La delantera de la selección española y del SPV Complutense repasa su recorrido, todavía joven, y subraya su filosofía en el deporte
Su escena vital, íntimamente ligada con su deporte, con el hockey hierba, quizás podría presentarse en una serie de tres lienzos hilvanados y sostenidos en una pared blanca e imaginaria: la protagonista del primero sería una joven atlética, de cabello largo y pelirrojo, sosteniendo el palo en la mano derecha y corriendo, dejando una estela de velocidad, hacia la bola; en el segundo, luciendo una camiseta roja, ella arma con fuerza y bizarría el brazo y proyecta una mirada voraz para pegarle duro a la bola en busca de la red de una portería; lo victorioso barniza el tercer lienzo, con la joven alzando los brazos en símbolo de victoria sin soltar nunca ese palo. El deporte como tema ha sido del interés en las diferentes formas artísticas a lo largo de los tiempos: pintura, escultura, arquitectura…
Begoña García Grau (Zaragoza, 19/7/1995) todavía tiene un recorrido largo y presumiblemente exitoso en el hockey hierba, pero, pese a su juventud, ya ha ido construyendo y recogiendo experiencias como para que esas escenas pudieran representar lo que va siendo y desea seguir siendo. Al tiempo, compagina el deporte con su carrera de Arquitectura.
La jugadora de la selección española absoluta y del SPV Complutense mantiene una línea ascendente que basa en una filosofía clara y lógica: «Si trabajas, si te esfuerzas realmente en algo, al final ves los resultados y recoges los frutos. Y lo digo porque me ha pasado; es como he ido viendo que está haciéndose mi recorrido en el deporte. Obviamente soy muy joven, pero eso lo he visto y comprobado. Y es un aprendizaje también para la vida en general: si te esfuerzas y te lo curras, creo que se consiguen las cosas que te propones, aunque es cierto que a veces puede no encontrarse ese premio, pero también es un aprendizaje».
Quien la haya visto sobre un campo encuentra en esta delantera aragonesa a una deportista que desprende trabajo, un vaciarse incondicionalmente, un correr y correr a por esa bola que hay que llevar dentro de la red rival, y en eso es una goleadora. «Me dice mucha gente que cuando pierdo una bola soy como muy pesada y sigo corriendo sin parar. Mejor que pesada, perseverante (sonríe). Me gusta acabar un partido con la sensación de que lo he dejado todo», cuenta la zaragozana, quien en una conversación relajada, repasando su relato vital, se muestra a la vez tímida y alegre detrás de una mirada brillante.
«Si trabajas y te entregas duro por lo que quieres seguramente tendrás resultados»
De niña, muy activa, con mucha energía, probó el fútbol, el tenis, el patinaje, la gimnasia rítmica… pero acabó abrazando aquello que vio que también hacía su hermano mayor: el hockey hierba. Una chiquilla pelirroja, de siete años, que comenzó con un acercamiento a esa disciplina en el colegio gracias a un club de su ciudad, que trabajaba en su promoción. Aquel juego, entonces, fue ganando peso para ella y «me fue atrapando». Sus inicios fueron con chicos. No había más niñas en aquello. Y a partir de categoría infantil ya sólo pudo entrenar, pues no podía competir.
La oportunidad de jugar en un equipo femenino se la dio el Xaloc de Valencia: «Al principio, sólo iba a algunos campeonatos. Era viajar al torneo y jugar. Pero seguía entrenando con chicos en Zaragoza. Le cogí gusto y fui conociendo más a las compañeras y me iba apeteciendo jugar más con un equipo de chicas y poder competir. Empecé a viajar todos los fines de semana. Entonces tendía 15 años y así estuve un año y medio».
Algo tenía Bego que llamó la atención. Se marchó al CAR de Madrid con 17 años, cuando iba a comenzar Segundo de Bachiller, pero lo cierto es que ya recibió la llamada un año antes. Consideraron entonces sus padres que todavía era pequeña. Pero llegó su momento. Se instaló en Madrid. Y comenzó a jugar con el SPV Complutense. Primero con las juveniles, pero a lo largo de su primer año ya fue teniendo incidencia en el equipo de División de Honor.
Confiesa la jugadora zaragozana que los primeros meses fuera de casa fueron duros: «Emocionalmente, pues me costó un poco porque al final estaba fuera de mi casa y no tenía quizás a nadie con quien desahogarme en esos primeros momentos, aunque mi hermano ya había ido antes también al CAR y en parte lo veía como algo normal. Pero luego fui cogiendo confianza, con el tiempo haces amigas con las que pasas muchas horas al día, porque son del hockey, y son como hermanas. Una vez pasé el bache ya fue todo bien».
Ese proceso de adaptación también lo sufrió notablemente con las nuevas rutinas de entrenamiento que comenzó a conocer. «Los primeros dos o tres meses fueron más duros. Comencé a entrenar tres veces más y se trabajaba mucho el físico, se metía gimnasio que nunca había hecho. Lo pasé mal y me notaba siempre cansada. Me decía: ‘Qué hago aquí, me quiero ir a mi casa con mis padres’. Pero en cuanto pasas ese bache te das cuenta que tienes resultados», recuerda hoy incluso con una sonrisa.
Aquel primer año le comenzaron a llegar nuevas vivencias tanto en el club como con la selección. Con el SPV ganó la Copa de la Reina —«Era la primera vez que ganaba algo en mi vida»—. Y con la selección, respecto a la que llegó a participar en programas de detección de talentos, aunque sin llegar a jugar ni en sub’16, ni en sub’18, prácticamente se plantó sin darse cuenta en la absoluta. En 2013, estuvo en Santander en sub’18 B, pero recibió una invitación para una concentración del primer equipo. Desde entonces, ya no ha dejado de ir con las RedSticks, de Adrian Lock.
«Debuté en Irlanda 2014, cuando fuimos a jugar un III Naciones amistoso. Desde entonces, menos el Europeo, he ido a todas las competiciones que ha habido. Lógicamente, en aquel momento ni se me pasaba por la cabeza el poder ir a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Pero progresivamente me fueron llamando a concentraciones y me iba encontrando mejor y me iban dando confianza y con el tiempo ya comencé a pensar que por qué no podría a los Juegos», relata. Aún así, no se lo creía cuando se vio en la lista de 16 para Río. Asegura que no se lo creyó hasta que ya estuvo allí mismo para disputar el primer partido —fue contra Holanda, número uno del mundo—.
«La verdad es que estaba un poco nerviosa. En realidad, es como un partido más, si no piensas que estás allí en los Juegos. Pero, claro, sales al campo, ves los aros por todas partes y ves el ambiente que se respira… fue inolvidable», recuerda.
Disputó con la selección los Juegos de Río y apunta a Tokio. Ha ganado la World League Ronda 2 de 2017. Con el SPV, suma una liga y una Copa
España desarrolló un magnífico trabajo desde finales de 2013 para llegar, quizás contra pronóstico entonces, a Río. Una catarsis. Una purificación. Un proyecto basado en el trabajo duro y comprometido. Tuvo premio. Merecido, por cierto. Hubo clasificación para los Juegos. Y allí, un meritorio octavo puesto y diploma. Obviamente, querían más. Pero el análisis es muy positivo desde donde nació el proyecto cuando la selección descendía sin frenos.
«Estoy satisfecha con el diploma de Río. Pensando en Tokio, se tienen las cosas muy claras, un plan físico y entrenamientos claros desde ahora, y con casi cuatro años por delante creo que podemos llegar muy bien a Tokio», significa la jugadora.
Bego García va creciendo con su equipo y con la selección. Ha vivido momentos diferentes en ambos casos. Aprendizaje siempre. Con el SPV, de ganar aquella Copa, a colocarse entre las mejores, a pelear un año en la promoción de descenso, a recuperar espacio en la zona alta o ganar la liga en 2016. Y con las RedSticks, una línea ascendente clara. Entremezcló después de Río, la sensación de quedarse a las puertas de las medallas en el Mundial sub’21 con un meritorio cuarto puesto a ganar luego la World League Ronda 2 en Valencia 2017 con un gol definitivo suyo en la final.
«El hockey lo es todo para mí. Marca mi vida en muchos aspectos y quiero que siga siendo así. Me ha dado mucho como personas y momentos, que quizás no hubiera vivido de no estar en el deporte de alto rendimiento. Mi vida, sencillamente, sería otra totalmente diferente sin el hockey. Mi ilusión está intacta y trato siempre de darlo todo», cuenta la zaragozana, que al tiempo subraya una idea fundamental: «Si trabajas y te entregas duro por lo que quieres seguramente tendrás resultados». Y esos frutos, los que ya recoge y el cómo hace para conseguirlos, ya se pueden retratar en unos lienzos.
Comments 4