La jugadora de la selección española de hockey hierba repasa una historia que de Gijón le llevó a los Juegos de Río
Es difícil no verla dibujando una sonrisa. Jugadora de buen nervio competitivo. De garra y lucha, atesorando esa pasta especial que se precisa para formar con las RedSticks. Contiene ese cuajo para proyectarse como una pieza esencial de retaguardia. Y aún cuando el negociado de un partido se tuerce, ahí sigue la sonrisa. Y es cercana en la conversación. Y es de discurso limpio y claro. Y cuida los pilares que forman su experiencia, entre ellos el hockey hierba. María López García (Gijón, Asturias, 16/2/1990), defensa del laureado Club de Campo Villa de Madrid y olímpica con la selección española de hockey hierba, abraza su deporte risueña y totalmente conjugada con la cultura del trabajo máximo que curte al combinado nacional de Adrian Lock.
Vive ahora la experiencia de unos Juegos Olímpicos. Hecha a sus 26 años, pero todavía sin techo. Seguramente no contaba con ello cuando inscrita en el asturiano Grupo Covadonga jugaba a tenis a temprana edad. No contaba más de ocho años cuando se acercó al hockey hierba, a llamada de su hermano, en un campus de verano. Unas semanas conociendo aquello del palo y la bola, pero vuelta al tenis. Pero aquella chiquilla tenía algo y los técnicos le abrieron las puertas del que sería ya su deporte.
Por lo pronto, entrenaba y jugaba sólo ella con niños. Pero comenzaron a sumarse más niñas. Aquellas serían amigas ya para siempre. Un círculo que se creó y que acabó por engatusar a María. «No sé qué fue exactamente lo que me enganchó, pero obviamente algo me tuvo que gustar de lo que es el juego. En esos momentos creo que las amistades que haces, el hacer un deporte en equipo, el poder jugar y celebrarlo en grupo me enganchó», recuerda.
Con catorce años le llegaron las primeras llamadas para concentraciones con las categorías inferiores de la selección. Y un año más tarde, le ofrecieron por primera vez ir al Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Oferta que consultó con sus padres, pero decidió, todavía viéndose muy joven, no aceptar. «Tenía claro que quería ir si quería progresar, pero decidí acabar mis estudios de Bachillerato primero y centrarme en qué quería hacer. Y efectivamente sí que quería llegar a lo más alto en el deporte y dedicarme al hockey a ver hasta dónde podía y puedo llegar», cuenta la gijonesa.
Por fin se trasladó a la Blume con 18 años. El primer año entrenaba en el CAR madrileño y luego competía los fines de semana con su club. Pero debía dar un paso y en el propio Grupo Covadonga le alentaron a ello: si quería progresar debía competir en otro club de mayor categoría: «Me fui al Valdeluz y estuve una temporada. Fue una experiencia brutal y crecí bastante como jugadora porque estaba ya en División de Honor y tenía bastante responsabilidad en el equipo. Al año siguiente fue cuando fiché por el Club de Campo Villa de Madrid».
«Sí que quería llegar a lo más alto en el deporte y dedicarme al hockey a ver hasta dónde podía y puedo llegar»
Cinco campañas acumula ya en uno de los clubes de hockey más potentes de España, donde ha ganado campeonatos nacionales y hecho notables papeles en torneos continentales. Recuerda que «tres años antes veía por televisión que jugaban la Copa de la Reina y el Club de Campo jugaba. Y me decía: ‘Ojalá algún día pueda jugar como ellas y ganar como ellas’. Cuando me incorporé había jugadoras como Pilu Sánchez, Chus Rosa, Montse Cruz, Carla Rebecchi… Había una cantidad de buenísimas jugadoras allí que ya sólo entrenar con ellas era increíble».
Coincidió aquella incorporación con ascender ya con la selección absoluta. Siempre fue paso a paso. Prefiere disfrutar de cada momento que le ofrece este deporte. Es uno de los puntos que fundamentan su vida: el hockey, su familia, su novio y sus amigos y sus estudios —finalizó la carrera de Dirección y Administración de Empresas—.
Y acude a las emociones para contar el hockey, que dice que le ha regalado «muy buenas amistades, muchas alegrías y muchos valores como el compañerismo, el respeto, la perseverancia, la constancia. Creo que cualquier deporte te da valores fundamentales para tu experiencia». Ella se presenta de la misma forma en su estado personal como deportivo: «Cuanto mejor estoy con las compañeras, mejor juego. Intento trasladar el cómo soy fuera para crear un buen ambiente en el campo. Me gusta la confianza, el animar a la compañera siempre aunque se falle, no generar un estrés o presión innecesario, no generar ansiedad ni fuera ni dentro del campo».
María López ha ido acumulando experiencias en sus clubes y con la selección. Y su aporte es el trabajo incondicional, lo combativo, la fe en el plan de trabajo que todas las jugadoras del combinado nacional decidieron poner en marcha tras una conjura junto con Adrian Lock en octubre de 2013, siendo la base el trabajar, trabajar, trabajar y trabajar para ser competitivas frente a las selecciones más potentes del mundo. Y la asturiana, que ya superó el centenario internacionalidades con la absoluta, forma parte ahora del grupo que se vacía en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
El camino hacia esa cita olímpica no fue sencillo. Había que empezar de cero. Formular un nueva hoja de ruta y apostar por ella fuerte a menos de tres años de Río. El punto de inflexión llegó en la World League de Londres en 2013. «Ahí vimos que todas las selecciones más potentes nos pasaban por encima. Cuando terminó nos reunimos y nos preguntamos si queríamos eso o queríamos competir, luchar y estar como ellas. Todas estábamos de acuerdo. Queríamos cambiar aquello. Y ya ese año en la preparación para el Europeo empezamos un nuevo proceso de trabajo y un cambio total, en el que el rigor, el compromiso y el sentido de pertenencia a un grupo en el que estamos muy unidas ha sido y es fundamental».
Desde entonces se han trabajado todos los aspectos del juego, pero donde Lock ha incidido es en el rotundo cambio de la capacidad y cualidades físicas de las jugadoras. Alcanzar ese nivel alto para empezar a competir con las mejores selecciones y luego aprender a ganarlas. Y subrayan la ayuda que han encontrado en la federación para poder tener las condiciones para que ese proceso fuera más fácil. Más trabajo unidas. Más concentraciones largas. En la World League 3 de Valencia de 2015 el cambio ya era notable. Ya era una selección a la altura de estar en unos Juegos. «Lo que dejamos detrás son muchas horas de trabajo tanto en campo como fuera con las sesiones físicas. No sólo es trabajo de club, sino también individual extra cuando no estamos juntas. Y hemos tenido muchas reuniones, charlas, sesiones de vídeo… La verdad es que ilusiona y engancha ver que el equipo quiere más. Ves que la compañera que igual que tú lo dejaba todo por un sueño», explica.
«Cada partido es un continuo aprendizaje para el equipo y aprendemos a no bajar nunca los brazos y a luchar hasta el final»
La clasificación para los Juegos de Río no se dio de la forma habitual. No hubo celebración en un campo, en grupo, tras un resultado que otorga una plaza para el mayor acontecimiento deportivo del mundo. La selección española dependió de la presencia o no de Sudáfrica. Semanas interminables de incertidumbre hasta mediados de diciembre de 2015. El asunto es que a cada jugadora la noticia le llegó lejos las unas de las otras y en diferentes situaciones.
«Estaba en casa con mi novio. Nos llegó un mensaje. Mi preparador físico del Club de Campo leyó un tuit que ponía que España estaba clasificada para los Juegos. Y me preguntó si era verdad. No lo sabíamos en ese momento. Justo Raúl Gómez, el jefe de equipo, puso un mensaje en el grupo diciendo que estábamos clasificadas para los Juegos. Se lo dije a mi novio. Nos alegramos un montón. Nos fuimos a la Blume, donde estaban algunas compañeras. Nos abrazamos, nos pusimos a llorar, fue increíble».
Y el sueño de Río llegó y Adrian Lock contó con María López en su convocatoria. «Está siendo una experiencia increíble en todos los sentidos. Estar pudiendo participar en unos Juegos Olímpicos es un sueño hecho realidad. En el campo, podemos competir con selecciones del top seis mundial y plantarles cara. Cada partido es un continuo aprendizaje para el equipo y aprendemos a no bajar nunca los brazos y a luchar hasta el final», cuenta la defensora de las RedSticks, al tiempo que comenta que como experiencia personal «es increíble. Estar en el Villa Olímpica rodeada de los mejores deportistas del planeta es un sueño. Es un sentimiento de unión de toda la delegación española». El ensueño que se hizo realidad lo disfruta con una sonrisa y una labor defensiva clave con las RedSticks.
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