasificación para Río hace un año en la World League de Valencia. Sin embargo, la vía de acceso acabó siendo la de la no participación de Sudáfrica. Meses de incertidumbre. Y el conocimiento de la noticia llegó con el equipo separado y repartido por España y otros países de Europa con sus equipos. «Mi marido y yo nos acabábamos de mudar a nuestra casa. Estábamos montando un armario junto al chico de la empresa donde compramos los muebles. Y me llegó el mensaje de que íbamos a Río. Entré en un momento de lágrimas, gritos, de necesitar que alguien me abrazase… Y tenía a mi marido sujetando el armario. Y el chico que no entendía qué sucedía. Solté lo que tenía yo y me puse a gritar por la casa y al chico le tuve que explicar que no estaba loca».
Y para Río, ahora, la premisa es clara: «Los aros son los aros y la gente lucha por ello. La mentalidad no es llegar y ya está, sino intentar hacer algo grande. Y este grupo, que está muy unido, puede».
María López de Eguilaz, a quien durante los Juegos se le verá en la portería de España con esos protectores casi robotizados y ese casco con máscara que poco dejará ver su rostro, la que proyectará esa fortaleza mental propia de los guardametas, agilidad y sobriedad, llega con ganas de disfrutar del hockey hierba, que para ella es «un estilo de vida. Algo que me ha aportado unos valores. El compromiso, el sacrificio, la intensidad con la que haces las cosas, la seriedad, los momentos del disfrute. Ya he vivido Mundiales, Juegos Olímpicos, Europeos, también muchos malos momentos que me han arrancado lágrimas y que me han entrado ganas de abandonar. Pero si no viese ese punto de disfrute, de compromiso, de compañerismo, de ilusión… no estaría aquí».
¿Es la misma en el ámbito personal que en un campo de hockey? Dice que la forma de expresarse es la misma. Siempre lo da toda. No se guarda nada. Tímida. Humilde. De las que mira sosegada y próxima a las personas. No advierte dualidad. «Sí creo que soy la misma y a veces no es bueno. A veces pienso que en la portería me falta ese punto de chulería, de sentirme la mejor, de ser más protagonista».
Todo lo recoge con el paso del tiempo, con las experiencias, con la madurez. «Llevo un último año y medio que me encuentro mejor que nunca en la portería y de verdad que voy con una sonrisa a todas partes», significa la vasca. Reconoce que ha ido desarrollando un cambio de mentalidad. ¿Cómo? «Fue un poco sentarme y pensar. Qué quería, dónde podía llegar, qué podía aportar y qué quería cambiar de mí. También tengo que decir que tengo un apoyo muy grande que es mi marido. Me ha hecho darme cuenta de que hay tonterías en la vida que efectivamente lo son y deben quedarse en eso. A mí a veces eran las cosas que se me amontonaban y me pesaban toneladas. Y ese momento de reflexionar y decir tiro todo para adelante, me ha hecho volar».
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