La kayakista española se proclama campeona olímpica en Río con un tiempo de 98.65
No hay nada más grande para Maialen Chourraut que Ane, su hija de tres años. Y corrió hacia a ella para celebrar el oro olímpico. Acabó la final de K1 de piragüismo de los Juegos de Río, salió de su kayac y fue al encuentro para dar un beso y abrazar a su pequeña y a su marido como campeona olímpica. Un título además ganado con rotunda solvencia respecto a sur rivales. Chourraut hizo una bajada de ensueño (98.65) y superada la última puerta se giró rápido para revisar el marcador de tiempo. Acabó con la sensación de que había hecho grande, pero cuando vio el registro se supo medallista y se echó las manos a la cara.
Perfecta la kayakista de Lasarte, de 33 años, que partió como favorita para al menos colgarse un metal. En Londres 2012, concretamente hace cuatro años y ocho días, Maialen se adjudicó la presea de bronce en la prueba de slalom. Chourraut descendió velocísima, sin errores, restando tiempo a las oponentes que ya habían completado su final. Entró rapidísima por cada puerta, resolviendo con mucha destreza cada remonte. Aceleró ya al final y paró el crono en 98.65.
Teniendo en cuenta los tiempos de las rivales que ya había acabado su prueba y que sólo restaban dos kayakistas más para cerrar la final, Maialen, que en ese momento estaba al frente de la clasificación, se sabía medallista, pero le faltaba saber el color. Las bajadas de las siguientes competidoras no hicieron más que confirmar la rotunda solvencia y superioridad con la que la española sujetaba el oro. Superó a la neozelandesa Luuka Jones (101.82) y australiana Jessica Fox (102.49) —plata olímpica en Londres—.
Y entonces el júbilo. Recibió las felicitaciones de sus rivales y amigas. Y antes de la ceremonia de entrega de medallas en el Whitewater Stadium, se fue a por Ane y su marido y entrenador, Xabi Etxaniz. En la grada, además, estaban sus padres, Txelo e Iñaki, y Raquel, la cuidadora de la pequeña. Maialen, que decidió junto a su pareja ser madre tras Londres y dentro del ciclo olímpico para Río de Janeiro, tenía ese oro dentro. Quizás un metal que ya pudo ser en ligar del de bronce en el Centro de Aguas Bravas Lee Valley en 2012. Pero el caso es que la traducción, con trabajo, muchísimo, se completó para saberse ya campeona olímpica. Un sueño que andaba buscando desde los 15 años.
Y la gran bajada hacia el oro comenzó con susto. Se saltó una puerta en la serie clasificatoria del pasado lunes y puso en peligro su clasificación. Esa circunstancia le hizo bajar hasta la última posición con 155.43 incluidas las penalizaciones. Tuvo la oportunidad de enmendar aquello con una segunda bajada. Estableció un tiempo de 106.47, undécimo en el global pero suficiente para estar en la lucha de la semifinal. Gesto de alivio cuando vio superado el negociado y un pensamiento: «¡De la que me he librado!».
Precisamente la jornada de este jueves tuvo en su primera parte las series de semifinales. Quería meterse en la final más que haber tiempo. Y entró con el tercer mejor tiempo (101.83), tan solo superada por la austríaca Corinna Kuhnle (101.54) y la británica Fiona Pennie (101.81). Lo que sobrevino en la final, sencillamente, fue que la ganó con autoridad. Maialen, como Mireia Belmonte el día anterior, se proclama campeona olímpica y alcanzaba esa gloria del deporte.
Comments 5